miércoles, 28 de octubre de 2020

EN MEMORIA DE CAMPO ELÍAS GALINDO ÁLVAREZ

En un escenario colombiano tan difícil como el actual, donde las acciones de violencia nos acechan con mayor ímpetu y la construcción de paz se ve atacada por la misma muerte, es necesario avivar los lazos de solidaridad y los tejidos de esperanza que nos acerquen a una realidad social más justa, respetuosa por la vida, los derechos y la diferencia. Sin olvidar a aquellos que han visto sacrificada su propia existencia a favor de estas causas que defienden la transformación social, compartimos mediante esta publicación algunos sentimientos y reflexiones que nos emergen, en torno a la memoria de Campo Elías Galindo Álvarez, intelectual y líder social que deja huella en la comunidad académica y política.



María Botero Mesa, octubre 5 de 2020

La vida continúa. 
Hace cinco días la muerte se nos sentó en el pecho. Y hoy la vida continúa. 

No fue la muerte como tal la que me hizo llorar sin consuelo esa tarde del primer día de octubre. Fue la acción humana: a Campo lo mataron. 

“Por pensar” me dije, lo mataron por pensar y decir lo que pensaba y porque al hacerlo podía cambiar el curso de las cosas. Lo mataron entonces queriendo negar el cambio. 

En una carta a su madre, a los 17 años, Campo dice con orgullo que sabe que ha cambiado y que por eso se considera “el más vivo de los vivientes” porque fue de los que nacen para buscar la verdad y eso le permite estar dispuesto a todos los cambios que esa búsqueda le imponga. “Continua evolución es eterna juventud” afirma. 

Pienso que morir es parte de esos cambios y no el final de su búsqueda. Uno-porque su búsqueda no es individual; dos-porque las convicciones que le hicieron sentirse “el más vivo de los vivientes” siguen vivas en su legado; tres- porque matar para evitar el cambio profundiza nuestra convicción en la necesidad de ese cambio, acrecienta nuestro coraje, impulsa nuestra capacidad de hacernos colectivo y hace que recordemos con más fuerza las palabras, acciones, gestos, enseñanzas y preguntas que compartimos con él. 

Lo mataron queriendo negar el cambio pero lo que hicieron fue afirmarlo. Siento que la verdad es el movimiento y no la quietud y quienes acuden a la muerte buscando aquietar se equivocan: morir hace parte de lo que somos, y somos movimiento. Morir es una de las grandes verdades y por eso quienes buscamos la verdad no le tememos a la muerte. La muerte es lo contrario a la quietud. 

Quien teme al cambio teme a la verdad, y quien teme a la verdad le teme a la muerte. Por eso nos matan, porque ellos temen morir y porque saben que nosotras y nosotros, que vivimos sin miedo, tenemos el poder. 

Yo no me siento frágil por ser mortal. Yo no me siento débil por sentir dolor. Duele profundamente que nos disparen, que nos apuñaleen, que nos corten la vida. Pero nuestro dolor y nuestro sentir no les pertenecen a quienes lo causan. Ellos no logran nada. Quienes arrebatan la vida, no logran nada más que cargar con su propia miseria, y ojalá, por el bien de todos y todas incluidos ellos mismos, decidan soltarla. 

Nuestro dolor no les pertenece porque nuestro dolor es también nuestra fuerza porque nos recuerda lo esencial, nos mueve y nos con-mueve, nos impulsa a cambiar lo que debemos cambiar y nos une en el abrazo profundo de quienes cuidan la vida. Junto a Oriana y Gonzalo, nos hermanamos todos y todas las que no hemos sido criadas para la guerra y que como ella y él hemos aprendido a montar en bicicleta sin tener miedo de seguir pedaleando aún después de que la mano cariñosa de quien cría nos suelte y confiando en nosotrxs nos vea continuar. 

Sí, la vida continúa y continuaremos defendiéndola y gozándola a plenitud.




CICATRICES 

Por: María Adelaida Galeano P.

Si las cicatrices del alma se me dibujaran en la piel, sería evidente que las lesiones no se circunscriben a un pasado reciente, y quedaría al descubierto que su génesis se remonta casi a la del mismo cuerpo, pues cada una se ha tomado su espacio desde que mis ojos y mente aprendieron a trabajar en equipo para hacer memoria de una Colombia cruel. 

