lunes, 13 de mayo de 2013

CUENTO



EL RELOJ DE LA VIDA

Cuando era pequeño, más exactamente, cuando tenía seis años de edad, tuve una conversación con mi abuela acerca de mi futuro. Mis padres me habían dado el peor de los ejemplos, sus ansias egoístas y consumistas habían destruido a nuestra familia y habían acabado con sus propias vidas. Además de mi abuela, sólo tenía a unos tíos que se hacían a cargo de mí, en aquella ocasión, esta me preguntó qué era lo que anhelaba hacer de grande y cuáles eran mis mayores sueños, yo le respondí que lo que más quería era ser alguien completamente diferente a mis padres, que no quería repetir su historia; soñaba con muchas cosas: quería ser un superhéroe para combatir las injusticias y no volver a ver tanto sufrimiento, también quería salvar vidas y descubrir curas para las enfermedades de la gente, y a veces, me sentía atraído por mis ídolos de la música, quería ser como ellos, para llevar a través de las canciones mensajes restauradores. Mi abuela concluyó que entonces podía ser alguien valioso para la sociedad si seguía esos sueños, “ya eres alguien importante, -me dijo- pero si creces sin perder la ruta, entonces podrás ser una luz de transformación desde donde estés, sin importar a lo que elijas dedicarte”. Así que le pregunté: “¿cuál es esa ruta? ¿Cómo sé qué camino seguir para no perderme como mis padres? ¿Vas tú a guiarme?”.A lo cual ella respondió: “La ruta está dada por los sinceros deseos que tienes de ayudar a los demás; en el camino que sigas, cualquiera que sea, debes estar atento a las necesidades sociales, al respeto de otras culturas, cosmovisiones y a la naturaleza misma, y no olvides algo: edúcate a ti mismo, no dejes que los demás piensen por ti, forma tu propio criterio y lucha siempre por ser libre”. Después de esto me entregó una caja roja cuidadosamente decorada, en su tapa decía “El Reloj de la Vida”. Pasado un tiempo mi abuela murió.


La caja que se me había regalado tenía varios sobres, todos marcados con un número diferente, y yo debía destapar el indicado al alcanzar la edad correspondiente a cada dígito. Así fue como El Reloj de la Vida marcó mis diez años, efectivamente al interior de la caja había un sobre con el número diez, entonces pasé a leer la carta de mi abuela:


El día de hoy, en tu cumpleaños número 10, empiezas a cursar una etapa de tu vida en que la curiosidad será fundamental para ir definiendo tus principales preocupaciones y conocer tus aspiraciones. No te prives de descubrir, busca respuestas y evalúalas.”


El mensaje motivó mis deseos de indagar, en la escuela trataba de aprender y divertirme lo más que podía. No tardé en darme cuenta de que esas preocupaciones tenían una tendencia por el área de las humanidades, y me cuestionaba, ¿qué era eso de las humanidades? Pensaba en lo que ese término evocaba, me llevaba a imaginar un planeta en el que todos los seres humanos eran reconocidos, considerados parte vital de lo que somos en conjunto: una misma especie. Pero entonces si era así, ¿por qué tantos sufrían un trato discriminatorio? ¿Por qué las jerarquías nos dividían, obligándonos a competir bajo un ritmo despiadado que imponía el mercado? ¿Qué desarrollo era ese? ¿Por qué nuestras riquezas no eran de todos, por qué no compartirlas?


Las palabras de mi abuela me dieron el impulso que necesitaba para continuar mis búsquedas, pero me daba cuenta de que las respuestas me llevaban a nuevas inquietudes que parecían conducirme a través de una cadena infinita.


