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domingo, 20 de agosto de 2017

"EL SILENCIO DE LOS FUSILES", ¿UNA VUELTA DE TUERCA?

Imagen tomada de: http://revistacorrientes.com/el-silencio-de-los-fusiles/


Por: María Adelaida Galeano P.

Decir que El Silencio de los Fusiles, reconocido ya como el primer documental que trata el tema del proceso de paz en Colombia (Las2orillas, 2016a; Las2orillas, 2016b), se constituya en una obra que nos permitiera delimitar entre un antes y un después para nuestras obras fílmicas nacionales que tratan la historia del conflicto armado, es una afirmación tan arriesgadamente equivocada como esperanzadora.

Pensar en que las imágenes cinematográficas que nos han acompañado por años vayan a ser renovadas por unas más amables, que los cuerpos desnudos y sin vida empiecen a desaparecer de la pantalla, que los llantos, las historias de terror y de sangre que nos recalcan la violencia amarga de la que hemos sido víctimas puedan desvanecerse, no para olvidar estos padecimientos sino para reescribir sobre semejantes ruinas otra historia, es una posibilidad, y a lo mejor, un atrevimiento de la imaginación sencillamente atractiva. En palabras más cinéfilas, representa una vuelta de tuerca, en tanto nos sacude el hilo narrativo y nos cambia los presupuestos de los que partíamos.

En El Silencio de los Fusiles, Natalia Orozco, su directora, se encarga de registrar con su cámara un episodio crucial donde la transacción de acuerdos políticos entre actores sociales determinantes en buena parte de la violencia que nos ha azotado por décadas, le da un viraje a eso que los colombianos estaríamos acostumbrados a ver en los medios de comunicación y en el cine: una cadena incesante de odios y de muertes sinsentido. Bueno, aunque hay un elemento que sí se mantiene y se vuelve tremendamente palpable: justamente ese sinsentido ridículo que nos dividió en bandos para acabarnos mutuamente.

Lo que nos muestra Orozco, aunque sin darle igual centralidad a los pensamientos que se tejían simultáneamente en las bases sociales, a los líderes, las víctimas o a intelectuales destacados, cobra su importancia en la medida en que logra captar a esas élites desde un ángulo distinto al habitual, las interroga, se les presenta en los momentos de jaque, e incluso, las desafía. La realidad política del país encuentra una representación en esas entrevistas y en un trabajo investigativo de varios años, durante los cuales persistió una indagación que se mantuvo atenta a esos momentos de crisis por asesinatos inesperados, en momentos de tensión por unas elecciones presidenciales decisivas, en los de duda por el incumplimiento al llegar una fecha prometida y también, entre otros tantos, en los secretos, como ciertas reuniones de los combatientes guerrilleros y al escudriñar hasta la manera en que se dieron los primeros contactos entre el gobierno y las Farc.

Ver que los ánimos toman una dirección que tiene el potencial de interrumpir caminos equivocados, finalmente expresados en la firma de un acuerdo o en un apretón de manos, constituyen una semilla para apostarle a que eso que pudiera parecer un artificio exclusivo de quienes detentan el poder, es en realidad una oportunidad enorme para la apropiación de un proceso social e histórico de paz que va muchísimo más allá del fin del conflicto. El silencio de los fusiles no garantiza las relaciones de equidad, la justicia, la reconciliación y la armonía que estamos llamados a edificar todos juntos: sociedad, excombatientes y gobierno.

El Silencio de los Fusiles transmite entonces un rayo de luz. No es la luz propiamente, creo que nos falta mucho para construirla, pero es un pedacito de ella. Por ejemplo, me pregunto a mí misma por el cuándo habría podido contemplar oír directamente de algún ex comandante guerrillero, que a partir de un encuentro con víctimas en La Habana, esto les iba a permitir darse cuenta de que detrás de cada dado de baja ha sufrido muchísima gente, y de que a partir de otras reuniones significativas, iban a poder “desarmar” los aparatos de guerra de sus contrincantes, para humanizarlos, al desenmascararlos y ver los rostros de quienes estaban detrás.

Una vez más, y siendo consciente de que las atrocidades provinieron de todos los grupos involucrados, me pregunto en qué momento hace unos años atrás se hubiera podido contemplar aunque fuera una muestra, capaz de ir un poco más allá, de sensibilidad distinta a la oscura y rutinaria que ha marcado a muchas generaciones de colombianos nacidos en un panorama desolador. A lo mejor es momento de rescatar las palabras de Orozco (2017, como se citó en Vanegas, 2017) para intentar abrir una puerta de esperanza: “A lo largo del proceso, entendí que un ser humano pudo haber hecho cosas monstruosas pero eso no significa que sea un monstruo”.

Sin embargo, la duda que amenaza fervientemente esta vuelta de tuerca vive en lo que ahora mismo está ocurriendo, como son la disputa de territorios antes ocupados por las Farc y el asesinato de líderes sociales[1]. ¿Por qué ese empeño en las formas violentas para la convivencia?, ¿qué podemos esperar de estas luchas por la reorganización social? Esa costumbre de seguir las reglas de la guerra por encima de lo que sea, de cualquier otra forma de entender el mundo, lastimosamente no cesa en el estilo de vida y en los episodios violentos que nos han dejado los enfrentamientos entre las Farc y el ejército colombiano. Hay una capa social que insiste, que se funda en ellas y vive gracias a ellas: la guerra por encima de todo y sin importar que sus víctimas son seres humanos y tienen familia.

