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miércoles, 28 de octubre de 2020

EN MEMORIA DE CAMPO ELÍAS GALINDO ÁLVAREZ

En un escenario colombiano tan difícil como el actual, donde las acciones de violencia nos acechan con mayor ímpetu y la construcción de paz se ve atacada por la misma muerte, es necesario avivar los lazos de solidaridad y los tejidos de esperanza que nos acerquen a una realidad social más justa, respetuosa por la vida, los derechos y la diferencia. Sin olvidar a aquellos que han visto sacrificada su propia existencia a favor de estas causas que defienden la transformación social, compartimos mediante esta publicación algunos sentimientos y reflexiones que nos emergen, en torno a la memoria de Campo Elías Galindo Álvarez, intelectual y líder social que deja huella en la comunidad académica y política.



María Botero Mesa, octubre 5 de 2020

La vida continúa. 
Hace cinco días la muerte se nos sentó en el pecho. Y hoy la vida continúa. 

No fue la muerte como tal la que me hizo llorar sin consuelo esa tarde del primer día de octubre. Fue la acción humana: a Campo lo mataron. 

“Por pensar” me dije, lo mataron por pensar y decir lo que pensaba y porque al hacerlo podía cambiar el curso de las cosas. Lo mataron entonces queriendo negar el cambio. 

En una carta a su madre, a los 17 años, Campo dice con orgullo que sabe que ha cambiado y que por eso se considera “el más vivo de los vivientes” porque fue de los que nacen para buscar la verdad y eso le permite estar dispuesto a todos los cambios que esa búsqueda le imponga. “Continua evolución es eterna juventud” afirma. 

Pienso que morir es parte de esos cambios y no el final de su búsqueda. Uno-porque su búsqueda no es individual; dos-porque las convicciones que le hicieron sentirse “el más vivo de los vivientes” siguen vivas en su legado; tres- porque matar para evitar el cambio profundiza nuestra convicción en la necesidad de ese cambio, acrecienta nuestro coraje, impulsa nuestra capacidad de hacernos colectivo y hace que recordemos con más fuerza las palabras, acciones, gestos, enseñanzas y preguntas que compartimos con él. 

Lo mataron queriendo negar el cambio pero lo que hicieron fue afirmarlo. Siento que la verdad es el movimiento y no la quietud y quienes acuden a la muerte buscando aquietar se equivocan: morir hace parte de lo que somos, y somos movimiento. Morir es una de las grandes verdades y por eso quienes buscamos la verdad no le tememos a la muerte. La muerte es lo contrario a la quietud. 

Quien teme al cambio teme a la verdad, y quien teme a la verdad le teme a la muerte. Por eso nos matan, porque ellos temen morir y porque saben que nosotras y nosotros, que vivimos sin miedo, tenemos el poder. 

Yo no me siento frágil por ser mortal. Yo no me siento débil por sentir dolor. Duele profundamente que nos disparen, que nos apuñaleen, que nos corten la vida. Pero nuestro dolor y nuestro sentir no les pertenecen a quienes lo causan. Ellos no logran nada. Quienes arrebatan la vida, no logran nada más que cargar con su propia miseria, y ojalá, por el bien de todos y todas incluidos ellos mismos, decidan soltarla. 

Nuestro dolor no les pertenece porque nuestro dolor es también nuestra fuerza porque nos recuerda lo esencial, nos mueve y nos con-mueve, nos impulsa a cambiar lo que debemos cambiar y nos une en el abrazo profundo de quienes cuidan la vida. Junto a Oriana y Gonzalo, nos hermanamos todos y todas las que no hemos sido criadas para la guerra y que como ella y él hemos aprendido a montar en bicicleta sin tener miedo de seguir pedaleando aún después de que la mano cariñosa de quien cría nos suelte y confiando en nosotrxs nos vea continuar. 

Sí, la vida continúa y continuaremos defendiéndola y gozándola a plenitud.




CICATRICES 

Por: María Adelaida Galeano P.

Si las cicatrices del alma se me dibujaran en la piel, sería evidente que las lesiones no se circunscriben a un pasado reciente, y quedaría al descubierto que su génesis se remonta casi a la del mismo cuerpo, pues cada una se ha tomado su espacio desde que mis ojos y mente aprendieron a trabajar en equipo para hacer memoria de una Colombia cruel. 

