martes, 27 de agosto de 2013

NO USAMOS EL MISMO LENGUAJE, "AHÍ ESTÁ EL DETALLE"


Si bien las películas son una excelente fuente para la reflexión jurídica sin la necesidad de que estas versen sobre un conflicto que haya de resolverse en escenarios típicamente judiciales, en esta ocasión se desarrollarán ciertas ideas a partir de un filme que pasa por esa representación formalista del derecho que termina por imprimir su mayor fuerza en el desenlace de la historia. Aún así, goza de un toque muy especial, no solo en razón a que es una obra de comedia sino también porque logra poner en una encrucijada al lenguaje jurídico cuando choca con las particularidades y el mundo mismo que envuelve el lenguaje de lo cotidiano y las trabas que este le pudiera acarrear.

Ahí Está el Detalle es una cinta cinematográfica dirigida por Juan Bustillo Oro y protagonizada por Mario Moreno “Cantinflas” que fue estrenada en el año 1940. Sus elementos narrativos más destacables son sin duda el guión y la actuación, que conjugados con una apreciación encaminada a extraer avistamientos desde la esfera del derecho pueden llevar a interesantes análisis socio jurídicos.

Todo comienza con una difícil decisión que debe tomar Cantinflas en la que se ve quizás movido por la preocupación de conservar el amor de su novia “Pacita”, como él la llama, o mejor, por tener asegurada la comida para cada día. Lo que este personaje no se imaginaría es que su afán por ella le traería líos con los patrones de la casa donde esta se desempeña como empleada del servicio doméstico, resultando envuelto en una trama de sucesos que lo llevan, enhorabuena, a ser el eslabón perdido de una familia, y por si fuera poco, a encarnar el papel de padre de otra más, con ocho hijos de por medio. Lo que planea Cayetano Lastre, el señor de la casa, como una trampa con la policía para sorprender a su esposa Dolores con quien le fuera infiel termina siendo la vía perfecta para evitar el escarmiento de un estafador hacia ella, conocido como “Bobby Lechuga” o “Fox Terrier”, a cambio de una mentira que le estaría costando la soltería y hasta la vida a Cantinflas.

Por esa línea es que se desenvuelve una entretenida historia que guarda su mayor riqueza en los diálogos y en el perfil de los personajes que no se mantienen estáticos sino que evolucionan, intrigan al espectador y causan emoción; los protagonistas actúan acorde a la intención dramática propuesta y transmiten por medio del rostro y de la voz las provocaciones cómicas del momento que ponen en el punto justo las tensiones y disparidades que se quieren resaltar.

Los últimos fotogramas de la película corresponden a un estrado judicial en el que el personaje principal es acusado por homicidio, propiciando un enardecido debate a causa de confusiones dadas por la existencia de un homónimo de la víctima; y es que el valor que está en tela de juicio precisamente es la justicia, que se ve sorteada a través de diversas peripecias, en diferentes escenas y entre uno y otro punto de giro de la obra.

¿Realmente mató Cantinflas al occiso del que se habla en su enjuiciamiento? ¿Saldría librado de cualquier condena? Son preguntas estas que conducen no sólo a ver el filme sino a pensar también en el por qué de su situación, en los vericuetos de una narrativa inteligentemente construida para poner en evidencia, y de manera divertida, la diferencia de perspectivas, el juego de intereses, y por supuesto, los contrastes de lenguajes que se contraponen y que responden a distintas experiencias y visiones de vida, como lo es la otorgada por el manejo que se le da a fenómenos como la pobreza, e incluso, la película misma refleja o toma partido de una determinada posición social de la mujer, al ubicarla en personajes pasivos.

Es de rescatar que la obra está plagada de figuras distintivas para el campo jurídico, se habla de una herencia, de estafa, de un homicidio, del salario mínimo, de indicios, pruebas, testamentos, leyes, de matrimonio, de una audiencia, de la actividad ilegal, e incluso, se llega a mencionar un embargo. Pero más allá de estas instituciones tan reconocidas por los estudiosos del derecho habría que fijar la atención en las formas opuestas de entender realidades, de expresarlas y asumirlas; y es aquí donde se presenta algo curioso que se torna repetitivo y se constituye en la alternativa de los personajes para sacar adelante sus propios intereses: utilizan, acuden y escapan de figuras normativas según les convenga y desde su propio entendimiento del asunto.

