Medellín, mayo 5 de 2021
viernes, 7 de mayo de 2021
A LA OPINIÓN PÚBLICA
Medellín, mayo 5 de 2021
viernes, 9 de octubre de 2020
¡SEGUIMOS UNIDOS! PORQUE TRAS UNA VOZ QUE SE APAGA HAY MUCHAS QUE LA ENCIENDEN
COMUNICADO A LA OPINIÓN PÚBLICA
“De la mano de las Ciudadanías Libres, la sociedad colombiana es hoy
más crítica que en años anteriores y más sensible a los abusos y a la
arbitrariedad de las élites que gobiernan”
Campo Elías Galindo Álvarez
No son tiempos para nada fáciles,
nadie nos dijo que lo fueran a ser, nadie nos prometió que el paraíso sería
nuestro, y mucho menos, nos dijeron que fuéramos a estar a salvo. Al contrario
de ello, esta realidad se ha empeñado en demostrarnos, desde que la conocemos,
de los riesgos que implica creer en lo que creemos, soñar con lo que soñamos y
ser quienes somos; y aunque hemos sido conscientes de esto, no deja de doler
que la experiencia atrapada en un “Nos están matando” no sea una frase hueca
sin sustento, ¡ojalá lo fuera!, pues es la materialización de la irracionalidad
y el odio la que hoy nos acecha y nos mira a los ojos, pretendiendo que el
miedo nos consuma, y que al fin explota la burbuja que se pretendía intacta,
que nos sacude, y nos dice “¡despierta, que no soy un fantasma!”.
El asesinato del líder social e intelectual Campo Elías Galindo Álvarez, padre de nuestro querido compañero y amigo Gonzalo Galindo Delgado, integrante del Semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas, es un acontecimiento que rechazamos y lamentamos desde lo más profundo de nuestro ser, que dolorosamente se suma a la violencia sistemática que vivimos actualmente en nuestro país, Colombia, en contra de defensores de derechos humanos, líderes sociales y excombatientes de las FARC, y que atenta decididamente contra los esfuerzos de construcción de paz.
A pesar de este duro golpe que nos atraviesa el alma, no nos quedamos con el dolor paralizante, ya que reconocemos que este no deja de ser un hecho que nos recuerda a gritos la urgencia de formarnos continuamente en pensamiento crítico, de mantener nuestro compromiso y acciones por una transformación social, y el valor y respeto necesarios hacia voces valientes que se atreven a leer agudamente nuestros contextos, a denunciar las injusticias y a apostarle a un HOY distinto, más incluyente y respetuoso de los derechos.
Por eso, más que nunca, los integrantes del Semillero tenemos la certeza de que estos sentimientos y propósitos tan valiosos y esenciales para nuestra sociedad, están y permanecerán vivos en cada uno de nosotros, así como en todos nuestros proyectos conjuntos. Nuestros encuentros en los pasillos y aulas de clase universitarias de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, han sido testigos desde nuestros inicios de esa chispa común para estudiar con ilusión, para dialogar con respeto en medio de la diferencia, para soñar con firmeza, para aceptar la pluralidad, para construir colectivamente, para vivir y sentir que los vínculos fraternos conformados por el más fino de los tejidos humanos nunca se pueden romper, NUNCA.
Nuestra experiencia nos deja lecciones de por vida que nos señalan cómo el consenso social, la aceptación del otro, la sana convivencia, el afecto, la humildad, la horizontalidad en las relaciones, el respeto, la empatía, la discusión con base en las ideas, en la participación y la escucha, son elementos clave de un proceso de construcción de paz y cambio social, objetivo por el que muchos venimos trabajando, objetivo por el que Campo Elías venía alzando su voz, compartiendo sus conocimientos y estructurando sus análisis. Esto nos convence de que la mejor forma de honrar su memoria, así como la de todas las personas que han entregado su vida por estas causas en nuestro país, es continuar con estas luchas hechas a punta de esos vínculos fraternos que tristemente se nos convierten, no pocas veces, en batallas a muerte.