Quizás el más sensato sentido de la cicatriz sea el recordarnos, recordarnos que algo que nos hizo sufrir entre leve e intensamente forma parte de nuestra vida y adquiere un sentido particular, porque corresponde a una historia que, en su momento, percibimos con un sabor, olor, color o sentimiento específicos que la habrá hecho sin igual a las demás. 

No sé si debiera extraer algún aprendizaje de cada uno de estos recuerdos que albergan mis cicatrices, pero lo que sí sé, es que la memoria que he edificado y reconstruyo día a día a partir de lo que sucede en tan agitado contexto, no está hecha para alimentar desesperanza, rencor, ni mucho menos deseos de violencia o venganza. 

Creo que la mejor manera de solidarizarnos con las víctimas de estas cadenas de distopía, hasta donde invisiblemente viajo para acompañarlos cuando también me duele su sufrimiento, es precisamente abogar por otros valores y sentimientos contrarios a los ánimos destructivos, capaces de sembrar empatía, transformar y sanar.

Homenaje a Campo Elías Galindo A., Medellín. Octubre de 2020



Mi última gran cicatriz, fruto de esa matriz de convulsión social basada en la indolencia, injusticia y los odios, escapa sin embargo a la línea subsistente por tantos años; lo excepcional en ella, es que su detonante me alcanzó demasiado cerca: tocó la vida del padre de un amigo, y no cualquier amigo.

Con Galindo hijo, he compartido espacios universitarios tejidos por el diálogo y las relaciones fraternas; he crecido en ambientes de respeto que se nutren de la diversidad de miradas y se abren a las voces de “los otros”; he ampliado mi visión en unión con perspectivas críticas y que nos invitan a posibilidades de acción más humanas desde el derecho.

Con Galindo hijo, pusimos granitos de arena para que una comunidad olvidada por el Estado cuente con el derecho humano al agua potable; viajamos fuera de la ciudad para aprender del encuentro entre semilleros académicos; nos reunimos en la sala de cine para descubrir lo que nos cuentan las películas; hemos sabido lo que es trabajar en equipo para que la idea de Derecho, Resistencia y Movimientos Sociales llegue hasta un auditorio con la presencia de quienes más merecen ser escuchados; y también, hemos soñado con que en este país se conquiste la paz.

A Galindo padre, líder social e intelectual que también le apostaba a un cambio, lo conocí y lo seguiré conociendo a través de su hijo, mi amigo y compañero de aventuras intensas, dotadas de vigorosidad juvenil y trazadas por búsquedas sabias; además del legado con el que Campo Elías nos sigue acompañando, y que muchos acogemos como nuestro.

Aunque esta última gran cicatriz tomará su tiempo en cerrar, la esperanza y la alegría al reconocer nuestro potencial creativo y transformador, es lo que me impulsa para seguir adelante, para creer, para mantener firme el propósito de construcción incansable de otras realidades.

Porque la existencia de nuestras cicatrices no ha de ser en vano, y por más grandes y vulnerables que puedan ser, ¡por más que duelan!, su destino no ha de reducirse a su mera colección para la lamentación, al contrario, han de trascender a una memoria con sentido que nos conecte constantemente con el sentir de los otros, que nos llame con fuerza a seguir dándolo todo para destrabar el rompecabezas de nuestra historia y para aportar a un proyecto de sociedad distinto, ese con el que Campo Elías Galindo Álvarez también soñó y por el que tanto entregó.

viernes, 9 de octubre de 2020

¡SEGUIMOS UNIDOS! PORQUE TRAS UNA VOZ QUE SE APAGA HAY MUCHAS QUE LA ENCIENDEN

 COMUNICADO A LA OPINIÓN PÚBLICA

“De la mano de las Ciudadanías Libres, la sociedad colombiana es hoy más crítica que en años anteriores y más sensible a los abusos y a la arbitrariedad de las élites que gobiernan”

Campo Elías Galindo Álvarez

No son tiempos para nada fáciles, nadie nos dijo que lo fueran a ser, nadie nos prometió que el paraíso sería nuestro, y mucho menos, nos dijeron que fuéramos a estar a salvo. Al contrario de ello, esta realidad se ha empeñado en demostrarnos, desde que la conocemos, de los riesgos que implica creer en lo que creemos, soñar con lo que soñamos y ser quienes somos; y aunque hemos sido conscientes de esto, no deja de doler que la experiencia atrapada en un “Nos están matando” no sea una frase hueca sin sustento, ¡ojalá lo fuera!, pues es la materialización de la irracionalidad y el odio la que hoy nos acecha y nos mira a los ojos, pretendiendo que el miedo nos consuma, y que al fin explota la burbuja que se pretendía intacta, que nos sacude, y nos dice “¡despierta, que no soy un fantasma!”.