Pasó el tiempo y El Reloj de la Vida marcó mis 15 años. Por esa época era un joven muy soñador, no había olvidado que mi mayor meta era entender mi mundo para poder intervenir en él mediante la generación de ideas que llevaran de alguna forma al progreso colectivo. Sin embargo, sabía que debía ser cuidadoso, mi abuela me lo había advertido: respetar otras culturas y sus perspectivas de vida, y por supuesto, la naturaleza. Pensaba que si ingresaba a una universidad a estudiar economía entonces tendría la oportunidad de saber cómo identificar las necesidades sociales y formular propuestas de solución. Por otra parte, pensaba que si estudiaba derecho haría una labor de justicia ayudando a los más desfavorecidos. Llegó pues el momento en que debía leer la segunda carta de mi abuela, la del número 15:


Ahora es cuando debes estar firme, pensar muy bien qué harás con tu vida y saber elegir entre los buenos y los malos caminos. Seguramente te equivocarás, pero eso ayudará a que madures poco a poco. No lo olvides: edúcate a ti mismo y permanece atento porque tu rumbo debe estar dirigido por tus propios sueños.”


Mi abuela no dejaba de sorprenderme con sus cartas. El mensaje era bastante claro para mí, no iba a defraudarla.


Transcurrieron años, terminé de crecer, cursé mis estudios superiores y conseguí trabajo con un equipo de colegas conformado por economistas y abogados, con el cual ya llevaba mucho tiempo. Tenía una vida tranquila y muy exitosa, no tenía de qué preocuparme. Un día encontré entre mis cosas algo que me llamó la atención, se trataba de una caja polvorienta que lucía bastante desgastada, entonces lo recordé en ese momento: era la caja que me había dado mi abuela un poco antes de morir. La había olvidado por completo, así que la tomé entre mis manos y reviví el sentimiento de cariño que me tenía; en su tapa decía “El Reloj de la Vida”, me pregunté ¿qué la habría motivado realmente a ponerle ese nombre? El Reloj de la Vida ya había marcado muchos años para mí, no había sido constante en la lectura de las cartas, pero quería desatrasarme, así que tomé la tercera, la del número 20, que decía:


Ya no eres un chiquillo, enfréntate decidido a todo lo que se ponga ante tu camino. No cometas el mismo error de tus padres: creer que el conocimiento ya está acabado, que lo que dicen tus profesores son verdades absolutas y que no se puede hacer nada para lograr cambios en la sociedad. La educación despertará cada vez más tu mente, pero tú eres el encargado de descubrir qué se esconde tras ella, qué deja de decir; duda todo el tiempo, piensa en qué otras cosas se pueden crear a partir de lo que aprendes. No seas conformista, actúa.”


Luego de leer la carta quedé paralizado, ¡¿qué había hecho con mi vida?!, ¡¿qué había hecho con mis sueños?! Me di cuenta de que mi perspectiva se había difuminado con el paso del tiempo. Me había educado, sí, pero ¿qué clase de educación había sido esa? Cada vez que en la universidad un profesor nos enseñaba parecían disolverse todas las críticas posibles, nos acoplábamos a una verdad, a una realidad que empezamos a considerar inmodificable, en la cual debíamos buscar una ubicación adecuada para cada uno de nosotros, los estudiantes, que en algún momento tendrían que ser profesionales de alta calidad para tener algún valor social. Eso era lo que hacía en aquél momento, reproducía todo el conocimiento adquirido, nunca lo había cuestionado lo suficiente. Tal vez si hubiera leído la carta a tiempo no me hubiera convertido en lo que mis padres también habían sido: agentes al servicio de un sistema porque ni siquiera tenían la disposición de ver cuáles eran sus fallas, ¡por creerlo perfecto y normal!


Sin esperar más abrí la carta que seguía, era la del número 30:


Eres un hombre maduro. ¿Recuerdas lo que alguna vez te dije sobre ser una luz de transformación? Pues es el momento de que lo pongas en práctica a plenitud, estarás en la edad de conformar una familia y deberás dar buen ejemplo. Recuerda que debes escuchar a otros, respetar sus opiniones, sus costumbres, su manera de asumir la vida y la existencia misma; atiende a las necesidades sociales y contribuye a solucionar sus problemáticas, sé esa persona que con sus actos ilumina a los demás para creer que otra realidad, una más justa para todos, es posible construirla desde ahora.”