Ojalá que este apego a la violencia sea superado, que el pretendido cambio no quede en un mero momento inspirador y que logre plenitud tanto en las películas como en nuestra cotidianidad. Ojalá que nos acostumbremos a invocar los sueños en vez de las pesadillas, que dejemos de ser el país poseído por la crueldad y sea la fraternidad humana la que nos guíe con ímpetu.


Referencias

Las2orillas (2016a). Junio 27. “’El silencio de los fusiles’, primer documental sobre el proceso de paz que ve la luz”. Las2Orillas. Recuperado Julio 29, 2017, de https://www.las2orillas.co/el-silencio-de-los-fusiles-primer-documental-sobre-el-proceso-de-paz-que-ve-la-luz/

Las2orillas (2016b). Noviembre 22. “Trailer: El Silencio de los Fusiles, primera película del proceso de paz colombiano”. Las2Orillas. Recuperado Mayo 18, 2017, de https://www.las2orillas.co/el-silencio-de-los-fusiles-primera-pelicula-del-proceso-de-paz-colombiano/

Vanegas, M. A. (2017). Marzo 1. “El documental que creyó en la paz cuando aún había guerra”. ¡Pacifista! Recuperado Mayo 18, 2017, de http://pacifista.co/un-documental-que-creyo-en-la-paz-cuando-aun-habia-guerra/




[1] Al respecto, puede consultarse el Informe semestral del Sistema de Información sobre Agresiones contra Defensores y Defensora de DD.HH. en Colombia. Disponible en: https://somosdefensores.org/images/informe-semestral-enero-junio-2017-SIADDHH.pdf

lunes, 24 de octubre de 2016

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA



 Carta abierta al Señor Presidente de la República de Colombia
A propósito de los Acuerdos del proceso de paz



Medellín, octubre 14 de 2016

Señor

JUAN MANUEL SANTOS CALDERÓN

Presidente de la República de Colombia

Presente


Cordial saludo;

Los profesores de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, reunidos en claustro durante los días 12 y 13 de octubre del presente año, nos dirigimos a Usted para manifestarle, además de nuestro apoyo, nuestras apreciaciones y preocupaciones sobre el estado actual de la discusión en torno a los Acuerdos del proceso de paz:

Reconocemos los grandes esfuerzos que han hecho el gobierno que Usted preside, sus comisionados y los de las FARC-EP, que culminaron en los Acuerdos que fueron hechos públicos ya en forma completa hace algunas semanas y firmados en la ciudad de Cartagena el pasado 26 de septiembre. Esos Acuerdos han sido el fruto de una negociación relativamente larga y sumamente compleja, en la cual las partes se hicieron concesiones mutuas, con el propósito de terminar el conflicto armado que han mantenido, durante varias décadas, el Estado colombiano y las FARC-EP.

A pesar de los resultados del plebiscito realizado el 2 de octubre, es claro que:

Las razones de quienes apoyaron el SÍ y particularmente el NO, la opción finalmente triunfadora, no fueron homogéneas y por lo tanto nos parece un elemental ejercicio democrático que esas voces sean oídas y tenidas en cuenta en la medida en que no desvirtúen la estructura fundamental de los Acuerdos que entendemos, son el inventario de unas reformas inaplazables que se hacen necesarias para construir un país mejor. Adicionalmente, no debe desvirtuarse el modelo acordado de justicia transicional, que tal como está concebido, representa una gran oportunidad para que el país finalmente reconozca y redignifique a las víctimas entendiendo que ellas son el eje de esta forma específica de hacer justicia, y por lo tanto no puede haber lugar a resucitar viejas formas retributivas, que casi siempre están emparentadas con la venganza y que se convertirían, sin lugar a dudas, en un obstáculo para lograr la reconciliación entre todos los colombianos.

Tal vez uno de los mayores méritos que le vemos a los Acuerdos, es que abren la posibilidad para que todas las corrientes de opinión puedan hacer política sin armas, y dejar atrás el conflicto que tantas víctimas, dolor y tragedia nos ha ocasionado; asimismo, el modelo de justicia transicional acordado, que permitiría saber la verdad sobre lo sucedido es condición indispensable para la no repetición y una de las formas de hacerle justicia a las víctimas.

Creemos que los resultados del plebiscito hacen parte de un conjunto complejo de hechos políticos que deben analizarse de manera integral. Nos parece importante resaltar el mapa de las votaciones en aras de entender la complejidad de la democracia en Colombia, pues no es gratuito que en muchas de las poblaciones en donde más se ha sufrido el conflicto armado haya ganado la opción del SÍ. Además con una diferencia nacional mínima entre el SÍ y el NO, y con poblaciones muy afectadas que tanto en las urnas como en la calle claman por la paz, no se puede desconocer las voces del SÍ.

Usted, como Presidente de la República, conserva sus facultades y responsabilidades constitucionales como máxima autoridad en el manejo del orden público y en la búsqueda de la paz, derecho fundamental de todos los colombianos. En su reelección, señor Presidente, Usted recibió un mandato para llegar a un acuerdo de paz con los grupos alzados en armas y el plebiscito como hecho político por excelencia, debe ser valorado como tal y por lo tanto, hay que atender a las condiciones políticas que su misma realización ha generado, como haber reactivado el propósito de la paz, en amplios sectores que no se habían pronunciado anteriormente.

Los Acuerdos de La Habana contienen en muchos de los compromisos que allí se han consignado, una manera de cumplir las promesas que los colombianos nos hicimos como Nación, en la Constitución de 1991 y por lo tanto, esta es una oportunidad para hacer realidad gran parte de esas promesas incumplidas.