El asesinato del líder social e intelectual Campo Elías Galindo Álvarez, padre de nuestro querido compañero y amigo Gonzalo Galindo Delgado, integrante del Semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas, es un acontecimiento que rechazamos y lamentamos desde lo más profundo de nuestro ser, que dolorosamente se suma a la violencia sistemática que vivimos actualmente en nuestro país, Colombia, en contra de defensores de derechos humanos, líderes sociales y excombatientes de las FARC, y que atenta decididamente contra los esfuerzos de construcción de paz.

A pesar de este duro golpe que nos atraviesa el alma, no nos quedamos con el dolor paralizante, ya que reconocemos que este no deja de ser un hecho que nos recuerda a gritos la urgencia de formarnos continuamente en pensamiento crítico, de mantener nuestro compromiso y acciones por una transformación social, y el valor y respeto necesarios hacia voces valientes que se atreven a leer agudamente nuestros contextos, a denunciar las injusticias y a apostarle a un HOY distinto, más incluyente y respetuoso de los derechos.

Por eso, más que nunca, los integrantes del Semillero tenemos la certeza de que estos sentimientos y propósitos tan valiosos y esenciales para nuestra sociedad, están y permanecerán vivos en cada uno de nosotros, así como en todos nuestros proyectos conjuntos. Nuestros encuentros en los pasillos y aulas de clase universitarias de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, han sido testigos desde nuestros inicios de esa chispa común para estudiar con ilusión, para dialogar con respeto en medio de la diferencia, para soñar con firmeza, para aceptar la pluralidad, para construir colectivamente, para vivir y sentir que los vínculos fraternos conformados por el más fino de los tejidos humanos nunca se pueden romper, NUNCA.

Nuestra experiencia nos deja lecciones de por vida que nos señalan cómo el consenso social, la aceptación del otro, la sana convivencia, el afecto, la humildad, la horizontalidad en las relaciones, el respeto, la empatía, la discusión con base en las ideas, en la participación y la escucha, son elementos clave de un proceso de construcción de paz y cambio social, objetivo por el que muchos venimos trabajando, objetivo por el que Campo Elías venía alzando su voz, compartiendo sus conocimientos y estructurando sus análisis. Esto nos convence de que la mejor forma de honrar su memoria, así como la de todas las personas que han entregado su vida por estas causas en nuestro país, es continuar con estas luchas hechas a punta de esos vínculos fraternos que tristemente se nos convierten, no pocas veces, en batallas a muerte.

Gonza, hoy te abrazamos con la seguridad de que somos, también, los que fueron y son con nosotros. Las enseñanzas de tu padre son reflejo, y a su vez, convencimiento firme de cambio, de esperanza, de amor y de lucha por y con las ciudadanías libres, aquellas que se toman de las manos y unen sus voces contra las injusticias sociales y contra la infamia del terror. Hoy queremos ser expresión de esa actitud decidida, vehemente e inamovible, para seguir construyendo los vínculos que hemos de tejer en nuestro camino, que serán soporte de nuestras causas, ideas, sentimientos y argumentos, pilares de una fortaleza inquebrantable de transformación social.

Sí, tomados de las manos y uniendo nuestras voces, nos solidarizamos con vos y con tu familia. Te acompañamos desde lo más profundo de nuestros seres para mantener el legado de tu padre que, por su sensibilidad y compromiso social, también es un legado de cada uno de los integrantes del Semillero. Ya no más asesinatos, ya no más violencia, ya no más irracionalidad, ya no más odio; por favor, ¡YA NO MÁS!

Ni la más cruel de las violencias nos condenará al silencio, porque creer y darlo todo por otro mundo posible no es ingenuidad, es la sensatez de la esperanza.

Semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas

Universidad de Antioquia

Octubre de 2020


lunes, 30 de mayo de 2016

DERECHOS PARA LA VIDA: EN MINGA POR LOS DERECHOS HUMANOS



fuente: red internacional Comunidad Pachamama

DERECHOS PARA LA VIDA*:
EN MINGA POR LOS DERECHOS HUMANOS

por: Camilo Galíndez Narváez

Cuando hablamos de derechos humanos nos referimos sin lugar a dudas a una de las grandes conquistas de la sociedad occidental contra los excesos del poder frente a las libertades individuales. Estos se  gestan en los centros urbanos de las potencias europeas en el siglo XVIII y se ha venido reinventando a lo largo de la historia reciente gracias a incesantes procesos de movilización por parte de grupos sociales víctimas de la exclusión y la injusticia social. (Santos, 2002)

Estas movilizaciones han tenido como objetivos tanto la apropiación y el cumplimiento de los derechos constituidos como la presión por constituir nuevos derechos. De esta forma, lo que inicialmente comprendía solo aspectos relativos a libertades individuales ha sido reconfigurado para incluir también derechos sociales, económicos y culturales, y cada vez más decididamente, derechos propios de  la globalización tecnológica como los relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación.

En todo este proceso de continua reinvención de los derechos humanos quiero resaltar un aspecto que caracteriza toda la construcción actual de los derechos humanos por parte de la sociedad mayoritaria; la cual tiene que ver con la perspectiva ontológica hegemónica a partir de la cual construimos, entendemos y nos relacionamos con el mundo, y es la reproducción de la concepción dualista del mundo, propia de la modernidad occidental capitalista que tiende a separar lo humano de lo no humano, lo social de lo natural, lo vivo (vida/orgánico) de lo inerte (materia/inorgánico), entre otros dualismos.

Además de que la comprensión occidental hegemónica del mundo tiende a separar las entidades constitutivas de los fenómenos de la naturaleza de aquellas constitutivas de los fenómenos de lo social y lo cultural, establece una relación jerárquica entre ellas, de modo que se privilegia una concepción antropocéntrica del mundo que reclama permanentemente dominio sobre la naturaleza. Esta visión es además sustentada por la ciencia occidental la cual, enarbolando las banderas de la racionalidad y con pretensiones de universalidad, cataloga lo que está por fuera de sus fronteras como meras creencias o expresiones de fe, que automáticamente se les adjetiva como irracionales o atrasadas (Escobar, 2013).

Una de las tesis fundamentales sobre las que se cimienta la ciencia occidental, que se enseña además en las escuelas desde las etapas más tempranas de formación, es que el mundo está compuesto por un conjunto de seres vivos (bióticos) y no vivos (abióticos). Si nos educan en  la convicción de que el  suelo, el agua y las rocas son inertes, lógicamente nos resulta difícil pensar en extender el ámbito de protección de los derechos a estos.
fuente: http://www.slideshare.net/antheso/ecosistema-nivel-bsico-parte-ii

Sin embargo, a esta concepción dualista y antropocéntrica del mundo se opone la visión de los pueblos originarios, quienes proponen una forma distinta de construir, entender y relacionarse con el mundo, lo cual podríamos denominar como una ontología relacional en las palabras de Escobar (2012).

De acuerdo con esta ontología, las  relaciones duales que se tejen entre los binarios naturaleza-cultura, humano- no humano, vivo-inerte, no son convenientes pues su concepción del mundo está basada sobre  relaciones horizontales de continuidad entre las entidades que conforman el ámbito de lo humano y no humano, de lo social y lo natural. De esta forma, no se podría establecer una estricta separación entre estos fenómenos.

“Las rocas tienen vida, por eso están ahí, como los huesos, sosteniendo la pulpa de la tierra (…) El agua es medicinal porque tiene vida, tiene aliento…También el pensamiento y el sentir es vida y territorio”.[1]

Partiendo de la idea de que el derecho es un producto de los contextos sociales en los que se gesta y opera, lo que se ha convertido en el discurso dominante de los derechos humanos no es más que la concepción occidental, y más específicamente, eurocéntrica de los derechos humanos. Se trata de unos principios éticos de carácter local, atados a la tradición cultural dominante que tuvieron éxito al  extenderse por todo el globo con su pretensión universal, adquiriendo la capacidad de designar a otras concepciones como provinciales o locales. (Santos, 2002)

En este orden de ideas, los derechos humanos tal como los conocemos hoy en día reproducen la concepción hegemónica dualista y antropocéntrica del mundo; basta con apreciar su  denominación para darse cuenta de ello.