Quizás el más sensato sentido de la cicatriz sea el recordarnos, recordarnos que algo que nos hizo sufrir entre leve e intensamente forma parte de nuestra vida y adquiere un sentido particular, porque corresponde a una historia que, en su momento, percibimos con un sabor, olor, color o sentimiento específicos que la habrá hecho sin igual a las demás. 

No sé si debiera extraer algún aprendizaje de cada uno de estos recuerdos que albergan mis cicatrices, pero lo que sí sé, es que la memoria que he edificado y reconstruyo día a día a partir de lo que sucede en tan agitado contexto, no está hecha para alimentar desesperanza, rencor, ni mucho menos deseos de violencia o venganza. 

Creo que la mejor manera de solidarizarnos con las víctimas de estas cadenas de distopía, hasta donde invisiblemente viajo para acompañarlos cuando también me duele su sufrimiento, es precisamente abogar por otros valores y sentimientos contrarios a los ánimos destructivos, capaces de sembrar empatía, transformar y sanar.

Homenaje a Campo Elías Galindo A., Medellín. Octubre de 2020



Mi última gran cicatriz, fruto de esa matriz de convulsión social basada en la indolencia, injusticia y los odios, escapa sin embargo a la línea subsistente por tantos años; lo excepcional en ella, es que su detonante me alcanzó demasiado cerca: tocó la vida del padre de un amigo, y no cualquier amigo.

Con Galindo hijo, he compartido espacios universitarios tejidos por el diálogo y las relaciones fraternas; he crecido en ambientes de respeto que se nutren de la diversidad de miradas y se abren a las voces de “los otros”; he ampliado mi visión en unión con perspectivas críticas y que nos invitan a posibilidades de acción más humanas desde el derecho.

Con Galindo hijo, pusimos granitos de arena para que una comunidad olvidada por el Estado cuente con el derecho humano al agua potable; viajamos fuera de la ciudad para aprender del encuentro entre semilleros académicos; nos reunimos en la sala de cine para descubrir lo que nos cuentan las películas; hemos sabido lo que es trabajar en equipo para que la idea de Derecho, Resistencia y Movimientos Sociales llegue hasta un auditorio con la presencia de quienes más merecen ser escuchados; y también, hemos soñado con que en este país se conquiste la paz.

A Galindo padre, líder social e intelectual que también le apostaba a un cambio, lo conocí y lo seguiré conociendo a través de su hijo, mi amigo y compañero de aventuras intensas, dotadas de vigorosidad juvenil y trazadas por búsquedas sabias; además del legado con el que Campo Elías nos sigue acompañando, y que muchos acogemos como nuestro.

Aunque esta última gran cicatriz tomará su tiempo en cerrar, la esperanza y la alegría al reconocer nuestro potencial creativo y transformador, es lo que me impulsa para seguir adelante, para creer, para mantener firme el propósito de construcción incansable de otras realidades.

Porque la existencia de nuestras cicatrices no ha de ser en vano, y por más grandes y vulnerables que puedan ser, ¡por más que duelan!, su destino no ha de reducirse a su mera colección para la lamentación, al contrario, han de trascender a una memoria con sentido que nos conecte constantemente con el sentir de los otros, que nos llame con fuerza a seguir dándolo todo para destrabar el rompecabezas de nuestra historia y para aportar a un proyecto de sociedad distinto, ese con el que Campo Elías Galindo Álvarez también soñó y por el que tanto entregó.

viernes, 9 de octubre de 2020

¡SEGUIMOS UNIDOS! PORQUE TRAS UNA VOZ QUE SE APAGA HAY MUCHAS QUE LA ENCIENDEN

 COMUNICADO A LA OPINIÓN PÚBLICA

“De la mano de las Ciudadanías Libres, la sociedad colombiana es hoy más crítica que en años anteriores y más sensible a los abusos y a la arbitrariedad de las élites que gobiernan”

Campo Elías Galindo Álvarez

No son tiempos para nada fáciles, nadie nos dijo que lo fueran a ser, nadie nos prometió que el paraíso sería nuestro, y mucho menos, nos dijeron que fuéramos a estar a salvo. Al contrario de ello, esta realidad se ha empeñado en demostrarnos, desde que la conocemos, de los riesgos que implica creer en lo que creemos, soñar con lo que soñamos y ser quienes somos; y aunque hemos sido conscientes de esto, no deja de doler que la experiencia atrapada en un “Nos están matando” no sea una frase hueca sin sustento, ¡ojalá lo fuera!, pues es la materialización de la irracionalidad y el odio la que hoy nos acecha y nos mira a los ojos, pretendiendo que el miedo nos consuma, y que al fin explota la burbuja que se pretendía intacta, que nos sacude, y nos dice “¡despierta, que no soy un fantasma!”.