Gonza, hoy te abrazamos con la seguridad de que somos, también, los que fueron y son con nosotros. Las enseñanzas de tu padre son reflejo, y a su vez, convencimiento firme de cambio, de esperanza, de amor y de lucha por y con las ciudadanías libres, aquellas que se toman de las manos y unen sus voces contra las injusticias sociales y contra la infamia del terror. Hoy queremos ser expresión de esa actitud decidida, vehemente e inamovible, para seguir construyendo los vínculos que hemos de tejer en nuestro camino, que serán soporte de nuestras causas, ideas, sentimientos y argumentos, pilares de una fortaleza inquebrantable de transformación social.
Sí, tomados de las manos y uniendo nuestras voces, nos solidarizamos con vos y con tu familia. Te acompañamos desde lo más profundo de nuestros seres para mantener el legado de tu padre que, por su sensibilidad y compromiso social, también es un legado de cada uno de los integrantes del Semillero. Ya no más asesinatos, ya no más violencia, ya no más irracionalidad, ya no más odio; por favor, ¡YA NO MÁS!
Ni la más cruel de las violencias nos condenará al silencio, porque creer y darlo todo por otro mundo posible no es ingenuidad, es la sensatez de la esperanza.
Semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas
Universidad de Antioquia
Octubre de 2020
jueves, 27 de febrero de 2020
CARTA ABIERTA AL ALCALDE DE MEDELLÍN DANIEL QUINTERO CALLE: ¡LA UNIVERSIDAD NO ES UN CAMPO DE BATALLA!
El pasado jueves 20 de febrero Usted, señor alcalde de Medellín, puso en ejecución el llamado “Protocolo de Reacción Contra Explosivos en Universidades”, comunicado público en el cual consta una decisión sui generis, justificada en hechos eventuales y que fue conocida por la ciudadanía de manera informal –a través de twitter– y no por los medios de publicidad oficiales definidos por la ley para los actos de las autoridades municipales y con tal trascendencia social. A través de este protocolo usted autorizó la entrada del ESMAD a los predios de la Universidad de Antioquia, con el pretexto de prohibir el uso de explosivos en su interior por parte de los encapuchados.
Como Claustro de Profesores y Profesoras de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, manifestamos que siempre hemos abogado por un tratamiento diferente –no violento– a los conflictos sociales y políticos, y hemos celebrado cuando las iniciativas gubernamentales van encaminadas a la construcción de paz. Por tal motivo, nos parece contradictorio y contraproducente tratar de controlar una forma de protesta calificada como violenta, con el ejercicio de más violencia al interior de la Universidad, por demás desproporcionada y sin ponderación alguna de los derechos en juego.
Las instituciones de educación superior, y de manera específica las que se mantienen públicas, han sido escenarios de disputa de distintos actores, como una manifestación de los conflictos históricos que ha vivido nuestro país durante décadas. La experiencia nos ha enseñado que los proyectiles lacrimógenos y los “bolillazos” indiscriminados, entre otras formas de control, nunca han solucionado nada, al contrario, ha atizado el escalamiento de las rabias, desencuentros y enfrentamientos que nos obstinamos en superar.
Al respecto, señalamos algunos aspectos relacionados con la acción de la fuerza pública en el hecho señalado, así como su actuación en calidad de alcalde de la ciudad, invitando con ello a encontrar de manera dialógica modos de avanzar hacia la superación de los diversos y complejos conflictos que nos atañen, siempre en el marco de una sociedad democrática.
1. Las garantías procesales y el estatuto jurídico de los bienes universitarios
Llama la atención del Claustro el supino olvido de garantías básicas para actuaciones como las del jueves 20 de febrero, en este sentido, que se haya autorizado el ingreso a la sede universitaria del ESMAD sin haber obtenido previamente una autorización judicial. Los días en que se podía ingresar sin dicha formalidad sustancial, que es una materialización del Estado de Derecho, se superaron hace casi tres décadas con la expedición de la Constitución Política de 1991.