Adicionalmente, si aceptamos que este grupo de derechos encarna los intereses más valiosos para la humanidad, su ámbito de protección debería estar orientado a  superar sus problemas más sensibles. Mientras que para la concepción ontológica dominante, el punto crítico está en la protección prioritaria del humano, para las concepciones ontológicas no dualistas, características de pueblos originarios, el ámbito de protección debe ser integral, comprendiendo tanto lo humano como  lo no humano, lo natural como lo social, lo vivo como lo inerte, sin perder de vista las profundas interrelaciones entre estos binarios.

Para la concepción de los pueblos originarios sobre el mundo, nada existe por sí mismo ni es  independiente de las relaciones que lo constituyen, por el contrario  se tejen relaciones de  inter-existencia (Escobar, 2013) entre todo lo que hace parte de él; una planta existe porque el agua, el suelo, las rocas, la lluvia, las nubes, los animales también lo hacen. Si se trata entonces de un sistema interrelacional entre todos los seres que hacen parte de este sistema planetario, brindarle protección al humano implica también extendérsela a todos los seres que permiten su existencia. Los derechos para la vida son una propuesta postdualista y no antropocéntrica de los derechos humanos que entiende que los problemas más sensibles para la humanidad no se reducen únicamente al ámbito de lo humano, sino que comprende la complejidad sistémica en la que éste es apenas una pequeña parte del engranaje.

Si bien en procesos mucho más recientes y contextualmente locales se ha logrado extender el ámbito de protección de los derechos a la naturaleza, como es el caso de las constituciones de Bolivia y Ecuador, lo cual es un gran avance, es todavía una concepción dualista, pero cada vez menos antropocéntrica de los derechos. La idea subyacente es que los derechos humanos son distintos a los derechos de la naturaleza, lo cual no es apropiado dentro de la ontología relacional de los pueblos originarios.

Ante la profunda crisis ecológica que se avizora en tiempos cercanos, es cada vez más necesario repensar  los problemas prioritarios de la humanidad en este nuevo contexto de creciente incertidumbre sobre las condiciones para la  continuidad de la vida en nuestro planeta. Frente a este panorama, retomo las palabras de Gustavo Esteva desde las experiencias autonómicas en Oaxaca y Chiapas,  “Lejos de ser una propuesta romántica, esta postura resulta enteramente pragmática” (445: 5, 2009)

Bibliografía de apoyo
- Escobar, Arturo. (2012). Cultura y diferencia: la ontología política del campo de cultura y desarrollo. Revista Walekeru. Recuperado de http://edu-library.com/es/walekeru
- Escobar, Arturo (2013). En el trasfondo de nuestra cultura: la tradición racionalista y el problema del dualismo ontológico. Universidad de Carolina del Norte. Chapel Hill. Disponible  en http://www.scielo.org.co/pdf/tara/n18/n18a01

- Esteva, Gustavo (2009). Más allá del desarrollo: la buena vida. América Latina en Movimiento
- Santos, Boaventura (2002). Hacia una interpretación multicultural de los derechos humanos. Revista El Otro Derecho, n° 28, julio de 2002. ILSA. Bogotá D.C. disponible en http://www.uba.ar/archivos_ddhh/image/Sousa%20-%20Concepci%C3%B3n%20multicultural%20de%20DDHH.pdf




*Es preciso aclarar que el término  “derechos para la vida”  no es una propuesta original  de mi autoría, por el contrario  es un concepto  que surge a partir del diálogo con los médicos tradicionales de la comunidad indígena de San Lorenzo, Caldas, a quienes agradezco por sus enseñanzas.

[1] Palabras de uno de los médicos tradicionales de la comunidad indígena de San Lorenzo en charla sobre ley de origen. 23 de abril de 2016

domingo, 22 de marzo de 2015

Y EN MEDELLÍN... ¿CELEBRAREMOS EL DÍA MUNDIAL DEL AGUA?