No resistí más, el llanto no se hizo esperar. Me sentía culpable, ¿cómo era posible que hubiera olvidado los consejos de mi abuela? Me había convertido en una máquina para el trabajo, un trabajo que no hacía más que arrebatar a las comunidades sus pertenencias, sus tierras, su hogar, dándoles a cambio un pago ínfimo, sin escuchar sus voces, sus necesidades, e invisibilizándolas con el destello de la riqueza que un ambicioso negocio nos prometía sin lugar a dudas a mí y a mi equipo. Sentía que no podía ser ejemplo ni de la más mínima virtud, no era luz para nadie.


Quedaba una última carta en la caja, su número todavía no había sido marcado por el Reloj de la Vida, me faltaban algunos años. Pero decidí no cometer otro error, así que pasé a leerla, el dígito era el 40:


Estas son mis últimas palabras. Cuando eras muy pequeño me preguntaste si te guiaría, así que te entregué la caja del Reloj de la Vida; no porque con unas simples cartas fuera a mostrarte cuál debía ser tu camino a recorrer, sino porque sentía que necesitabas de esos mensajes para que no permitieran que te olvidaras de quién habías sido cuando eras un niño y lo que te había dicho respecto a tu futuro. ¿Sabes por qué la nombré El Reloj de la Vida? Precisamente por la misma razón: el tiempo transcurre y los años, como un reloj, van marcando horas, momentos, etapas de tu vida que no tienen por qué pasar desapercibidas, todas son muy importantes, te permiten evolucionar y crecer como persona, y es allí cuando deberás estar atento a que las ilusiones no se pierdan, a que esos sueños infantiles jamás dejen de alumbrar tu corazón. Si tu ruta estuvo orientada por esos anhelos, sigue adelante, si no fue así, no te angusties, ese sería tu destino. Lo mejor es que siempre te respondas a ti mismo: ¿qué estoy haciendo a esta hora de mi vida para que mis sueños nobles dejen de ser una fantasía?”


El mensaje era contundente. Había aprendido una gran lección. Comprendí el valor de no dejar de soñar, de no abandonar esas utopías que de pequeño me había formulado y que de adulto olvidé por dejarme envolver en el torbellino de un mundo desenfrenado, banal, áspero y competitivo. No hay que dejar que esos sueños se empolven en un rincón hasta el punto que no los podamos ver, como la caja de mi abuela. El educarse a sí mismo, pensar por sí mismo y escuchar a otros, constituirán parte de la brújula que me indicará el camino. Leer la carta a tiempo, la carta de nuestras propias ilusiones y nuestras propias pautas para ser persona harán la diferencia en el Reloj de Mi Vida.



Escrito por María Adelaida Galeano Pérez

Relato inspirado a partir de los temas estudiados en el curso-semillero de Sociología Jurídica y Teorías Críticas de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia (Noviembre de 2012).



PONENCIA PRESENTADA EN EL ENCUENTRO DE SEMILLEROS DE LA FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA - DICIEMBRE DE 2012




¿NOS EDUCAMOS EN DERECHO CON ESPÍRITU CRÍTICO Y COMPROMISO SOCIAL?


Buenos días a todas y todos, la presente ponencia es la construcción de un mancomunado esfuerzo de los diferentes miembros del Semillero de Sociología Jurídica y Teorías Críticas. A todos ellos un inmenso agradecimiento por su dedicación y empeño en sacar avante este proyecto, y por lo mismo, es conveniente expresar que quien dice la ponencia pudo haber sido cualquiera.


