¿NOS EDUCAMOS EN DERECHO CON ESPÍRITU CRÍTICO Y COMPROMISO SOCIAL?
Buenos días a todas y todos, la presente ponencia es la construcción de un mancomunado esfuerzo de los
diferentes miembros del Semillero de Sociología Jurídica y Teorías Críticas. A
todos ellos un inmenso agradecimiento por su dedicación y empeño en sacar
avante este proyecto, y por lo mismo, es conveniente expresar que quien dice la
ponencia pudo haber sido cualquiera.
Nosotros, en representación de dicho semillero,
queremos contarles la grandiosa experiencia que ha sido para todos participar
en la edificación de este espacio de aprendizaje, basado en el diálogo y en la
confianza de que cada uno tiene un potencial creativo e intelectivo; deseamos
comentarles además algunas de las preguntas que en este espacio nos
han surgido –preguntas que en general, pasando desapercibidas, aparentan estar
resueltas para estudiantes y profesores, pero que en últimas, fundamenta y
determina cualquier relación posible entre Individuo-sociedad-conocimiento- y
las reflexiones que las mismas nos han suscitado.
A pesar del marcado carácter social que debe tener la universidad pública,
esto es, un proyecto para la formación integral de los individuos, donde el
cultivo del saber y la investigación deben estar encaminados hacia el beneficio
de las capas más vulnerables del entramado social, es notorio que los espacios
que promueven los que consideramos los objetivos primordiales de dicha
institución se destacan por su ausencia. Particularmente, el caso de una
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas que promulga el pensamiento crítico y
el compromiso social, pero donde sobreviven las rígidas jerarquías que hacen
que esta postura se vea diluida y, correspondientemente, donde las ciegas y por
tanto limitadas miradas a la materia hacen de aquél compromiso un objetivo
bastante difuso. Es por ello que consideramos imperativo fortalecer los
espacios que contravengan el statu quo y promuevan nuevas formas de
relacionarse con el conocimiento, que estén más cerca de las consignas propias de
la universidad pública. Es en este cuadro donde se enmarca el curso-semillero
de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas, que estimamos es una
puerta abierta a un universo de posibilidades transformadoras partiendo de
perspectivas descentralizadas, no tradicionales y por sobre todo críticas.
Así pues, este semillero es, si se quiere, un ámbito de encuentro de
inquietos por el acontecer social, cultural y jurídico, personas que a través
del mismo, pueden converger en caminos alternativos para el ejercicio de la
profesión jurídica, opciones que desbordan lo meramente técnico para trascender
a nuevos espacios de construcción social.
Justamente desde este espacio pretendemos compartir con ustedes una
reflexión que gira en torno a los siguientes interrogantes: i) ¿qué tiene de
particular este espacio en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas?, ii)
¿cuál es la importancia de asumir una postura crítica en el estudio del
derecho? y iii) ¿cuáles son las bases teóricas de nuestra propuesta crítica?
I. ¿Qué tiene de particular este espacio
en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas?
Cuando llegamos al semillero, fuéramos estudiantes, egresados o profesores,
asumíamos nuestras posiciones sin responder todavía a una serie de
interrogantes: ¿Para qué aprendemos derecho? ¿Cómo aprendemos derecho? ¿Por qué
aprendemos derecho? ¿Es posible siquiera aprender el derecho? ¿Cuál es el papel
de los abogados en el estado de cosas actuales? ¿Es el derecho un instrumento
de “guerra”?... preguntas que inevitablemente nos hacen reflexionar sobre
nuestras prácticas, estudios y cátedras; lo que fue certeza hasta ese momento,
se convirtió en duda, en preguntas; confrontándonos en todo momento por esa
multiplicidad de seres, pasiones, concepciones, posiciones y sueños que somos;
confrontando a ese ser que en palabras de Freire es “histórico” porque hereda y
recibe, ese “ser cultural” porque “crea y recrea”.
En el semillero convertimos las certezas en dudas, nos hemos ido
transformando de agentes irreflexivos a intelectuales orgánicos, lo cual nos
hace cuestionar todo el tiempo y discutir. Son precisamente las discusiones las
que nos generan nuevas preguntas, y por tanto favorecen la curiosidad, y es
justamente la curiosidad el combustible indispensable para la producción del
conocimiento, tal como lo afirma Freire.