Por: Sara Lopera

Foto: Diario ADN


El próximo domingo 22 de marzo, la ONU celebrará nuevamente, como lo ha hecho hace veintidós años, el día mundial del agua. Esta vez el tema será “Agua y Desarrollo Sostenible”, acompañado de un lema publicitariamente bien pensado: “La humanidad necesita agua. Una gota de agua es flexible. Una gota de agua es poderosa. Una gota de agua es más necesaria que nunca”. 

Este evento invita a una gran reflexión que debemos hacernos en el país y especialmente en nuestra ciudad, ¿realmente amerita una celebración por el agua, o más bien, es un buen momento para que todos los ciudadanos nos indignemos por ser un municipio capaz de abastecer a otros países de este recurso, pero incapaz de darle un mínimo vital a las personas que viven en los barrios más afectados por la violencia y la miseria?

En la Comuna 8, un barrio que queda a solo diez minutos del centro, se encuentra uno de los casos más preocupantes de la ciudad. Según La Mesa Interbarrial de desconectados en Medellín, en un boletín publicado en diciembre del año pasado, cerca de 15 mil personas tienen escasez de agua potable en este lugar, y más de 30 mil familias no cuentan con un adecuado sistema de alcantarillado.

La situación en la que se encuentra Villa Hermosa (comuna 8), es la misma por la que están pasando los habitantes de los barrios Popular, Santa Cruz, Manrique, Aranjuez y Buenos Aires. “En la ciudad lo más grave lo constituye la desconexión de más de 40.000 hogares, que se les corta y/o suspende, del agua y de la luz, ya que con esto se está afectando más directamente la dignidad de las familias, vulnerando sus derechos humanos fundamentales”, afirmó Carlos Velásquez, perteneciente a La Mesa Interbarrial, en un artículo publicado el 2010 en el sitio oficial de la organización. 


¿Por qué las Empresas Públicas de Medellín les cortan el servicio de agua a estas personas? ¿No es acaso el agua una necesidad para la vida digna de todo ser humano? 

Acá, posiblemente, se encuentra la disyuntiva que han protagonizado una serie de tutelas, sentencias, habitantes de estos barrios periféricos y las EPM: ¿el agua es vista desde la institución como un bien social o como una mercancía? 

En principio, la constitución del 91 no consagró el agua ni el servicio público domiciliario como un derecho fundamental, como sí lo hizo con la vida, la libertad o el libre desarrollo de la personalidad. Sin embargo, un año más tarde la Corte Constitucional reconoció el carácter fundamental de este bien por medio de la sentencia T-578, ya que, “el agua constituye fuente de vida y la falta del servicio atenta directamente contra el derecho fundamental a la vida de las personas”. 

A este pequeño avance, se le sumaron posteriormente otras decisiones judiciales que abogaban por la salud y la vida digna, reconociendo que estas eran también derechos fundamentales. El argumento esencial que justifica estos fallos es que el derecho a la vida no puede reducirse al mero hecho de sobrevivir en cualquier tipo de condiciones, sino que se debe entender como una garantía a favor del ciudadano de contar con los medios y oportunidades necesarias para vivir dignamente. 

Todo esto parece una obviedad en el mundo del deber ser. Así debería de ser, y no tendrían ni siquiera que decirlo en una Constitución, como repetía una y otra vez Jaime Garzón. Pero el ser, esta realidad loca, está muy alejada de lo que dictan las leyes. ¿Contra quién estamos luchando para que se cumplan éstas condiciones mínimas que son las aseguradoras de un país inclusivo y equitativo? ¿Quién se opone a darle un mínimo vital a las poblaciones más aporreadas de Medellín, muchas desplazadas del campo, que buscan una oportunidad para reconstruir nuevos tejidos sociales? 

La lucha ha sido constante por parte de organizaciones que nacen desde los mismos barrios de la mano de la academia. La Mesa Interbarrial de desconectados de Medellín es un claro ejemplo; una articulación de diferentes barrios y comunidades que se integran en torno al tema de la desconexión de los servicios públicos domiciliarios con la intención de reivindicar la vida digna en los sectores populares. 

Ellos, en compañía de la Corporación Jurídica Libertad, han tenido victorias significativas como lo fue la sentencia T-717/10, la cual estableció por primera vez que las familias clasificadas dentro del nivel 1 del Sisbén, por no tener las condiciones socioeconómicas necesarias para pagar el servicio, tienen derecho a acceder a un mínimo vital de agua, y en ninguna instancia la empresa les puede cortar por completo su fuente de agua. También es destacable que en esta ocasión la Corte Constitucional no aceptó ninguno de los argumentos que EPM ha usado en muchas ocasiones para desconectar a tantas familias en la ciudad, sobreponiendo la condición del pago para acceder al agua, al derecho que tenemos todas las personas al buen vivir sin importar nuestras capacidades económicas. 