Nosotros, en representación de dicho semillero, queremos contarles la grandiosa experiencia que ha sido para todos participar en la edificación de este espacio de aprendizaje, basado en el diálogo y en la confianza de que cada uno tiene un potencial creativo e intelectivo; deseamos comentarles además algunas de las preguntas que en este espacio nos han surgido –preguntas que en general, pasando desapercibidas, aparentan estar resueltas para estudiantes y profesores, pero que en últimas, fundamenta y determina cualquier relación posible entre Individuo-sociedad-conocimiento- y las reflexiones que las mismas nos han suscitado.


A pesar del marcado carácter social que debe tener la universidad pública, esto es, un proyecto para la formación integral de los individuos, donde el cultivo del saber y la investigación deben estar encaminados hacia el beneficio de las capas más vulnerables del entramado social, es notorio que los espacios que promueven los que consideramos los objetivos primordiales de dicha institución se destacan por su ausencia. Particularmente, el caso de una Facultad de Derecho y Ciencias Políticas que promulga el pensamiento crítico y el compromiso social, pero donde sobreviven las rígidas jerarquías que hacen que esta postura se vea diluida y, correspondientemente, donde las ciegas y por tanto limitadas miradas a la materia hacen de aquél compromiso un objetivo bastante difuso. Es por ello que consideramos imperativo fortalecer los espacios que contravengan el statu quo y promuevan nuevas formas de relacionarse con el conocimiento, que estén más cerca de las consignas propias de la universidad pública. Es en este cuadro donde se enmarca el curso-semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas, que estimamos es una puerta abierta a un universo de posibilidades transformadoras partiendo de perspectivas descentralizadas, no tradicionales y por sobre todo críticas.


Así pues, este semillero es, si se quiere, un ámbito de encuentro de inquietos por el acontecer social, cultural y jurídico, personas que a través del mismo, pueden converger en caminos alternativos para el ejercicio de la profesión jurídica, opciones que desbordan lo meramente técnico para trascender a nuevos espacios de construcción social.


Justamente desde este espacio pretendemos compartir con ustedes una reflexión que gira en torno a los siguientes interrogantes: i) ¿qué tiene de particular este espacio en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas­?, ii) ¿cuál es la importancia de asumir una postura crítica en el estudio del derecho? y iii) ¿cuáles son las bases teóricas de nuestra propuesta crítica?



I. ¿Qué tiene de particular este espacio en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas?


Cuando llegamos al semillero, fuéramos estudiantes, egresados o profesores, asumíamos nuestras posiciones sin responder todavía a una serie de interrogantes: ¿Para qué aprendemos derecho? ¿Cómo aprendemos derecho? ¿Por qué aprendemos derecho? ¿Es posible siquiera aprender el derecho? ¿Cuál es el papel de los abogados en el estado de cosas actuales? ¿Es el derecho un instrumento de “guerra”?... preguntas que inevitablemente nos hacen reflexionar sobre nuestras prácticas, estudios y cátedras; lo que fue certeza hasta ese momento, se convirtió en duda, en preguntas; confrontándonos en todo momento por esa multiplicidad de seres, pasiones, concepciones, posiciones y sueños que somos; confrontando a ese ser que en palabras de Freire es “histórico” porque hereda y recibe, ese “ser cultural” porque “crea y recrea”.


En el semillero convertimos las certezas en dudas, nos hemos ido transformando de agentes irreflexivos a intelectuales orgánicos, lo cual nos hace cuestionar todo el tiempo y discutir. Son precisamente las discusiones las que nos generan nuevas preguntas, y por tanto favorecen la curiosidad, y es justamente la curiosidad el combustible indispensable para la producción del conocimiento, tal como lo afirma Freire.



Se esfuma el binomio. Para una relación posible entre individuo-sociedad y conocimiento.


