sábado, 12 de abril de 2014

CAPÍTULO 13: VIVIENDO CHINA – EN EL ÚLTIMO COFRE (QUINTA PARTE)*

(De la Serie: Experiencia de Vida en China)


El no olvidar los asuntos pasados, puede ser la guía para sucesos futuros. **
 Proverbio chino

Partimos muy temprano, en esta ocasión éramos pocos en el auto, pero no dejaba de ser un acontecimiento importante al que se debía acudir ese día, el último del calendario lunar. Después de un rato llegamos a una casa humilde en la que otros parientes nos recibieron de forma muy amable, y entonces nos alistamos para vivenciar una tradición cultural que como el más dulce de los ensueños me marcaría, creo yo, por siempre.

En el campo
农村
Usando las botas apropiadas que me habían prestado, y los demás cargando con los materiales necesarios, nos adentramos al campo en una mañana mística. Habíamos dejado atrás el movimiento urbano, el ruido de los carros, los remolinos de gente, la carretera, y al fin, los modestos hogares campesinos; con cada pisada dada nos acercábamos al punto más sublime, más profundo y alejado, en el que la pureza era el único hálito que podría inhalarse.   


En el campo
农村
Nos dirigíamos en fila por angostos senderos de barro y tierra húmeda, cruzábamos por el borde de los sembrados, recorríamos un espacio amplio donde la leve neblina que estaba en todas partes y el verdor de las plantas y los densos arbustos transmitían paz, frescura y calma. Minutos después, llegamos al sitio en el que presenciaría el primer ritual de ofrendas hacia los ancestros.   

Allí se encontraba sepultada una familiar, por lo que despejaron la maleza del terreno y seguidamente acomodaron platos con comida y vino, quemaron papel y pólvora, y terminaron con algunas reverencias para ella. De la atmósfera compuesta por las montañas y los árboles que se observaban hasta lo lejos emanaba una energía espiritual, era como palpar un misterio, como ser testigo de un suceso increíble que unos años atrás parecía inalcanzable, perteneciente a otro mundo, a otra realidad en la que me había sumergido y ya no era tan ajena; las imágenes difuminadas que alguna vez habían creado mi imaginación a partir de cualquier lectura que habría hecho sobre las festividades chinas estaban tomando tonalidades, brillos y visos multicolores que me iluminaban y me desproveían de cualquier palabra, limitándome a poder contemplar un sentido de majestuosidad en tal ceremonia.    

Parecía haber llegado a lo más hondo del corazón de esta cultura oriental, a lo más
En el campo
农村
sagrado, y con esa sensación, seguimos avanzando para la repetición del rito con otros de sus ancestros. El silencio era constantemente interrumpido por el sonido de la pólvora que se hacía estallar aquí y allá, el humo y las cenizas que se elevaban desde el apretado pasto casaban con el cielo despejado, y de vez en cuando, nos encontrábamos con otras personas que hacían lo mismo ante las tumbas de sus difuntos.

Transcurrieron las horas y regresamos a la zona urbana, donde la celebración continuaría. Hermanos, hijos y nietos habían viajado desde sus provincias para reunirse en casa de los abuelos en una época en la que el famoso chūnyùn (春运)[1] hacía de las suyas. La soledad en las calles era más que evidente, casi la totalidad de los negocios habían sido cerrados y en las entradas tenían letreros alusivos a la fecha, los andenes estaban repletos de residuos rojos por la explosión de la pólvora, sin duda, el disfrute con los seres queridos era esta vez el principal objetivo de la comunidad china.

Nuevamente compartía cenas con ellos, gozando de la variedad de sabores y texturas que caracterizaban cada plato de comida dispuesto sobre el vidrio giratorio de la mesa, y también adquiriendo más habilidad en la práctica aquella de los brindis. El ambiente acogedor complacía a todos, por un lado, el mahjong era uno de los centros de atracción, y por el otro, los quehaceres culinarios y la programación de la CCTV (Televisión Central de China) captaban múltiples antojos y miradas, los causantes de congregarnos para compartir luego el conteo regresivo de año nuevo que recibiría al caballo galopante.  

Durante los días posteriores los encuentros que concluían con la maratón de felicidad me contagiaban su entusiasmo, el verlos dichosos, sonriendo y participando activamente en las conversaciones y pequeños discursos de buenos deseos me hicieron entender que no estaba perdida, tenía también un lugar en la familia. Me di cuenta que no éramos diferentes y reconocía ese inconfundible calor de hogar que tenía la misma huella que en occidente, eran creadores de un ambiente con idéntica esencia a la que podría experimentarse hasta en el otro lado del mundo.

Con esto cerraba el baúl de los tesoros, el portador de joyas que me había llenado con su riqueza el alma y el corazón, que me confiaba sentimientos imborrables, experiencias irrepetibles y el recuerdo de personas que no dudaron en darme la bienvenida al entrar en su propia casa. Guardaría el mapa que me orientó en tan extraordinaria aventura, para recordar por el resto de mis días la mágica ruta que seguí una vez en tierras orientales, la ruta que me hizo más humana y libre. Estaba preparada para volver a aquel desierto universitario, envuelta en otro aire y bajo un nuevo aliento.     












Escrito por 玛利亚 (María Adelaida Galeano P.)



* Este escrito hace parte de la serie de relatos Experiencia de Vida en China, que a manera de diario de viaje comparte una de las integrantes del Semillero de Investigación en Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas a partir de su vivencia académica en ese país. Los demás capítulos se pueden encontrar en la sección Descubriendo China de este blog.
**前事不忘,后事之师(qián shì bú wàng, hòu shì zhī shī).
[1] Transporte durante el periodo de la Fiesta de la Primavera, caracterizado por la movilización de gente en grandes cantidades con motivo de volver a sus casas y reunirse con sus seres queridos a pasar la celebración de año nuevo.

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