Mi planeta es el planeta azul.
Mi país está bañado por dos mares y
tiene en total cinco vertientes hidrográficas: la del Caribe, la del Pacífico,
la del Orinoco, la del Amazonas y la del Catatumbo. En ellas desembocan más de
40 grandes ríos cuyas cuencas albergan más de 730.000 cuerpos de Agua entre
ríos, quebradas, caños, lagos y lagunas.
Mi departamento cuenta con 50 ríos y
tiene 28.000 hectáreas de páramo, ecosistemas para que el Agua nazca. Además
tiene tres grandes núcleos lluviosos que llegan a tener precipitaciones
cercanas a los 6.000 mm al año.
Mi ciudad es dueña de una de las
empresas prestadoras de servicios básicos como los de saneamiento, acueducto y
alcantarillado más exitosas de América Latina, tanto así que abastece de Agua y
energía a ciudades de otros países como México y Chile.
Pero esta misma ciudad, ubicada en la
húmeda región antioqueña de uno de los Países con la mayor riqueza hídrica,
frecuentemente escucha a sus habitantes denunciar: “Mi casa, al igual que otras
32.000 familias de la ciudad, no tiene Agua… Y yo…. Tengo sed”.
¿De quién es el agua? ¿Cómo se define
quién puede beberla? ¿Cómo se calcula su valor? ¿Es verdad que los ríos corren
en dirección al poder? Esta historia es común en varias regiones de Antioquia,
de Colombia, de América Latina, del Sur, y son éstos los problemas que inspiran
la realización del Curso-Taller Internacional de Justicia Hídrica que realiza
anualmente la Alianza de Justicia Hídrica y que este año, por primera vez, se
realizó fuera de Cuzco, Perú, y tuvo lugar en la ciudad de Calí, Colombia.
Algunas reflexiones del curso
partieron de considerar que la prioridad en los planes de gobierno para la
destinación del Agua no es la vida. Ha habido otros intereses que han primado y
que desligan el agua de la vida para entrar a relacionarla con la economía, la
inversión, el capital, la acumulación y el despojo.
En Antioquia, por ejemplo, el agua es
para la minería, para la agroindustria, para las represas generadoras de
energía, o para quien tenga capacidad de pago. El agua es para el desarrollo,
no para la vida. Pero acaso ¿No pueden ir juntos desarrollo y Vida? Para
responder habría que saber a qué nos referimos cuando usamos estas
expresiones... en todo caso la respuesta será negativa cuando la transformación
que impulsa el primero está al servicio de la acumulación, pues no puede haber
acumulación sin despojo, ni despojo sin destrucción de las condiciones
ambientales, sociales y culturales que posibilitan la vida. Bajo esta lógica no
pueden ir juntos desarrollo y Vida.
Conocer el lugar que ocupa el Agua en
nuestros territorios evidencia que la sed de nuestras comunidades, como ellas
bien lo saben y lo enseñan, no responde a un problema de sequía, sino de escasez,
pues la primera se refiere a un riesgo natural, causado por la variabilidad del
clima y que en gran medida escapa al manejo local del agua, mientras que la
segunda se debe al uso no sustentable a largo plazo de los recursos hídricos y
es consecuencia directa de la administración y los intereses que ésta
privilegia.
De este modo, constatar las
inequidades en el acceso al Agua evidencia que la relación que existe entre
desarrollo y Agua no es más que otra de las artificiosas expresiones del capitalismo
huyendo –ya cogido de los talones- de la crisis que lleva inscrita desde su
origen y que sabe evadir con la estrategia de “abrir nuevos mercados”. Esto
explica que lo que antes conocíamos como Agua, aire, naturaleza… hoy se nos
presente como “servicios ambientales”; y que ya no baste el agua corriendo por
los ríos, sino que sea necesario represarla, hallarla en las fuentes subterráneas,
captarla de la lluvia, embotellarla, entubarla, cambiar su cauce, acumularla y
ofrecerla al mejor postor.
Esa ambición insaciable que ante la
ineludible necesidad de abrir nuevos mercados hará que prefiramos nunca haber
sabido que el cuerpo humano es, en un 60%, Agua, es la que justifica y hace
imperiosos espacios como el ofrecido por la Alianza de Justicia Hídrica.
Enfrentar la paradoja del Agua-cero implica tejer redes entre las comunidades y
los profesionales del agua, abrir espacios de capacitación para el liderazgo,
la investigación y la práctica crítica, crear conciencia y evidenciar que
existen otros cauces posibles. Si el Agua corre en dirección al poder que sólo
sea porque el Agua empodera a las comunidades.
María.
Muchas gracias a la autora por esta reflexión. En esta época de sequía y escasez del agua es inevitable ser sensible a esta problemática, a siquiera pensar solidariamente en las familias que no tienen agua en sus hogares, en quienes aguantan sed, en quienes son ignorados por este sistema capitalista que no hace más que privarlos de recursos que nos corresponde a todos por el simple hecho de ser humanos y habitar este planeta. Planeta este que nos alarma no sólo por lo que está pasando en Colombia sino también por los hechos horribles que van apareciendo en otras partes del mundo, y que con crudeza nos recuerdan que el ser humano se ha convertido en una especie de plaga que está acabando con ella, ¿cómo nos sentimos al admitir que el cambio climático que nos acecha es un resultado en el que la acción irresponsable del ser humano ha sido protagonista?, ¿cómo aceptar que el planeta se vuelve moribundo ante una época que ya los expertos empiezan a nombrar como “antropoceno”?, ¿cómo es posible que ahora tengamos que admitir que se nos está desapareciendo el mar Muerto? Da miedo pensar en cuáles serán los titulares de los noticieros el día mañana, ¡que no se nos haga más tarde para recuperar lo que hemos deteriorado!, ¡que no se nos olvide quiénes somos y de qué están hechos nuestros cuerpos!
ResponderBorrarAsí es, da miedo pensar en lo que dirán los titulares de los noticieros futuros sabiendo que la reacción ante los alarmantes cambios del presente parecen insuficientes para modificar estilos de vida insostenibles, egoístas y ambiciosos. Pero ante la impotencia que genera pensar en problemáticas tan costosas es imprescindible creer que "mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo" E.G.
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