Es común para nosotros encontrarnos con las palabras “profesor” y “estudiante”, e inmanente a ellas una jerarquía intelectual, una relación de superior-inferior; en el semillero hemos hecho posible la transformación de ese binomio, donde los protagonistas somos los propios estudiantes, ¿por qué? Porque todos lo somos y reconocemos que estamos en un aprendizaje constante, de esta forma nos comprometemos a preparar las lecturas u otro material de apoyo, aportar a la discusión sugerida por el orientador mediante una serie de interrogantes, y se nos brinda espacio para que cada uno explore temas de interés propio. Consecuencia de esta metodología, es que no se nos dice en qué creer, pero sí se nos suministran herramientas para gozar de una visión y un pensamiento más libre, nos estimula a reflexionar, a resquebrajar y disociar los dogmas impuestos para “pensar el mundo en vez de ser pensado por él, de desmontar y comprender sus engranajes y, por tanto, la posibilidad de reapropiárnoslo tanto intelectual como materialmente”, en decir de Loic Wacquant.


El semillero es un espacio que no circunscribe sus contenidos a estudiantes de derecho. Para nosotros es sumamente enriquecedor contar con la presencia de diversidad de sujetos como egresados, docentes y estudiantes de sociología, antropología, filosofía; lo cual, trasladando la idea de Sousa Santos, contribuye con una “traducción de saberes”, o sea, reconocer el carácter incompleto del derecho y así poder entablar diálogos epistémicos con las demás disciplinas; de este modo la pluralidad de campos del conocimiento y sujetos nos facilita contemplar otros puntos de vista, desde la propia experiencia y percepciones de estos.



¿Cómo son tratados los contenidos?


Los temas que se nos proponen y proponemos en el semillero deben estar en constante comunicación con nuestro entorno, ya sea este el universitario, regional o nacional, para hacer de ellos análisis críticos dentro de contextos y no tomar los temas aisladamente; como fruto, formulamos apreciaciones que reten al derecho y a nosotros mismos desde un plano real.


Gracias a los contenidos del semillero nos surgen preguntas que acompañan cada temática, que están ahí cuestionándonos como estudiantes, egresados, docentes, por ejemplo, ¿concebimos el derecho como una institución estatal o cómo una práctica cultural que reconoce culturas jurídicas diferentes a la hegemónica occidental? ¿Es el derecho una herramienta de autonomía o un instrumento de dominación? ¿El derecho debe cuestionar sus prácticas discriminatorias y reflexionar sobre sus prácticas de castigo? ¿Perpetuamos postulados, o por el contrario, somos quienes amoldamos el sistema jurídico para que se adecúe a nuestro contexto? ¿Puede ser el derecho usado de manera alternativa, para interpretarlo a favor de las clases históricamente discriminadas? ¿Por qué estudiamos derecho? ¿Puede ser el derecho una herramienta de emancipación?


Cuando bombardeamos a preguntas nuestros contenidos estos van enrutándonos a posibles respuestas, nos retan a asumirnos de una forma diferente siempre de cara a la sociedad, de cara a las necesidades latinoamericanas.



II. ¿Cuál es la importancia de asumir una postura crítica en el estudio del derecho?


Creemos que la importancia de dudar e interrogar las propias certezas ha sido toda una lección histórica que ya se encontraba, por ejemplo, en la duda metódica cartesiana o en la mayéutica socrática. El semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Criticas, entiende que aquel presupuesto epistemológico debe atravesar cada rincón de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas.


No entendemos la crítica como una simple desacreditación de una u otra teoría jurídica, no pretendemos tampoco expresar contradicciones con uno u otro autor. Vemos la crítica como un punto de partida que nos ubica como sujetos cognoscentes en una perspectiva radicalmente diferente, sobre todo en lo pedagógico y en lo epistemológico, a aquella que ofrece el conocimiento como ejercicio de un automatismo acrítico.



¿Por qué la necesidad de una postura crítica?