La razón es muy sencilla: el predio universitario es un domicilio, perteneciente a una persona jurídica de derecho público, que también ostenta la protección que le dispensa el artículo 28 de la Constitución al domicilio de cualquier persona, para proteger la intimidad y el conjunto de las libertades que allí se ejercen, entre ellas la libertad de expresión, cátedra, investigación y asociación, entre muchas otras que se condensan en la garantía institucional de la autonomía universitaria.
2. Razonabilidad, necesariedad y proporcionalidad
Si usted consideraba que se presentaba una situación de imperiosa necesidad de intervención en la sede de la Universidad, lo que sólo puede verificarse a partir de una situación excepcional, imperiosa y concreta –no general como lo previó en su Protocolo–, debió emitir un acto administrativo de contenido particular, debidamente motivado, en el que constaran los hechos graves que estaban ocurriendo en dicha fecha en la sede específica de la Universidad de Antioquia, el deber ineludible de actuar y la exhibición de las medidas concretas que adoptaba para remediarlas, con la justificación explícita y el análisis ponderado de las razones por las cuales dichas medidas en el caso concreto no solo eran legítimas sino las más idóneas para conjurar la situación que en aquel momento se presentaba en la Universidad.
Aun si esa actuación estaba justificada en el orden jurídico, usted y la fuerza pública que ejecutó su orden, debieron actuar con razonabilidad y proporcionalidad, algo que notoriamente no ocurrió el jueves 20 de febrero. Los medios utilizados para enfrentar una situación de alteración de orden público, sobrepasaron elementales juicios de necesidad. La proporcionalidad no solamente se refiere a objetivos legítimos, sino también, y sobre todo, a intervenciones estrictamente necesarias para remediar la situación.
3. La ponderación de derechos
El ingreso de la fuerza pública a la sede de la Universidad con equipos antiexplosivos, armas de fuego, gases lacrimógenos y objetos contundentes, afectaron indiscriminadamente a todo lo que encontraron a su paso, vale decir, estudiantes, profesores, empleados, visitantes y los indefensos animales que habitan el ecosistema de la ciudadela universitaria. Y qué decir de todo el entorno de la universidad: transeúntes, vecinos, centros hospitalarios, establecimientos de comercio, y otros tantos perjudicados indeterminados.
Una decisión de esta índole, ha debido contemplar los efectos directos sobre otros derechos y bienes superiores como el ambiente. Al tratarse de una decisión que tiene repercusiones ambientales y climáticas, que afecta nuestra salud y el aire que respiramos, y que en nada contribuye en la gestión y reducción de los efectos de la contaminación en el ambiente y en la mitigación de los gases de efecto invernadero; ha debido también contar con la garantía de participación que prevé el artículo 79 de la Constitución frente a las decisiones que puedan afectar el medio ambiente.
El 20 de febrero, el campo educativo de la Universidad de Antioquia se transformó en un campo de batalla, afectando los derechos a la vida, a la salud, a la libertad de enseñanza, a un ambiente sano, entre otros. Y no menos preocupante, la universidad pública resulta así representada como un agente de violencia y, en efecto, transformada en un enemigo que hay que enfrentar con la fuerza.
Fue una acción desmedida que puso en riesgo lo que justamente pretendía el alcalde proteger: la vida, la integridad y la seguridad. Nada más contradictorio e ineficaz en el ejercicio de las funciones públicas. Nada más ineficiente con los recursos públicos. Nada más inconstitucional por desproporcionado. Nada más ilegítimo si de democracia y paz se trata.
4. La necesidad de intensificar la democracia
Señor alcalde, nos preocupa su llamado a una suerte de “civismo autodefensivo”, que en su retórica se compone de “pitos” y “autorregulación”. Nos alarma porque llamados anteriores a “ciudadanías vigilantes” y a mecanismos civiles para “convivir”, resultaron en la promoción y el auspicio de organizaciones para el horror y el dolor, que también padecimos en nuestra Universidad. Además, consideramos que la consagración normativa y la materialización política de protocolos en razón de la protesta deben encaminarse hacia su garantía y no para más de su regulación que existe excesivamente en codificaciones penales y de policía.