Los Acuerdos de La Habana, si bien son perfectibles, no deben desestructurarse porque sería perder una oportunidad que seguramente no volveríamos a tener en mucho tiempo, como tampoco sería deseable que una eventual renegociación birlara derechos y garantías ganadas en la Constitución de 1991.

Confiamos entonces, en que la tenacidad y los riesgos políticos que el país y Usted como Presidente han corrido en la construcción de este proceso de paz no sean desatendidos ahora, y que una vez hechos los ajustes que la mesa de La Habana estime necesarios, estos sean puestos en marcha como la gran oportunidad para el futuro de nuestro país.

Es obvio que estos Acuerdos no son la paz, sino apenas el comienzo de un largo y seguramente difícil camino hacia su construcción. La democracia no consiste en la unanimidad ni tampoco en una pretendida sociedad sin conflictos. La paz, consiste básicamente, en que podamos tramitar nuestros conflictos sin la apelación a las armas y sobre todo, en una sociedad tan inequitativa como la nuestra, en brindarle oportunidades a aquellos que siempre han sido relegados y desconocidos. Solo así podremos construir un país de verdaderos ciudadanos en el que nos aproximemos a una igualdad material y donde cada cual pueda expresar sus ideas, sin el temor de que las armas sean los árbitros de las disputas.

Nuestro más profundo convencimiento es que los Acuerdos son el primer paso para la construcción de ese país que tanto hemos soñado y que ahora parece posible alcanzar. En este sentido reiteramos nuestro apoyo y le solicitamos entonces, en su calidad de Jefe de Estado, no permitir dilaciones en el desarrollo de este proceso.

Atentamente,

CLAUSTRO DE PROFESORES
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
Universidad de Antioquia


martes, 27 de septiembre de 2016

VOTAR NO, "HOMO HOMINI LUPUS".


Larry A. Isaza Marín.

En los parques, en las aulas, en las calles, en los bares, en la casa; se escucha discutir el sentido de nuestro voto el próximo 2 de octubre, la discusión del apoyo o no a los acuerdos de la Habana, han invadido todos los espacios, señal ya, del trascendente momento que estamos viviendo todos los colombianos; voces de una y otra posición, van y vienen, en diferentes tonos.

Considero que mi “Sí” tiene niveles; mi “sí” en los foros públicos es aguerrido, lo defiendo con vehemencia y convicción, se lanzan palabras sin pensar que efectos tendrán en mi interlocutor, se comienza con los argumentos fuertes, con la firme idea que las razones de mi “sí” persuadan el “no” de mi interlocutor, cuando se da uno cuenta, que los argumentos chocan contra una especie de muro impenetrable, se hace uso de la ironía y la sátira, para mermar importancia o caricaturizar la posición adversa; cuestión diferente en el foro privado; la casa, la familia; con ellos las palabras que zanjen nuestras diferencias, en cuanto al apoyo o no de los acuerdos, deben ser pensadas, no lanzar palabras que hieran y dividan, los argumentos deben ser construidos con tacto, y cuando veamos que chocan contra el muro impenetrable, se hace uso de un abrazo y un beso.

Hoy, hago mi último intento, para persuadir en el foro privado, el “sí” de mi madre y mi suegra, y, quisiera de entrada decir, que el amor que ambas me han prodigado, es tremendamente contradictorio con el necrófilo “no” que defienden, es contradictorio con el discurso del odio que repiten y es contradictorio con los argumentos lanzados; el “no” al que se aferran, amadas mujeres, es un grito a la muerte, al odio y la venganza; contrario a lo que he aprendido de ustedes, de sus vidas, que son un constante grito a la vida, el amor y el perdón.


Imagen tomada de: http://www.healingbirthcenter.com/matriarchs/


He leído, analizado y discutido, el documento contentivo del acuerdo final en la Habana; soy consciente que tiene errores, soy consciente que no es perfecto y soy consciente que no es la paz, pero también, soy consciente que es la esperanza de mi generación, de pensar en la posibilidad de una paz, de una paz con justicia, de una paz equitativa, de una paz de la cotidianidad; quiero que cuando sea padre, mi única preocupación cuando mis hijos salgan a recorrer este país, sea el de su felicidad, y que, sí hayan disfrutado de sus inmensas bellezas, y no sufrir, las preocupaciones suyas cuando salimos de casa, no quiero tener que vivir con la preocupación constate de la muerte, me resisto incluso a pensarlo. 

Todos los días me pregunto,  ¿Por qué son tan incrédulas? ¿Por qué eligen el “no”, el camino más tortuoso?, y vienen respuestas como, pues claro si nacieron en el conflicto, toda una vida viendo las mismas noticias de muerte y destrucción, viendo atrocidades que seguro, las entiendo, son muy difíciles de perdonar, y asimilar el día de hoy; creo que eso explica la afirmación de mi madre – mijo no sea iluso en Colombia no va haber paz nunca - y para mí, lo difícil es pensar eso, que no haya nunca paz, que el homo homini lupus sea la constante, madre hoy quiero que sepas que  se puede querer que se pueda, como dice la canción.