Quizás muchos de ustedes al ingresar a una facultad de derecho aspiraron defender algunos ideales de justicia en favor de los más vulnerables, o convertirse en escuderos de los derechos de los débiles o agentes de cambio social, tal vez. Todas son pretensiones que compartimos y promovemos, pero son propósitos que a menudo pierden protagonismo cuando se ven diluidas en los claustros del formalismo jurídico a los que nos vemos enfrentados a lo largo de la carrera. Espacios como el semillero nos hacen recordar las razones por las cuales alguna vez quisimos convertirnos en abogados.


Sin embargo, como estudiantes de derecho nos damos cuenta que el derecho, tal y como nos lo presentan, no responde a dichos ideales, y por el contrario, puede convertirnos en reproductores de injusticias haciéndonos agentes al servicio de los valores hegemónicos y de las clases dominantes. Consideramos imperativo reconocer al derecho como un concepto en construcción donde nosotros los futuros abogados jugamos un papel activo. Es por ello que debemos oponernos a sus prácticas discriminatorias y propender por interpretar el derecho en favor de aquellos que han sido históricamente marginados. Existen formas alternativas que se oponen a las tradicionales y sesgadas maneras de entender el derecho y son aquellas las que buscamos reivindicar.


El derecho debe leerse en el contexto latinoamericano, considerando nuestras particularidades culturales, sociales e históricas y dejar una mentalidad eurocéntrica que en nada representa nuestras necesidades. No sólo se trata del derecho estatal sino que se debe reconocer que es una práctica cultural, por lo que se deben admitir culturas jurídicas diferentes a la hegemónica occidental.


Es esta la importancia que creemos tiene el asumir una postura crítica frente al derecho, una manera de profundizar en las reflexiones que giran en torno a la relación de derecho y sociedad, e igualmente encontrar nuevas formas de construir y aprehender un conocimiento social que responda a nuestra realidad latinoamericana. Somos conscientes de que el semillero es solamente una semilla que debemos cultivar arduamente, pero que es el germen de una conciencia jurídica más afín con los postulados que enarbola la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas.



III. ¿Cuáles son las bases teóricas de nuestra postura crítica?


Como bases conceptuales y marco teórico introductorios a los propósitos del semillero destacamos importantes autores como paulo Freire y Boaventura de Sousa Santos, los cuales nos proponen interrogantes acerca del papel de la educación y el conocimiento, respectivamente, en el proceso de formación académica. Estos fundamentos teóricos además de enriquecer el discurso crítico para no caer en clichés políticos e ideológicos, nos permite identificar las deficiencias dentro de nuestro medio que usualmente pasamos por alto.


En efecto, una de las principales preocupaciones del Semillero ha sido el interrogante ¿Cómo, por qué y para qué aprendemos lo que aprendemos? Una cuestión que en general aparenta estar resuelta para estudiantes y profesores, pero cuya consideración finalmente es el fundamento de cualquier relación posible con el conocimiento. Partiendo de Freire, el método, la razón y el fin de la formación jurídica son objeto de constante debate, trascendiendo inclusive la crítica de la enseñanza universitaria para cuestionar instituciones como las escuelas o colegios, etapas de la vida del sujeto en donde resultan gravemente afectados sus potenciales creativos e intelectivos.


La pedagogía es finalmente a lo que nos vemos enfrentados diariamente como estudiantes universitarios; en este sentido encontramos que los métodos pedagógicos dejan poco o nada al desarrollo autónomo de las capacidades e intereses de cada quien y se convierten en un instrumento de estandarización del conocimiento, lo que imposibilita la propagación del pensamiento crítico y propositivo. Desde Freire, la educación debe ser una “práctica de libertad” que debe ser sobre todo inclusiva, democrática y transformadora. El estudiante no se puede convertir en un objeto vacío sobre el cual se vierte una masa inorgánica de conocimientos que poco en realidad aportan a la formación del sujeto; por el contrario proponemos que el estudiante se convierta en protagonista de su propia formación y no un mero espectador, que se lo dote de espíritu propio y así se convierta en una verdadera pieza creativa y transformadora. De esta manera no solo se refuerzan las potencialidades del individuo sino que se reconoce y fortalece la identidad cultural del cual él hace parte.