Así por ejemplo, Cayetano Lastre recurre a agentes estatales en el intento de desenmascarar in fraganti el adulterio de su esposa para conseguir fundar sus celos, Cantinflas termina entregándose al cuerpo policial que lo busca para huir de un destino fatal que lo quisiera aprisionar en las rejas de la “libertad”, la defensa del procesado trata desesperadamente de adecuar la tipificación de su conducta de manera que esta sea justificada, y Clotilde Regalado, una persuasiva y audaz mujer, no desaprovecha las circunstancias para igualmente sacar ventaja de una fortuna que en adelante le aseguraría el sustento a ella y a su extensa familia.

Si se trabajara de una forma metafórica el asunto del choque de lenguajes, representado en esta ocasión por la brecha existente entre clases sociales y entre tecnicismos jurídicos que se quisieran imponer a la elocuencia coloquial, se podría concluir que el panorama que ofrece la obra da cuenta de la existencia de una especie de chicle jurídico, entendiendo este término en el sentido de que todo el entramado conceptual que emana del derecho es susceptible de ser manipulado y hasta estirado, para que se acomode a lo que sea. En ese sentido, la jerga de la que deben apropiarse y que tanto estudian los juristas es como una goma de mascar que se moldeará según sea quien lo consuma y el sabor que le ponga, en otras palabras, el encuentro de realidades diferentes dadas por costumbres, formas de vida e idiosincrasia reúnen las condiciones para que el sujeto perteneciente a este cúmulo de factores se determine bajo cierta identidad y actúe, frente al derecho, según sus intereses personales y el rol que cumpla socialmente, manifestados en una forma propia o específica de exteriorizar lo que piensa, que termina siendo fácilmente opuesta a otras posiciones, que igual que esta, se comportan y fluctúan atendiendo a objetivos subjetivos.
                 
Volviendo a los detalles de la película, como se observará, Cantinflas toma la caracterización de un personaje vago, incumplidor de la ley, de clase social baja y sin educación, aspectos todos estos que determinan sus actitudes, su reacción ante el aparato institucional y sus tendencias para auto defenderse, empleando un lenguaje que intermedia entre su esencia y otros individuos y actores sociales ajenos a ella, configurándose también como cómplice de su estilo para enfrentar la vida.

En cambio, por ejemplo, otro es el caso de su abogado defensor, quien siendo coherente con el papel que debe cumplir en el juicio y desde su profesión, transita por múltiples recovecos con el fin de hacer encajar hechos irreales en alguna figura jurídica que pudiera facilitar el ejercicio de defensa, acomodando el lenguaje formal a episodios que únicamente estarían en su imaginación, proyectándose en una meta ciega de amparar a toda costa, y propiciando así la idea de que los juristas manejan meticulosamente las palabras, descargándole precisión y rigidez para la interpretación que se pretende. Sin embargo, sorprendentemente el jurado y los demás sujetos que presencian la audiencia son testigos de un contagio extraño del lenguaje acantinflado hacia los funcionarios que han sido el centro de atención del público, acontecimiento este que ha de inquietar todavía más acerca de las barreras lingüísticas que en este caso no son otra cosa que el espejo de capas, espacios y estratificaciones sociales.     


Se trata pues de una película que juega con las palabras, con los nombres, que incita a atravesar y enredar los lenguajes, los estilos de expresión, que a veces parecieran ser un muro que divide perspectivas, y en otras ocasiones, se convierten en el comodín ideal para filtrar voluntades, en fin, ¿qué hacer desde el derecho para conciliar este “idioma” jurídico con las sinceras necesidades de quienes lo padecen?, el cómo traducirlo es ahora el detalle.
Escrito por María Adelaida Galeano P.

2 comentarios:

  1. Excelente análisis! Muy provocador.. Gracias Maria 😉

    ResponderBorrar
  2. Gracias por leerlo, María. Y gracias al cine, por permitirnos viajar a tantos lugares de la realidad, de la imaginación y la conciencia.

    ResponderBorrar