Dentro de los acuerdos se habla de justicia prospectiva, con ello se quiere, que las decisiones de hoy sean pensadas para las futuras generaciones de colombianos y colombianas, donde seguro están los hijos de sus hijos e hijas, donde de hecho ya está Miguel Ángel, considero que la justicia prospectiva lleva implícito también el pasado, porque la decisión que tomen debe responder la siguiente pregunta ¿Qué de mi vida y mis vivencias no quiero que se repita en mis hijos, mis nietos y toda mi descendencia? Y creo que la respuesta es la guerra, estoy seguro de eso, que ustedes no quieren guerra para nuestros hijos.

Quiero que al necrófilo viva la muerte detrás del “no”, se le imponga el biófilo viva la vida del “sí”, como alguna vez Unamuno se lo gritó al insensato y decrepito Millán Astray; al final, independiente de lo que decidan mi amor por ustedes está intacto, hoy más que nunca. 

martes, 13 de septiembre de 2016

UNA MARGARITA EN EL CAMPO, UNA MARGARITA EN LA CIUDAD


Por: Laura Morales Mora.
UNA MARGARITA EN EL CAMPO

Soy Margarita, mujer indígena, de 42 años.  Vivo en el Sector La Montaña, en Riosucio, Caldas. Hago parte de la comunidad de los Embera chamí. Muchos hablan sobre nosotros, pero realmente muy pocos saben quiénes somos. La verdad es que no todos pueden venir a nuestro resguardo.

¿Qué qué opinamos sobre la guerra? Yo hablo por mí, la verdad… y pues si uno no es sapo a uno no le hacen nada: ni la guerrilla, ni los paracos, ni la misma policía.

Nosotros vivimos en medio del paso obligado entre Medellín y Manizales, entonces ya nos acostumbramos a que toda esta gente uniformada nos visite. Todos esos uniformes son iguales. La verdad es que muchos guerrillos son más decentes que la mayoría de policías que conozco… Y conozco muchos.

Sí, hay veces que se nos llevan las gallinitas o el café, que es de lo que vivimos pero, como le dije, si uno no va al pueblo a sapear, no le hacen nada.

Los caciques de mi comunidad se han encargado de que nuestra tierra esté libre de todas esas luchas políticas, y menos mal nunca ha pasado nada grave. Solo una vez vinieron los paras por don Julio, el que era mi vecino, pero fue que él se lo buscó… Se puso a hablar de más con la policía, se quejó porque le robaron unos pollos y, al otro día, la misma esposa lo encontró muerto allí en la esquina de la casa de doña Adri, donde aparecen las brujas… 

Desde hace tres años nos visita un doctor, él es un antropólogo que nos ha traído muchos regalos de donde él viene, él es de Bogotá. La semana pasada nos regaló una cosa lo más de impresionante, como se llamaba eso, era un aparato para ver películas. Nosotros no conocíamos eso. Eso tiene un nombre todo raro. Precisamente, antier fue la primera vez que vimos una película.

Por ahí, ese doctor nos anda comentando que cuando se firme el acuerdo de la Habana nos van a meter a los guerrilleros aquí en el resguardo, pero los caciques, que son los que se han metido más a analizar este asunto, nos han dicho que eso es mentira. Que el acuerdo ese entre la Guerrilla y el Gobierno no nos va a quitar ni a poner nada. Nosotros solitos hemos salido adelante y así va a seguir siendo por mucho tiempo.

La verdad es que yo no creo que este país se divida entre buenos y malos, yo mismita he sido testigo de que a veces lo que parece lo más bueno, puede ser en realidad lo más malo. Le voy a poner un ejemplo con lo que nos pasó aquí en el resguardo: Imagínese que nosotros hace más o menos diez años teníamos cultivo de todo: café, fresas, guayaba arazá, limones, pollos de engorde, gallinas, y todo lo que usted se imagine. Eso comíamos de todo y nos sobraba. Y pues en ese tiempo vinieron unos tipos, que de Nueva York, que de Nespresso, yo ni siquiera sé dónde queda eso… Y pues nos prometieron cielo, mar y tierra. Eso nos dijeron que para vivir bien teníamos que vender de su café, que el café colombiano era lo del momento, y que mejor dicho si cultivábamos en nuestras tierras, con las condiciones que ellos nos dieran, nos íbamos a tapar de la plata. A mí la plata no me interesaba en realidad, pero usted sabe, ellos vienen y ellos saben más que uno, y pues nos convencieron… Al principio, todo nos sonó muy bien, vino una gente toda elegante con unas máquinas que nosotros ni sabíamos para qué, y empezaron a tumbar todos los palos que no eran de café, y pues uno todo impresionado con tanta cosa como dice que no. Pero eso no fue todo, nos dijeron que ya no podíamos tener nuestros pollitos, que porque sino nuestro café no iba a ser de calidad, y pues después de que ya todo estaba casi hecho, nos tocó sacar a todos los animalitos, yo tenía un perro que se llamaba Luna, y pues me tocó dejársela a una conocida del pueblo… Pues le digo que esa “soberanía alimentaria”, como le dicen ustedes, que nos da la comidita a nosotros, se acabó gracias a eso y todo ese paraíso que nos pintaron no sirvió de nada, porque ya todos en el resguardo producimos el Café de Nespresso y sólo nos dan veinte mil pesitos de más por cada arroba, y pues eso no alcanza para mucho, para nada en realidad. Ya ni siquiera podemos ir a los domingos de trueque en el pueblo porque no tenemos nada que dar, excepto café, y el café aquí abunda, entonces ese intercambio no sirve mucho.