Se esfuma el binomio. Para una relación posible entre individuo-sociedad y
conocimiento.
Es común para nosotros encontrarnos con las palabras “profesor” y
“estudiante”, e inmanente a ellas una jerarquía intelectual, una relación de
superior-inferior; en el semillero hemos hecho posible la transformación de ese
binomio, donde los protagonistas somos los propios estudiantes, ¿por qué?
Porque todos lo somos y reconocemos que estamos en un aprendizaje constante, de
esta forma nos comprometemos a preparar las lecturas u otro material de apoyo,
aportar a la discusión sugerida por el orientador mediante una serie de
interrogantes, y se nos brinda espacio para que cada uno explore temas de
interés propio. Consecuencia de esta metodología, es que no se nos dice en qué
creer, pero sí se nos suministran herramientas para gozar de una visión y un
pensamiento más libre, nos estimula a reflexionar, a resquebrajar y disociar
los dogmas impuestos para “pensar el mundo en vez de ser pensado por él, de
desmontar y comprender sus engranajes y, por tanto, la posibilidad de
reapropiárnoslo tanto intelectual como materialmente”, en decir de Loic
Wacquant.
El semillero es un espacio que no circunscribe sus contenidos a estudiantes
de derecho. Para nosotros es sumamente enriquecedor contar con la presencia de
diversidad de sujetos como egresados, docentes y estudiantes de sociología,
antropología, filosofía; lo cual, trasladando la idea de Sousa Santos,
contribuye con una “traducción de saberes”, o sea, reconocer el carácter
incompleto del derecho y así poder entablar diálogos epistémicos con las demás
disciplinas; de este modo la pluralidad de campos del conocimiento y sujetos
nos facilita contemplar otros puntos de vista, desde la propia experiencia y
percepciones de estos.
¿Cómo son tratados los contenidos?
Los temas que se nos proponen y proponemos en el semillero deben estar en
constante comunicación con nuestro entorno, ya sea este el universitario,
regional o nacional, para hacer de ellos análisis críticos dentro de contextos
y no tomar los temas aisladamente; como fruto, formulamos apreciaciones que
reten al derecho y a nosotros mismos desde un plano real.
Gracias a los contenidos del semillero nos surgen preguntas que acompañan
cada temática, que están ahí cuestionándonos como estudiantes, egresados,
docentes, por ejemplo, ¿concebimos el derecho como una institución estatal o
cómo una práctica cultural que reconoce culturas jurídicas diferentes a la
hegemónica occidental? ¿Es el derecho una herramienta de autonomía o un
instrumento de dominación? ¿El derecho debe cuestionar sus prácticas
discriminatorias y reflexionar sobre sus prácticas de castigo? ¿Perpetuamos
postulados, o por el contrario, somos quienes amoldamos el sistema jurídico
para que se adecúe a nuestro contexto? ¿Puede ser el derecho usado de manera
alternativa, para interpretarlo a favor de las clases históricamente
discriminadas? ¿Por qué estudiamos derecho? ¿Puede ser el derecho una
herramienta de emancipación?
Cuando bombardeamos a preguntas nuestros contenidos estos van enrutándonos
a posibles respuestas, nos retan a asumirnos de una forma diferente siempre de
cara a la sociedad, de cara a las necesidades latinoamericanas.
II. ¿Cuál es la importancia de asumir una
postura crítica en el estudio del derecho?
Creemos que la importancia de dudar e interrogar las propias certezas ha
sido toda una lección histórica que ya se encontraba, por ejemplo, en la duda
metódica cartesiana o en la mayéutica socrática. El semillero de Sociología del
Derecho y Teorías Jurídicas Criticas, entiende que aquel presupuesto
epistemológico debe atravesar cada rincón de la Facultad de Derecho y Ciencias
Políticas.
No entendemos la crítica como una simple desacreditación de una u otra
teoría jurídica, no pretendemos tampoco expresar contradicciones con uno u otro
autor. Vemos la crítica como un punto de partida que nos ubica como sujetos
cognoscentes en una perspectiva radicalmente diferente, sobre todo en lo
pedagógico y en lo epistemológico, a aquella que ofrece el conocimiento como
ejercicio de un automatismo acrítico.