Estos pequeños logros, más que darles una solución inmediata a las personas que hoy no cuentan con agua potable en sus casas ni en sus barrios, tienen un valor simbólico, de legitimidad y reconocimiento que se han ganado todos los líderes de los barrios que han luchado por una mejora de su entorno, de sus familias y vecinos. Además, todos los procesos y su promulgación han llevado a una notable apropiación y conocimiento de los habitantes de estos barrios por sus derechos, y la esperanza en ellos de que en un futuro, como pocas veces, la justicia se pueda hacer tangible al poder tomarse un vaso de agua limpia todos los días.

* * *

TE INVITAMOS A COMENTAR EL TEMA A PARTIR DE LA PREGUNTA QUE NOS PROPONE LA AUTORA DEL TEXTO:

¿Qué opinan los lectores acerca de las políticas públicas en Medellín (esto incluiría también a EPM) que regulan la prestación de los servicios públicos, y especialmente, el servicio del agua?


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viernes, 29 de noviembre de 2013

RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL ¿UNA POLÍTICA DE EMPRESA O UNA ESTRATEGIA DE MARKETING?


En vísperas del  segundo Foro de las Naciones Unidas sobre las Empresas y los Derechos Humanos que tendrá lugar en Ginebra del 2 al 4 de Diciembre de 2013, conviene reflexionar un poco sobre un fenómeno que se ha ido generalizando en el campo mercantil, éste responde al nombre de Responsabilidad Social Empresarial (RSE).

Anteriormente, bajo los postulados de la teoría clásica de la economía, se entendía que la única responsabilidad social de las empresas era de orden económico y consistía en generar beneficios de ésta índole, tales como incrementar las utilidades, maximizar el beneficio, asegurar la rentabilidad o generar riqueza[1]. No obstante, recientemente se ha ido expandiendo una nueva doctrina sobre la razón de ser de las empresas, según la cual éstas, antes de perseguir propósitos económicos, están llamadas a responder a finalidades sociales, sirviendo como un medio encaminado al bienestar general y la justicia social.

Vista así, la RSE aparece como una corriente subversiva tendiente a impulsar cambios estructurales en el orden social establecido. Sin embargo, la reflexión que pretendemos plantear en este escrito, busca ahondar más en los orígenes de esta nueva doctrina, para comprender, desde ellos, las manifestaciones actuales de la RSE en medio de una innegable tensión entre hegemonía y contrahegemonía.

De este modo, al auscultar dichos orígenes, encontramos que, a partir de los años 90’s, varias empresas multinacionales o transnacionales (EM o ET), tales como Gap, Nike, Levi Strauss y Disney, se convirtieron en objeto de una serie de escándalos perturbadores que denunciaban las pésimas condiciones laborales que regían al interior de sus líneas de producción[2]. Como consecuencia de la indignación generalizada que esto produjo en los grupos de consumidores, se empezaron a adelantar campañas de boicot para obligar a dichas empresas a emprender cambios y dar primacía a los derechos humanos en sus dinámicas productivas, con ello la imagen pública de las marcas quedo rápidamente desacreditada.

Poco a poco, se fue reconociendo, cada vez más, que las EM son autoras responsables de diversas tragedias sociales, entre ellas se encuentran situaciones tales como el desarraigo masivo de poblaciones como consecuencia de los proyectos para el desarrollo, la explotación directa e indirecta de la mano de obra barata, la cooperación con regímenes opresivos, el empobrecimiento de los hábitats y recursos naturales, y la destrucción de culturas indígenas[3]. Esta realidad fue estimulando el incremento de la presión de las protestas sociales, y como resultado creció también el desprestigio de las reconocidas empresas.

En este contexto, las empresas empezaron a crear códigos de conducta para manifestar la buena voluntad de mejorar sus políticas[4]. Es entonces cuando tiene lugar la aparición de la RSE como respuesta capitalista frente al peligro de que se politice el dominio de lo privado y se convierta en objeto de preocupación pública[5].