Y pues, le largué esa historia para que vea que las cosas nunca son lo  que parecen, y para mí, ni la guerrilla, ni los paras, ni la policía, ni nadie es lo que parece. Todos terminamos siendo lo mismo: gente que sobrevive y miente, así como usted o como yo. Yo no espero nada de este proceso, pero lo que sí espero es que, al menos, se firme para algo mejor. Para darle una oportunidad a nuestros hijos, que la historia no se repita con las comunidades indígenas, porque yo sé que nosotros hemos sido muy de buenas, con nosotros no se meten, pero por ejemplo, también sé que a los indígenas que viven en San Lorenzo aquí cerquita si les ha tocado duro y les han matado a su gente, y pues yo no conozco nada más que este resguardo, que es mi paz.

Fuente: Flickr. Imagen de oSKÄr
En: https://www.flickr.com/photos/oscaredu/3474514619


UNA MARGARITA EN LA CIUDAD

Soy Margarita Aristizábal, tengo 42 años, soy una abogada egresada de la Universidad Externado de Colombia. Muy pocos somos lo suficientemente capaces como para graduarnos de allá, y yo me gradué con honores. Vivo en el Norte de Bogotá, a una cuadra del Parque de la 93, no sobra decir que es el sector más exclusivo de la ciudad. Tengo que decir que me llena de orgullo decir dónde vivo, porque mi familia ha trabajado mucho por lo que tengo.

Soy bisnieta de uno de los grandes presidentes que tuvo nuestro país, mi abuelo fue Consejero de Estado y mi papá hace parte de uno de los grandes buffet de abogados en Estados Unidos… ¡Que amor el que tengo por ese país! Precisamente, casi toda mi infancia y parte de mi juventud viví allá. Nos tocó salir porque por esa época, por allá en los 80, fue que los malnacidos de las FARC empezaron a secuestrar políticos y empresarios, y pues en mi familia hay de los dos, entonces nos tocó salir. La verdad eso no fue un problema, menos mal mi familia ha sido solvente en lo económico toda la vida, entonces llegamos a una casa en Estados Unidos, que más parecía una mansión.

¿Qué qué opino yo sobre la guerra? Pues la verdad me parece que los guerrilleros son unos bastardos, muertos de hambre, peste de la sociedad. En serio, todavía no entiendo por qué cuando rescataron a Íngrid y a los gringos no les lanzaron una bomba desde el helicóptero a ese montón de guerrilleros. Esa liberación fue en el Gobierno del presidente Uribe ¿cierto? Ah! Qué tiempos aquellos. Fue el único momento donde nos sentíamos a gusto para ir a una de las finquitas que tenemos en Coveñas y hasta podíamos ir a la haciendita que tenemos en Ayapel.

Vea, yo no sé usted, pero yo creo que si seguimos así vamos a terminar como Cuba o como Venezuela. ¿Se imagina a Timochenko en el Congreso? Yo la verdad sería incapaz de votar por alguien que asesinó, violó y que hasta reclutó niños. Ellos están allá porque quieren, están tapados de la plata de cuenta de las drogas y han vivido toda su vida a partir del daño que le hacen a los otros con la guerra y el narcotráfico.

A mí la verdad no me interesa ni siquiera leerme los acuerdos, porque es que nadie cambia de un día para otro, y menos con el calibre de atrocidades y delitos que comete esta gente.

Yo me considero una víctima de la violencia por el hecho de que, como le conté, mi familia se vio obligada a viajar a Estados Unidos, y nadie debería ser obligado a hacer cosas a la fuerza. A mi marido le encantan las armas, el tema militar y pues conoce mucho sobre el tema, y él me ha dicho que cuando se formaron las Convivir y las bandas paramilitares se estaban limpiando las ciudades, y yo  también creo que es así ¿se imagina uno no poder ir un fin de semana tranquilo al Parque de la 93 porque hay un marihuanero encima o un indigente o un indígena o un campesino? Para mí, eso no tiene presentación.

Yo que viví la mitad de mi vida en el exterior me he dado cuenta de lo que podríamos llegar a tener como país. Pero no. Estamos atascados en estas ideas comunistas que no nos dejan avanzar. Para mí esas ideas son un reflejo del desgobierno de este señor… ¿Cómo es posible que después de que los teníamos de rodillas ahora le vayamos a regalar el país a las FARC en bandeja de plata?

Por ahí los trabajadores de la finca dicen que ellos se beneficiarían mucho con el acuerdo, que porque a ellos los desplazaron de sus tierras y no sé qué… Pero la verdad es que ellos están bien trabajando en la finquita de nosotros. Aunque no les pagamos la Seguridad Social porque ellos para qué eso y porque nos tocaría contratar menos trabajadores... La verdad es que les damos un paguito que es decente apenas para ellos, y también les damos casa, alimentación y pues ven a sus familias cada una o dos semanas ¿Qué más quieren? No entiendo ellos para qué quieren ese acuerdo. Es que la gente definitivamente es muy conchuda. 

jueves, 30 de junio de 2016

Celebración de la palabra

Foto: Álvaro Cardona, Centro de Memoria Histórica.

Este país no quiere llamarse "guerra", y las palabras no son sólo palabras... las palabras configuran la realidad.

-Alto al fuego dijeron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo.
- Alto al fuego dijo el Gobierno de la República de Colombia al Ejército Nacional.

Y ese día, el día 23 de junio de 2016, se nombró como "el último día de la guerra". 

La identidad de un pueblo proviene de su lengua. En Colombia el silencio, vocero del miedo, es la amenaza, y la palabra, creadora de mundos diversos, es la promesa, cumplirla dependerá de que de nuestros labios no se sigan desprendiendo balas y de que el miedo a éstas sea mayor que el miedo a la diferencia.