¿Por qué la necesidad de una postura crítica?
Quizás muchos de ustedes al ingresar a una facultad de derecho aspiraron
defender algunos ideales de justicia en favor de los más vulnerables, o
convertirse en escuderos de los derechos de los débiles o agentes de cambio
social, tal vez. Todas son pretensiones que compartimos y promovemos, pero son
propósitos que a menudo pierden protagonismo cuando se ven diluidas en los
claustros del formalismo jurídico a los que nos vemos enfrentados a lo largo de
la carrera. Espacios como el semillero nos hacen recordar las razones por las
cuales alguna vez quisimos convertirnos en abogados.
Sin embargo, como estudiantes de derecho nos damos cuenta que el derecho,
tal y como nos lo presentan, no responde a dichos ideales, y por el contrario,
puede convertirnos en reproductores de injusticias haciéndonos agentes al
servicio de los valores hegemónicos y de las clases dominantes. Consideramos
imperativo reconocer al derecho como un concepto en construcción donde nosotros
los futuros abogados jugamos un papel activo. Es por ello que debemos oponernos
a sus prácticas discriminatorias y propender por interpretar el derecho en
favor de aquellos que han sido históricamente marginados. Existen formas
alternativas que se oponen a las tradicionales y sesgadas maneras de entender
el derecho y son aquellas las que buscamos reivindicar.
El derecho debe leerse en el contexto latinoamericano, considerando
nuestras particularidades culturales, sociales e históricas y dejar una
mentalidad eurocéntrica que en nada representa nuestras necesidades. No sólo se
trata del derecho estatal sino que se debe reconocer que es una práctica
cultural, por lo que se deben admitir culturas jurídicas diferentes a la
hegemónica occidental.
Es esta la importancia que creemos tiene el asumir una postura crítica
frente al derecho, una manera de profundizar en las reflexiones que giran en
torno a la relación de derecho y sociedad, e igualmente encontrar nuevas formas
de construir y aprehender un conocimiento social que responda a nuestra
realidad latinoamericana. Somos conscientes de que el semillero es solamente
una semilla que debemos cultivar arduamente, pero que es el germen de una
conciencia jurídica más afín con los postulados que enarbola la Facultad de
Derecho y Ciencias Políticas.
III. ¿Cuáles son las bases teóricas de
nuestra postura crítica?
Como bases conceptuales y marco teórico introductorios a los propósitos del
semillero destacamos importantes autores como paulo Freire y Boaventura de
Sousa Santos, los cuales nos proponen interrogantes acerca del papel de la
educación y el conocimiento, respectivamente, en el proceso de formación
académica. Estos fundamentos teóricos además de enriquecer el discurso crítico
para no caer en clichés políticos e ideológicos, nos permite identificar las
deficiencias dentro de nuestro medio que usualmente pasamos por alto.
En efecto, una de las
principales preocupaciones del Semillero ha sido el interrogante ¿Cómo, por qué y para qué
aprendemos lo que aprendemos? Una
cuestión que en general aparenta estar resuelta para estudiantes y profesores,
pero cuya consideración finalmente es el fundamento de cualquier relación
posible con el conocimiento. Partiendo de Freire, el método, la razón y el fin
de la formación jurídica son objeto de constante debate, trascendiendo
inclusive la crítica de la enseñanza universitaria para cuestionar
instituciones como las escuelas o colegios, etapas de la vida del sujeto en
donde resultan gravemente afectados sus potenciales creativos e intelectivos.
La pedagogía es
finalmente a lo que nos vemos enfrentados diariamente como estudiantes universitarios; en
este sentido encontramos que los métodos pedagógicos dejan poco o nada al
desarrollo autónomo de las capacidades e intereses de cada quien y se
convierten en un instrumento de estandarización del conocimiento, lo que
imposibilita la propagación del pensamiento crítico y propositivo. Desde
Freire, la educación debe ser una “práctica de libertad” que debe ser sobre todo
inclusiva, democrática y transformadora. El estudiante no se puede convertir en
un objeto vacío sobre el cual se vierte una masa inorgánica de conocimientos
que poco en realidad aportan a la formación del sujeto; por el contrario
proponemos que el estudiante se convierta en protagonista de su propia
formación y no un mero espectador, que se lo dote de espíritu propio y así se
convierta en una verdadera pieza creativa y transformadora. De esta manera no
solo se refuerzan las potencialidades del individuo sino que se reconoce y
fortalece la identidad cultural del cual él hace parte.