Es imperiosa la intensificación de la democracia, esto es, de la participación efectiva de las comunidades que puedan verse afectadas por medios de protesta inoportunos o peligrosos, pero además, y de manera preponderante, de aquellas que se han visto –¡Que nos hemos visto! – afectadas por la actuación desmedida por parte de los organismos de seguridad del Estado.
Por último, una invitación…
El Claustro de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas insiste en la necesidad de que el ejercicio de decisiones administrativas se desarrolle en el marco de los presupuestos del Estado Social y Democrático de Derecho, entre los cuales la garantía del principio de participación de los afectados con la decisiones, tiene un vínculo inescindible con el deber de buena administración, en la medida en que posibilita fortalecer el acervo de elementos de juicio que enriquecerán el criterio decisional.
Lo nuestro es una invitación al diálogo en procura de intensificar la democracia, promover y construir paz(es). A que recuerde su paso por esta que es su Universidad, un territorio que alguna vez lo acogió y al que usted le debe tanto.
Medellín, 26 de febrero de 2020
Claustro de Profesores y Profesoras
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
Universidad de Antioquia
Carta abierta tomada de la página de Facebook de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia
sábado, 25 de mayo de 2019
COMUNICADO DEL CLAUSTRO DE PROFESORES DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
(Comunicado tomado de la página de Facebook de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas Universidad de Antioquia)
miércoles, 6 de septiembre de 2017
RECORDANDO A HÉCTOR ABAD
“A sus 66 años, Héctor Abad Gómez, no solo era el más representativo defensor de derechos humanos en la región, sino que figuraba como precandidato a la alcaldía de la ciudad. Era médico de profesión, pero lo suyo siempre fue la promoción de la salud pública. Por eso fue secretario de Salud de Antioquia en varias ocasiones, diputado de la Asamblea del departamento, y representante a la Cámara. Escribió cuatro libros, incontables ensayos y, al momento de su muerte, oficiaba como columnista habitual de los periódicos El Mundo de Medellín y El Tiempo de Bogotá.
En uno de los bolsillos de su camisa fueron encontrados dos documentos: una lista de amenazados de muerte entre quienes figuraba él junto a otros abogados, periodistas, defensores de derechos humanos, artistas o funcionarios públicos; y también un poema de Jorge Luis Borges titulado “Epitafio”. Dos décadas después, su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, publicó el testimonio literario “El olvido que seremos”, en el que rindió culto a la memoria de su padre y de paso retrató lo que significó éste duro momento para el presente y la historia de Antioquia.” La segunda arremetida. Tomado de: Edición Especial 1987 Antioquia bajo el yugo paramilitar. El Espectador
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y los que seremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá quién fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo,
esta meditación es un consuelo.
En el bolsillo de Héctor Abad abatido por la eminencia de la violencia, este poema cobra todo el sentido para una memoria que tiene el deber de no olvidar a quienes resistieron lo más doloso de una historia que comenzó a partir de negar la humanidad del “otro”.
Sin duda, la recopilación de relatos en torno a ese momento por el que pasó Medellín, en función de un sentido homenaje a ese mes de agosto del 87, y en general a esa época de profunda violencia paramilitar en el seno de las ciudades más confluidas, me lleva irremediablemente a pensar sobre la posición política de los jóvenes de mi generación, después de todo mucho hemos oído ya sobre las causas, explicaciones, disertaciones, reclamos y de más, sobre lo que pasó en una época de la cual no podemos ingenuamente dejarle toda la culpa al odio a la diferencia, sin contemplar la complejidad de unos tiempos productos de ejercicios de poder económico, social y culturales hegemónicos que han transversalizado toda nuestra historia como pueblo.
Mi preocupación por nuestra postura política parte de una nostalgia de tiempos que aunque fueron realmente agonizantes, donde el hombre perdió su humanidad y se convirtió en objeto de la violencia, paradójicamente también fueron tiempos movidos por la fe en la esperanza y la pasión por la ideas; naturalmente una nostalgia que no cabe a las alturas de estos años donde somos protagonistas nosotros, los hijos que vimos no solo como se caía un muro en Berlín, sino como se derrumbó el último “gran relato” de la historia, de esos que en algún momento en el Siglo XX, unieron a pueblos enteros para resistir tiranías, enfrentar guerras y a derrocar dictadores; nosotros los que ahora estamos tumbados ante la náusea de la historia y a la completa desesperanza por el mundo.