María Botero Mesa

domingo, 22 de mayo de 2016

¿Resistencia civil o construcción política del odio?: el lenguaje manipulador de Uribe frente a los acuerdos de paz en Colombia


Por: Gabriel Ignacio Gómez


Las recientes declaraciones del Senador Álvaro Uribe Vélez en las que hace un llamado a la resistencia civil en contra del acuerdo de paz, no dejan de ser llamativas. Incluso serían risibles, si no fuera por las consecuencias sociales y políticas que generan, especialmente cuando frente a un tema tan sensible y en un contexto tan polarizado, sus llamados, lejos de ser expresión de resistencia civil,  pueden terminar siendo el anuncio de más violencia.  El momento en el que se encuentra la sociedad colombiana exige mucha más responsabilidad por parte de su clase política y mucha más participación por parte de la sociedad civil. La propuesta del líder del “Centro Democrático”, se constituye en un capítulo más de su actividad política basada en la retórica del odio y su profunda obsesión mesiánica por el poder. El propósito de este texto consiste en someter a un escrutinio crítico la postura de Uribe y del “Centro Democrático” con respecto a las negociaciones de paz en La Habana y frente a la construcción de paz en Colombia. Para tal efecto me concentraré especialmente en los siguientes aspectos: 1) La concepción de la política como la relación amigo-enemigo; 2) El proceso de paz, polarización política y oposición oportunista; 3) La falta de coherencia entre las acciones políticas del pasado y las posturas actuales; y 4) Una reflexión final. A continuación voy a referirme brevemente a cada uno de estos asuntos:


1) La concepción de la política como la relación amigo-enemigo

Desde hace varios años, Álvaro Uribe y su equipo de asesores han dejado ver la influencia del pensador alemán Carl Schmitt (2009) en la manera como construyen su discurso de “Seguridad democrática” y sus prácticas políticas. Schmitt, quien a comienzos del siglo XX observaba con preocupación la crisis de la República de Weimar, asumió una perspectiva crítica frente a la concepción liberal de la política según la cual el poder se fundamenta en la idea de un contrato social y encuentra un límite en el derecho. Schmitt sospechaba bastante de la idea de democracia liberal como una propuesta procedimental que permitiera la expresión de las mayorías. De acuerdo con el autor alemán, era necesario recuperar el orden en la sociedad, y ello solo se podría lograr por medio de un ejecutivo fuerte que no tuviera las restricciones que imponía el Estado de Derecho. En consecuencia, y continuando con la crítica al liberalismo político, Schmitt no entendía la política como campo de acuerdos ni de pactos, sino como decisión política en un escenario de confrontación entre amigos y enemigos. En tal sentido, el gobernante, para mantener el orden, debía tomar decisiones políticas, procurar la unidad de la sociedad y enfrentar a aquellos enemigos que se opusieran a las decisiones del soberano. 

Esta lectura de la política no es muy distante de los postulados y prácticas que Uribe promovió durante sus dos períodos de gobierno (2002-2010). En un contexto caracterizado por la ruptura de las negociaciones entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC, Uribe encontró un campo propicio para la construcción simbólica de un enemigo que, de hecho, había alimentado enorme resentimiento y dolor en muchos sectores de la sociedad colombiana. Y cuando digo que se trata de “la construcción simbólica del enemigo”, no es para negar el despliegue de violencia que, en efecto, ejerció la guerrilla de las FARC, especialmente desde la década del noventa; sino para mostrar precisamente que buena parte de la identidad política del gobierno Uribe dependía de enfrentar a un enemigo común que despertara un profundo rechazo social. No obstante, el gobierno Uribe al construir la idea del enemigo común, llevó la tensión a un punto de polarización mayor a través de la incorporación en Colombia de la “guerra contra el terrorismo”.

Cuando se inició el gobierno de Álvaro Uribe en 2002, el país no sólo enfrentaba la frustración de un proceso de paz fallido; sino que presenciaba un proceso de expansión territorial y política del paramilitarismo (Romero, 2003). La decisión del gobierno Uribe consistió entonces en redefinir los imaginarios sociales sobre la situación política mediante la idea de la “amenaza terrorista”, así como la creación de amigos y enemigos. En tal sentido, se construyó la idea de un enemigo absoluto: “los terroristas”, a quienes había que derrotar fundamentalmente por la vía armada. Igualmente se construyó a un enemigo prosistémico: los paramilitares, con quienes sí era posible, de acuerdo con el gobierno de entonces, promover una negociación y llegar a acuerdos. En cuanto a la situación política, el gobierno Uribe acuñó un lenguaje que se convirtió en el credo oficial de las instituciones y se reprodujo día a día en los medios de comunicación y en la cotidianidad social. En Colombia ya no se podía hablar entonces de conflicto armado, la historia de nuestras violencias parecía quedar, de un momento a otro, borrada por la palabra majestuosa del gobernante. Lo que existía era una “amenaza terrorista” y con ella, un enemigo absoluto sin historia, sin contextos, y sin humanidad, en otras palabras, se trataba de la esencialización de la perversidad. De acuerdo con esta visión, a este nuevo enemigo que personificaba el mal absoluto, había que derrotarlo a toda costa y con todo el despliegue de fuerza posible. Por tal razón, las medidas de la “Seguridad Democrática” generaron nuevas esperanzas en muchos sectores de la sociedad colombiana, y el fervor colectivo se constituyó en la mayor fortaleza del gobierno.