En esta misma línea consideramos que la relación pedagógica entre el educador y el estudiante debe superar sus notorias incoherencias. Debe reconocerse que el proceso pedagógico no es unilateral, y por ello, tanto el educador como el educando se alimentan recíprocamente del producto del proceso educativo, debe entonces ser un vínculo de mutuo crecimiento y no de sometimiento. Desde la misma metodología, en las reuniones del Semillero se hace evidente esta preocupación; así las preguntas de los docentes, en vez de agotarse en excusas para la calificación, posibilitan las discusiones; las discusiones a su vez generan nuevas preguntas, y por lo tanto favorecen la curiosidad; y es justamente la curiosidad el combustible indispensable para la producción del conocimiento, tal como lo afirma Freire.


Esta ruta pedagógica que nos propone Freire nos lleva a pensar sobre el papel que nosotros mismos desempeñamos en el ámbito del aprendizaje del derecho, sobre qué posibilidades de construcción existen para una nueva educación en la que no prime la fidelidad del educando ante un cúmulo normativo sino que fortalezca su espíritu crítico mediante la relación de ese ordenamiento con el contexto social en el cual se inserta. Pensar en una educación capaz de estimular el potencial creador de cada persona conlleva a darse cuenta de que los estudiantes somos pieza clave y que somos igualmente responsables del permanente desarrollo de la disciplina en la que nos formamos. No estamos para reproducir, en nuestro caso, un sistema jurídico, sino para entenderlo, evaluarlo críticamente y elaborar propuestas de cambio o de resistencia a favor de un bienestar social que sepa respetar a las minorías.


También, parte importante de nuestras reflexiones gira en torno a preguntas como ¿Desde qué perspectiva conocemos? ¿Cómo construimos lo que conocemos? ¿Cuáles son los límites del conocimiento? ¿Existen otras formas de acercarnos a él? El estudio de la propuesta de Boaventura de Sousa Santos y la conversación llevada a cabo al interior del grupo, ha sido uno de los ejercicios más fructíferos y esclarecedores de la crítica que se pretende realizar a las instituciones jurídicas.


Santos propone una epistemología del sur[1] que parta de dos premisas esenciales: “la comprensión del mundo es mucho más amplia que la comprensión occidental del mundo” y “la diversidad del mundo es infinita, una diversidad que incluye modos muy distintos de ser, pensar y sentir, de concebir el tiempo, la relación entre seres humanos y entre humanos y no humanos, de mirar el pasado y el futuro, de organizar colectivamente la vida, la producción de bienes y servicios y el ocio.”


Esta propuesta nos convoca a prestar atención a la necesidad de un conocimiento integral, reconocedor de perspectivas alternativas, en donde haya reivindicación de otras formas de entender el mundo, y en nuestro caso, de otras formas de entender el Derecho y su relación con la Sociedad. La propuesta de un conocimiento totalizante, universal y omnicomprensivo adolece de fragmentariedad e insuficiencia, pues desconoce las particularidades de la amplia estela de matices que constituyen legítimas opciones de conocimiento válido. Se busca entonces integrar y generar un diálogo intercultural, como diría Santos, para fortalecer las acciones de cambio y de transformación social.


De lo que se trata finalmente es de democratizar el conocimiento, lo que implica necesariamente, por ejemplo en el ámbito jurídico, impulsar el trabajo interdisciplinario. Con esto se busca dotar de herramientas a futuros abogados, sociólogos, antropólogos o politólogos, a través de las cuales adquieran perspectivas que respeten la complejidad del conglomerado social y sus dinámicas. La forma en que está integrado el semillero evidencia un poco su preocupación por satisfacer dicha necesidad, pues se propende por que los espacios de discusión se conviertan en diálogos de saberes de las diferentes áreas del conocimiento social y humano, contando así con la participación de estudiantes de sociología, ciencia política, derecho, egresados e incluso profesores.