Considero que esta nostalgia partió cualquier día de mañana en el patio de mi casa un domingo, bajo el calor abrazador del valle del Sinú y leyendo los periódicos con sus desilusiones implícitas por este país; o en algún sitio cerca de ese río que lleva en sus aguas también muchas violencias, pero que mirando la tarde tal vez escuche historias de amenazas a mechudos de la universidades públicas en el contexto de los años 70, de la imagen fatídica de los presos políticos, de los atentados a los sindicatos, de las “cartillitas” de Mao Tse Tung contra las de Lennin, de las camisetas con el estampado del Che Guevara que se perdieron huyendo de los bolillos de la policía, de las llamadas atemorizantes a las esposas de los líderes de los sindicatos, de los momentos de temor por perder a los “camaradas”, pero también de las borracheras en las residencias estudiantiles de la Universidad Nacional cuando a alguno de todos esos flacos, les llegaba de su tierra algo de dinero para solventarse tan lejos de la casa, en fin, las memorias de esas luchas contra ese gran Leviatán que no solo representa de un lado a un Estado homicida, sino en sí a una cultura de poder de dominación, una cultura de la “otredad”, una cultura de la negación de la humanidad del más próximo. Creo que en algún momento cualquiera, escuchado esos pasados, creí que a mí también me iba a tocar luchar desde esa misma barricada contra ese enemigo.
Y fueron sueños, íntimos anhelos de vivir la vida apasionadamente, de creer que algún día iba a estar convencida de que la expresión “Revolución o muerte” sería un paradigma ético de actuar para mí, sin embargo, esos nunca fueron mis tiempos; aun así, esa nostalgia no fue palpable sino hasta que pase por la puerta de un gran gigante gris que me dio la bienvenida en una ciudad llena de flores no solo rojas, sino de muchos colores.
Un momento real, donde se siente la inmanencia de la belleza de la vida, la vida aparecida arrojándote a luchar contra ella cada día, no podría describir con palabras precisas lo que es estar delante de una gestora de la historia misma, de tiempos que no me tocaron, de sueños que no soñé, de sangre que no llore, de esperanzas que no me mantuvieron viva; pero esos sueños, esa sangre y esas esperanzas del pasado nunca pesan más que en las manos de quienes deben inmortalizarlas en el presente. Es una irresponsabilidad apenas de cínicos no asumir cargar con esa cruz, que por mucho tiempo nos pesará en un escenario público tan incoherente como el nuestro, pero también nos hará contemplar que la humanidad es algo que nos toca defender a todos.
Hoy, no hace mucho tiempo que llevo conociendo a “El almita” -como de cariño le digo a la Universidad de Antioquia por ser el conflujo de muchas almas que vio crecer y que hoy llevamos en nuestro actuar todos los que cada día nos levantamos para ir a verla, pero sobre todo para sentirla mas cerca de mi espíritu, no solo como un centro académico-; pero cada día aprendo más de su naturaleza intransigente y contestataria aunque cada vez más frágil, agradeciéndole con religiosa devoción la oportunidad de llenar espacios profundamente dogmáticos y positivos con la vida misma, con su alma misma.
Mi papel con El almita, mi papel con la dignidad humana y mi papel frente a la vida y la historia, son preguntas que frecuentemente me atormentan y me deja sin sueño de vez en cuando, por que tal vez considero que la verdadera lucha para que se rompan los paradigmas epistemológicos que están soportando esta locura inhumana, no se puede seguir haciendo desde la barricada de los molotov, las papa bomba, las piedras mal ubicadas y los discursos ideologizantes (por lo menos no toda la lucha), sino que se debe proceder desde la barricada de la profunda, consciente y comprometida reflexión acerca del conocimiento y el lenguaje que nos domina y nos condiciona; sin embargo, nunca me dejaré de preguntar si será que realmente algún día la historia también me absolverá por creer así.