Sin embargo, aquí resulta importante recordar lo que la sociedad colombiana pareciera olvidar, por eso voy a retomar algunos hechos de la década anterior. Desde el año 2002, el gobierno Uribe promovió acercamientos con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), así como un proceso de desmovilización que se llevó a cabo entre 2003 y 2006 (Comisión Colombiana de Juristas, 2008). Frente a un actor armado que era responsable de expresiones brutales de violencia como asesinatos sistemáticos a líderes sociales, múltiples masacres y desplazamientos de campesinos con el propósito de despojarlos de sus tierras, reclutamiento de menores, ejercicio de violencia sexual en contra de las mujeres, así como muchas otras acciones en contra de la población civil, el gobierno Uribe no dudó en promover un marco jurídico extremadamente generoso a través del proyecto de ley de Alternatividad Penal. En nombre de la paz y la reconciliación, el gobierno Uribe no dudó en usar las ideas de abolicionismo y justicia restaurativa para dar un trato diferenciado y generoso a los comandantes paramilitares (Gómez, 2014).

Cuando las organizaciones de derechos humanos se atrevieron a cuestionar los excesos de la política de la “Seguridad Democrática” y el desconocimiento de los estándares de derecho internacional de los derechos humanos, el gobierno Uribe no dudó en promover un lenguaje hostil en contra de los activistas de derechos humanos a tal punto que las movilizaciones y acciones de resistencia que estos hicieron en contra de la impunidad, fueron igualmente estigmatizadas. La construcción simbólica del enemigo no se limitó entonces a la proscripción de las FARC, sino que se extendió también a todo aquel que se atreviera a cuestionar la sacralidad del orden de la “Seguridad Democrática”, ya fuera activista social, o ya fuera magistrado de la Corte Suprema.


2) El proceso de paz, polarización política y oposición oportunista

Es indudable que el contexto social y político de esta década es diferente de aquel que hizo posible el ascenso y hegemonía del discurso de la “Seguridad Democrática”. Y lo es por múltiples  razones, entre las cuales se pueden mencionar las siguientes: 1) Como consecuencia del fortalecimiento de las Fuerzas Armadas y de la ofensiva militar del Estado en la primera década del siglo, las FARC perdieron a varios de sus comandantes y entraron en un proceso de repliegue y debilitamiento; 2) Si bien ha habido debilitamiento militar de las FARC, ello no significa que hayan desaparecido, ni que hayan perdido el control de algunos territorios, ni que el Estado colombiano las haya derrotado militarmente; 3) El desgaste y descrédito de las políticas de “Seguridad Democrática”, como consecuencia de la constatación de abusos de poder (“chuzadas”, ejecuciones extrajudiciales, rechazo a los reclamos de las víctimas) o escándalos de corrupción (Agro Ingreso Seguro, reelección), hicieron posible un giro hacia el centro en materia de la concepción sobre el tratamiento del conflicto político; 4) La agenda que se planteó por parte de los negociadores, ha sido una agenda modesta que no pone en riesgo la estructura política del Estado y del sistema económico; y 5) El desarrollo del proceso de paz desde finales del 2012, a pesar de las dificultades y la oposición de sectores de derecha, ha permitido logros tangibles y verificables, como la realización de acuerdos frente a varios de los puntos de la agenda y el desescalamiento del conflicto armado.

Sin embargo, también hay que tener en cuenta que desde el principio de las negociaciones, Uribe y su nuevo partido han promovido una férrea oposición al proceso de paz. Los postulados de esta oposición muestran cierta continuidad en la lectura de lo político como la relación entre amigo-enemigo. En tal sentido, el “Centro Democrático” ha diseñado su discurso de doble oposición: oposición al gobierno y oposición al proceso de paz. En cuanto a la oposición al gobierno, el “Centro Democrático” ha desplegado una retórica según la cual Santos es un traidor que se hizo elegir para continuar con las banderas de la “Seguridad Democrática”, pero que posteriormente abandonó sus compromisos políticos. Igualmente ha sostenido en múltiples ocasiones que el gobierno actual representa una amenaza Castro-Chavista, más aún cuando mantiene relaciones bilaterales con el Estado venezolano y se atreve a promover un diálogo de paz con los “terroristas”. En cuanto a la oposición al proceso de paz, Uribe y sus seguidores, no aceptan la posibilidad de mirar históricamente el conflicto colombiano, ni de aceptar una salida diferente a la victoria militar y, en consecuencia, a una rendición incondicional de las FARC.

En tal sentido, la estrategia mediática de Uribe, tal como ocurrió durante su mandato, insiste entonces en la idea de crear una realidad apocalíptica (o hecatombe para usar sus términos) que defina la situación colombiana como un gran “estado de excepción” que solamente puede resolverse mediante la decisión y la fuerza. Dentro de este proceso de construcción simbólica de la realidad y de los enemigos, el nuevo contendor es una alianza perversa entre quienes promueven el proceso de paz y la salida negociada del conflicto. Sin embargo, la intensidad de esta retórica varía según la coyuntura. Basta recordar el giro sorpresivo que se dio en la campaña presidencial que antecedió las elecciones presidenciales de 2014. En octubre de 2013, Oscar Iván Zuluaga, el candidato de Uribe, sostuvo que el proceso de paz había que “terminarlo ya”, y agregaba que era un proceso que "nació muerto y está mal planteado porque nace de una premisa completamente equivocada... no puede negociar de igual a igual con una organización que sigue cometiendo actos terroristas y reclutando menores" (Semana, 2013). Para diciembre del mismo año, el mismo candidato hacía un leve giro, ya no se hablaba de ruptura sino de la "suspensión" del proceso. De acuerdo con Zuluaga: "si las Farc quieren una paz negociada tiene que haber una exigencia, cese de toda acción criminal y la renuncia al narcotráfico. Esa debe ser la premisa y tiene que ser inaplazable, inamovible" (El Espectador, 2013). Luego, en mayo de 2014, luego de la primera vuelta electoral y al percatarse del apoyo social al proceso de paz, el “Centro Democrático” anunció el apoyo del partido Conservador para la segunda vuelta y un giro en la postura frente al proceso de paz. Ya no lo suspendería, sino que “establecería condicionamientos” (Semana, 2014).