En esta misma línea consideramos que la relación pedagógica entre el
educador y el estudiante debe superar sus notorias incoherencias. Debe
reconocerse que el proceso pedagógico no es unilateral, y por ello, tanto el
educador como el educando se alimentan recíprocamente del producto del proceso
educativo, debe entonces ser un vínculo de mutuo crecimiento y no de
sometimiento. Desde la misma
metodología, en las reuniones del Semillero se hace evidente esta preocupación;
así las preguntas de los docentes, en vez de agotarse en excusas para la
calificación, posibilitan las discusiones; las discusiones a su vez generan
nuevas preguntas, y por lo tanto favorecen la curiosidad; y es justamente la
curiosidad el combustible indispensable para la producción del conocimiento,
tal como lo afirma Freire.
Esta ruta pedagógica
que nos propone Freire nos lleva a pensar sobre el papel que nosotros mismos desempeñamos en el ámbito
del aprendizaje del derecho, sobre qué posibilidades de construcción existen
para una nueva educación en la que no prime la fidelidad del educando ante un
cúmulo normativo sino que fortalezca su espíritu crítico mediante la relación
de ese ordenamiento con el contexto social en el cual se inserta. Pensar en una
educación capaz de estimular el potencial creador de cada persona conlleva a
darse cuenta de que los estudiantes somos pieza clave y que somos igualmente
responsables del permanente desarrollo de la disciplina en la que nos formamos.
No estamos para reproducir, en nuestro caso, un sistema jurídico, sino para
entenderlo, evaluarlo críticamente y elaborar propuestas de cambio o de
resistencia a favor de un bienestar social que sepa respetar a las minorías.
También, parte
importante de nuestras reflexiones gira en torno a preguntas como ¿Desde qué perspectiva conocemos?
¿Cómo construimos lo que conocemos? ¿Cuáles son los límites del
conocimiento? ¿Existen otras formas de acercarnos a él? El estudio de la propuesta de Boaventura
de Sousa Santos y la conversación llevada a cabo al interior del grupo, ha sido
uno de los ejercicios más fructíferos y esclarecedores de la crítica que se
pretende realizar a las instituciones jurídicas.
Santos propone una
epistemología del sur[1] que
parta de dos premisas esenciales: “la comprensión del mundo es mucho más amplia
que la comprensión occidental del mundo” y “la diversidad del mundo es
infinita, una diversidad que incluye modos muy distintos de ser, pensar y
sentir, de concebir el tiempo, la relación entre seres humanos y entre humanos
y no humanos, de mirar el pasado y el futuro, de organizar colectivamente la
vida, la producción de bienes y servicios y el ocio.”
Esta propuesta nos
convoca a prestar atención a la necesidad de un conocimiento integral,
reconocedor de perspectivas alternativas, en donde haya reivindicación de otras
formas de entender el mundo, y en nuestro caso, de otras formas de entender el
Derecho y su relación con la Sociedad. La propuesta de un conocimiento totalizante,
universal y omnicomprensivo adolece de fragmentariedad e insuficiencia, pues
desconoce las particularidades de la amplia estela de matices que constituyen
legítimas opciones de conocimiento válido. Se busca entonces integrar y generar
un diálogo intercultural, como diría Santos, para fortalecer las acciones de
cambio y de transformación social.
De lo que se trata
finalmente es de democratizar el conocimiento, lo que implica necesariamente,
por ejemplo en el ámbito jurídico, impulsar el trabajo interdisciplinario. Con
esto se busca dotar de herramientas a futuros abogados, sociólogos,
antropólogos o politólogos, a través de las cuales adquieran perspectivas que
respeten la complejidad del conglomerado social y sus dinámicas. La forma en
que está integrado el semillero evidencia un poco su preocupación por
satisfacer dicha necesidad, pues se propende por que los espacios de discusión
se conviertan en diálogos de saberes de las diferentes áreas del conocimiento
social y humano, contando así con la participación de estudiantes de
sociología, ciencia política, derecho, egresados e incluso profesores.