Lo anterior constituye una apuesta por el pluralismo, entendido no como una propuesta occidental, sino una propuesta epistemológica. Una propuesta que, como lo ha señalado Santos, tenga como principales voceros a los actores del “Sur global”. Ha sido justamente este concepto, el del “Sur global”, uno de los que ha fungido como hilo conductor en las discusiones y análisis en una dimensión tanto teórica como práctica. Dice Santos sobre el Sur global: “El Sur global no es entonces un concepto geográfico, aun cuando la mayoría de estas poblaciones viven en países del hemisferio Sur. Es más bien una metáfora del sufrimiento humano causado por el capitalismo y colonialismo a escala global y de la resistencia para superarlo o para minimizarlo. Es por eso un Sur anticapitalista, anticolonial y antimperialista. Es un Sur que existe también en el Norte global…”[2], concepto también presente en el planteamiento de Freire cuando afirma “mi punto de vista es el de los ´condenados de la Tierra´, el de los excluidos”[3], y en los sucesivos estudios reflexionados en las reuniones del Semillero.


En conclusión, la crítica es una disposición imprescindible en la relación con el conocimiento. Y en el pregrado de derecho supondrá llevar a cabo reflexiones profundas y posiblemente replanteamientos de las formas en que tradicionalmente han sido entendidas cuestiones tan importantes como lo son la relación educador-educando, el papel desempeñado por cada actor en el proceso de aprendizaje y la enseñanza como adiestramiento basado en la transferencia de datos. Aunado a lo anterior la crítica implica una actitud similar frente a las perspectivas desde las cuales se ha planteado el estudio jurídico, en las que predomina la tendencia al desconocimiento de la propia realidad latinoamericana, desconocimiento que soslaya la posibilidad de encontrar verdaderas soluciones a los problemas que padecen nuestras sociedades a diario.


El traslado a la práctica de las preocupaciones precedentes será un aporte más a la construcción de una justicia cognitiva global, sin la cual, como brillantemente lo expone Santos, no habrá justicia social global.



(Cierre)


Les agradecemos a todas y todos el habernos escuchado, estamos convencidos de que citarse en otros espacios académicos para generar reflexiones, como lo es en este caso el encuentro de semilleros, es una oportunidad para el intercambio de experiencias, de perspectivas y expectativas que seguramente tienen el valor de contribuir a nutrir un pensamiento que debe ir en constante evolución, esto es, a fortalecer nuestra formación no solo como juristas sino también como personas que asumen la preocupación por lo social como su mayor motor para hacer búsquedas transformadoras desde el conocimiento.


El darnos a la tarea de escuchar la manera en que nuestros pares se involucran con sus propios temas de interés representa un ejercicio académico que abre las puertas a una variedad de asuntos y problemáticas que ponen sobre la mesa el estado de un sentir, que se teje desde los salones de clase, respecto a lo que se estudia. El aprovechamiento de estos espacios se verá determinado por la capacidad de atender esas otras miradas y ubicar su importancia en nuestro proceso formativo y contexto social. Nuevamente, muchas gracias.






[1] De Sousa Santos entiende por epistemología del sur “el reclamo de nuevos proceso de producción y de valoración de conocimientos válidos, científicos y no científicos, y de nuevas relaciones entre diferentes tipos de conocimientos, a partir de las prácticas de las clases y grupos sociales que han sufrido de manera sistemática las injustas desigualdades y las discriminaciones causadas por el capitalismo y por el colonialismo”
[2]DE SOUSA SANTOS, Boaventura. Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur. Siglo XXI Editores. Bogotá.2010. Pág. 49.
[3]FREIRE, Paulo. PEDAGOGÍA DE LA AUTONOMÍA: Saberes necesarios para la práctica educativa .Siglo XXI Editores. Sao Paulo. 2004. Pág. 8.