El asesinato del líder social e intelectual Campo Elías Galindo Álvarez, padre de nuestro querido compañero y amigo Gonzalo Galindo Delgado, integrante del Semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas, es un acontecimiento que rechazamos y lamentamos desde lo más profundo de nuestro ser, que dolorosamente se suma a la violencia sistemática que vivimos actualmente en nuestro país, Colombia, en contra de defensores de derechos humanos, líderes sociales y excombatientes de las FARC, y que atenta decididamente contra los esfuerzos de construcción de paz.

A pesar de este duro golpe que nos atraviesa el alma, no nos quedamos con el dolor paralizante, ya que reconocemos que este no deja de ser un hecho que nos recuerda a gritos la urgencia de formarnos continuamente en pensamiento crítico, de mantener nuestro compromiso y acciones por una transformación social, y el valor y respeto necesarios hacia voces valientes que se atreven a leer agudamente nuestros contextos, a denunciar las injusticias y a apostarle a un HOY distinto, más incluyente y respetuoso de los derechos.

Por eso, más que nunca, los integrantes del Semillero tenemos la certeza de que estos sentimientos y propósitos tan valiosos y esenciales para nuestra sociedad, están y permanecerán vivos en cada uno de nosotros, así como en todos nuestros proyectos conjuntos. Nuestros encuentros en los pasillos y aulas de clase universitarias de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, han sido testigos desde nuestros inicios de esa chispa común para estudiar con ilusión, para dialogar con respeto en medio de la diferencia, para soñar con firmeza, para aceptar la pluralidad, para construir colectivamente, para vivir y sentir que los vínculos fraternos conformados por el más fino de los tejidos humanos nunca se pueden romper, NUNCA.

Nuestra experiencia nos deja lecciones de por vida que nos señalan cómo el consenso social, la aceptación del otro, la sana convivencia, el afecto, la humildad, la horizontalidad en las relaciones, el respeto, la empatía, la discusión con base en las ideas, en la participación y la escucha, son elementos clave de un proceso de construcción de paz y cambio social, objetivo por el que muchos venimos trabajando, objetivo por el que Campo Elías venía alzando su voz, compartiendo sus conocimientos y estructurando sus análisis. Esto nos convence de que la mejor forma de honrar su memoria, así como la de todas las personas que han entregado su vida por estas causas en nuestro país, es continuar con estas luchas hechas a punta de esos vínculos fraternos que tristemente se nos convierten, no pocas veces, en batallas a muerte.

Gonza, hoy te abrazamos con la seguridad de que somos, también, los que fueron y son con nosotros. Las enseñanzas de tu padre son reflejo, y a su vez, convencimiento firme de cambio, de esperanza, de amor y de lucha por y con las ciudadanías libres, aquellas que se toman de las manos y unen sus voces contra las injusticias sociales y contra la infamia del terror. Hoy queremos ser expresión de esa actitud decidida, vehemente e inamovible, para seguir construyendo los vínculos que hemos de tejer en nuestro camino, que serán soporte de nuestras causas, ideas, sentimientos y argumentos, pilares de una fortaleza inquebrantable de transformación social.

Sí, tomados de las manos y uniendo nuestras voces, nos solidarizamos con vos y con tu familia. Te acompañamos desde lo más profundo de nuestros seres para mantener el legado de tu padre que, por su sensibilidad y compromiso social, también es un legado de cada uno de los integrantes del Semillero. Ya no más asesinatos, ya no más violencia, ya no más irracionalidad, ya no más odio; por favor, ¡YA NO MÁS!

Ni la más cruel de las violencias nos condenará al silencio, porque creer y darlo todo por otro mundo posible no es ingenuidad, es la sensatez de la esperanza.

Semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas

Universidad de Antioquia

Octubre de 2020