Lo anterior
constituye una apuesta por el pluralismo, entendido no como una propuesta
occidental, sino una propuesta epistemológica. Una propuesta que, como lo ha
señalado Santos, tenga como principales voceros a los actores del “Sur global”.
Ha sido justamente este concepto, el del “Sur global”, uno de los que ha
fungido como hilo conductor en las discusiones y análisis en una dimensión
tanto teórica como práctica. Dice Santos sobre el Sur global: “El Sur global no
es entonces un concepto geográfico, aun cuando la mayoría de estas poblaciones
viven en países del hemisferio Sur. Es más bien una metáfora del sufrimiento
humano causado por el capitalismo y colonialismo a escala global y de la
resistencia para superarlo o para minimizarlo. Es por eso un Sur
anticapitalista, anticolonial y antimperialista. Es un Sur que existe también
en el Norte global…”[2], concepto también presente en el planteamiento de
Freire cuando afirma “mi punto de vista es el de los ´condenados de la Tierra´,
el de los excluidos”[3], y en los sucesivos estudios reflexionados en las
reuniones del Semillero.
En conclusión, la
crítica es una disposición imprescindible en la relación con el conocimiento. Y
en el pregrado de derecho supondrá llevar a cabo reflexiones profundas y
posiblemente replanteamientos de las formas en que tradicionalmente han sido
entendidas cuestiones tan importantes como lo son la relación educador-educando,
el papel desempeñado por cada actor en el proceso de aprendizaje y la enseñanza
como adiestramiento basado en la transferencia de datos. Aunado a lo anterior
la crítica implica una actitud similar frente a las perspectivas desde las
cuales se ha planteado el estudio jurídico, en las que predomina la tendencia
al desconocimiento de la propia realidad latinoamericana, desconocimiento que
soslaya la posibilidad de encontrar verdaderas soluciones a los problemas que
padecen nuestras sociedades a diario.
El traslado a la
práctica de las preocupaciones precedentes será un aporte más a la construcción
de una justicia cognitiva global, sin la cual, como brillantemente lo expone
Santos, no habrá justicia social global.
(Cierre)
Les agradecemos a
todas y todos el habernos escuchado, estamos convencidos de que citarse en otros espacios académicos para generar reflexiones, como lo es en
este caso el encuentro de semilleros, es una oportunidad para el intercambio de
experiencias, de perspectivas y expectativas que seguramente tienen el valor de
contribuir a nutrir un pensamiento que debe ir en constante evolución, esto es,
a fortalecer nuestra formación no solo como juristas sino también como personas
que asumen la preocupación por lo social como su mayor motor para hacer
búsquedas transformadoras desde el conocimiento.
El darnos a la tarea de escuchar la manera en que nuestros pares se involucran
con sus propios temas de interés representa un ejercicio académico que abre las
puertas a una variedad de asuntos y problemáticas que ponen sobre la mesa el
estado de un sentir, que se teje desde los salones de clase, respecto a lo que
se estudia. El aprovechamiento de estos espacios se verá determinado por la
capacidad de atender esas otras miradas y ubicar su importancia en nuestro
proceso formativo y contexto social. Nuevamente, muchas gracias.
[1] De Sousa Santos entiende por epistemología del sur “el reclamo de nuevos proceso de producción y de valoración de conocimientos válidos, científicos y no científicos, y de nuevas relaciones entre diferentes tipos de conocimientos, a partir de las prácticas de las clases y grupos sociales que han sufrido de manera sistemática las injustas desigualdades y las discriminaciones causadas por el capitalismo y por el colonialismo”
[2]DE SOUSA SANTOS, Boaventura. Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una epistemología del Sur. Siglo XXI Editores. Bogotá.2010. Pág. 49.
[3]FREIRE, Paulo. PEDAGOGÍA DE LA AUTONOMÍA: Saberes necesarios para la práctica educativa .Siglo XXI Editores. Sao Paulo. 2004. Pág. 8.
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