Alertadas por las presiones sociales, las EM empiezan a servirse de un fenómeno que podemos llamar efecto espejo, el cual consiste en absorber los discursos de sus críticos y opositores para autolegitimarse y eliminar el contrapeso. Así, por ejemplo, empiezan a crear o a financiar organizaciones de derechos humanos paralelas a las de contrahegemonía[6], para presumir del aval institucional y lograr la limpieza de su imagen.

En la misma línea, la RSE es adoptada por las empresas bajo la idea de que “la caridad es buena para los negocios”[7], de modo que las nuevas concepciones de responsabilidad empresarial se integran en los viejos modelos sobre cómo administrar exitosamente un proyecto de negocios y sobre cómo asegurar su reputación, haciendo de la RSE un nuevo medio para asegurar la confianza de los inversores.

Una verdadera política de RSE implicaría reevaluar la idea de Desarrollo vigente en el actual contexto de globalización neoliberal. Una de las mayores dificultades radica en impedir que las denuncias sociales se reduzcan a meros discursos simbólicos, incapaces de trascender a prácticas reales de compromiso por cambios en las dinámicas de mercado. Pues, ocurrido esto, las respuestas de las empresas no podrían tener otro carácter más que de satisfacción de una demanda simbólica mediante una oferta igualmente simbólica. Al final de cuentas, las preferencias que interesan más no son las suyas sino las de sus clientes[8].

Los rasgos fundamentales de la responsabilidad social inspirada por las empresas y orientada a sus intereses, radican en su significado voluntario, su carácter de autorregulación y la ausencia de diálogo social; en general, con ella lo que se busca es publicitar y promover la buena imagen de la empresa para asegurar la fidelidad de los consumidores. Por esta razón, los esfuerzos contrahegemónicos actuales están orientados a plasmar las exigencias de la RSE en un marco normativo internacional democrático y con verdadero carácter vinculante, pues la mayor deficiencia de las iniciativas que se han intentado en este nivel es, precisamente, la falta de obligatoriedad de los compromisos firmados que impide cualquier forma de control efectivo.

Dicho reto es complejo si se tiene en cuenta el enorme poder que han ido acumulando las EM. Por esta razón, ante iniciativas como el foro mencionado al iniciar este escrito, surgen dudas sobre las posibilidades de reconocimiento que puedan significar para las voces de comunidades que padecen la vulneración de sus derechos; se esperaría que eventos de tal magnitud generen respuestas ante la posición de los empresarios que entienden el respeto por los derechos humanos como meros actos de buena voluntad. Sin embargo, no es de extrañar que resulte siendo un espacio de reproducción de las respuestas capitalistas a las presiones sociales, y que, por lo tanto, resalten como protagonistas las voces de los empresarios alardeando de sus buenas prácticas y aumentando con cada segundo su ranking de popularidad.


Escrito por María Botero Mesa



[1] HANBURGER FERNÁNDEZ, Álvaro. Ética y Responsabilidad Social Empresarial. Revista de la Universidad de la Salle. Vol. 29. N° 45, Bogotá, 2008.
[2] SILVERMAN, Jana. La Responsabilidad Social Empresarial más allá de lo voluntario. Cultura y Trabajo. N°67. Dic. 2005.
[3] SHAMIR, Ronen. La Responsabilidad Social Empresarial: un caso de hegemonía y contrahegemonía. En el libro: El derecho y la globalización desde abajo. Hacia una legalidad cosmopolita. Santos, Boaventura de Sousa y Rodríguez Garavito, César A. Ed. Anthropos. 2007
[4]  SILVERMAN, Jana. Op. Cit.
[5]  Afirma Ronen Shamir: “El campo de la RSE funciona, por ello, no simplemente como un amortiguador del hostigamiento hacia las empresas, sino más generalmente como una fuerza constitutiva que conforma la relación entre las empresas y la sociedad en el capitalismo global contemporáneo” Op. Cit. Pág. 88
[6]  SHAMIR Ronen… Op. Cit. Pag. 98 ONG orientadas hacia el mercado.
[7]  Ib. Ídem. Pág. 93
[8] LEAL CARRETER, Fernando. La Responsabilidad Social Empresarial: una propuesta de Modelo. Revista Mexicana de Sociología. Vol. 69 N°3. 2007