Uribe, en su actuar político, ha desarrollado una particular habilidad para crear lenguajes e imaginarios sociales, y de promoverlos a través de ciertos actos performativos que tienen un notable impacto en varios sectores de la sociedad colombiana (especialmente en la Colombia más feudal). Su imagen de buen patrón, de buen padre de familia tradicional, de trabajador incansable, de mesías redentor capaz de resolver todos los problemas en los consejos comunitarios, todo ello con un tono aparentemente bonachón y un ánimo predicador, le dieron un enorme rendimiento político en una sociedad caracterizada por la mentalidad patriarcal y la precaria formación intelectual y política.

Así, en su habilidad para usar y abusar del lenguaje, Uribe ha tendido a apropiarse de sustantivos y términos que en su momento fueron expresión de sectores populares y democráticos para vaciarlos de sentido y atribuirles contenidos y alcances tremendamente conservadores y autoritarios. Veamos algunos ejemplos: Uribe, llegó a la presidencia enarbolando las ideas de “Estado Comunitario” y “Seguridad Democrática”. Lo comunitario, en lugar de promover procesos de empoderamiento de las comunidades y políticas que potenciaran el ejercicio de la ciudadanía, se constituyó en un teatro artificial para promover dependencia y entronizar la figura del líder en los denominados “consejos comunitarios”. Por su parte, la democracia, terminó siendo un adjetivo de la seguridad, tal como lo observaba el profesor Guillermo Hoyos (Hoyos, 2007). Posteriormente, con ocasión de la desmovilización de los grupos paramilitares, su gobierno comenzó a usar el lenguaje de la justicia transicional de manera manipuladora para facilitar la desmovilización de los grupos paramilitares, sin tener en cuenta un componente fundamental de la justicia transicional: la existencia de mecanismos de rendición de cuentas y de protección a los derechos de las víctimas (Uprimny & Saffón, 2007). 

Luego, desde la oposición, Uribe y sus seguidores crearon un nuevo partido, el “Centro Democrático”, y lo bautizaron con un nombre que para nada refleja el contenido de su plataforma política. Más recientemente, el Senador Uribe, de manera bastante cínica, convoca a una resistencia civil frente a los acuerdos de paz. No olvidemos que la resistencia civil ha sido una expresión democrática de los grupos sociales marginados y oprimidos, como lo fue el movimiento independentista en la India de Gandhi, o el movimiento de derechos civiles y políticos liderado por Martin Luther King, para luchar en contra de la opresión y la injusticia. En Colombia, los ejercicios de resistencia civil han sido promovidos por los movimientos sociales, aún a costa de su integridad y de que sean estigmatizados, como ocurrió con la movilización de las víctimas durante el gobierno de la “Seguridad Democrática”. Hoy por hoy, si hay algo que Uribe y el “Centro Democrático” representan en la sociedad colombiana, incluso desde la oposición, es su cercanía con el poder, particularmente, con los poderes regionales que han acumulado grandes extensiones de tierra, ya sea para la ganadería expansiva, el monocultivo agroindustrial o la industria extractivista; así como con los grupos de interés que se han beneficiado del ejercicio del poder institucional y de facto. Suena entonces risible que ahora Uribe busque promover un mecanismo de resistencia civil cuando su situación, lejos de representar a un sector oprimido, lo que hace es reafirmar poderes, muchos de ellos cuestionables, e interesados en que la situación de injusticia social en Colombia no cambie.


3) La falta de coherencia entre las acciones políticas del pasado y las posturas actuales.

Cuando se observa detenidamente esta iniciativa y se analiza retrospectivamente la historia reciente del país, se hace evidente la incoherencia entre las políticas y acciones que Uribe promovió desde su gobierno y las posturas que actualmente asume frente al proceso de paz. Quedan muchos interrogantes, entre los cuales destaco los siguientes: ¿Cómo explica el uribismo su retórica de apoyo frente a la desmovilización de los grupos paramilitares en 2003 y su decidido apoyo al proyecto de Alternatividad Penal?, ¿Cómo explica Uribe la indolencia que demostró su gobierno frente a los derechos de las víctimas cuando se tramitaba el proyecto de Alternatividad Penal en 2004 y el proyecto de ley de Justicia y Paz en 2005?, ¿Cómo explican él y sus asesores la hostilidad frente a las organizaciones de víctimas cuando se realizaron las movilizaciones en solidaridad de las víctimas del paramilitarismo y de los crímenes de estado?, ¿Cómo explica la oposición y el veto que ejerció su gobierno frente al proyecto de ley de víctimas en 2009?, ¿Cómo explica Uribe y el “Centro Democrático” que luego de defender con tanto ahínco la desmovilización de los paramilitares, cuestionen la posibilidad de un proceso de paz con las FARC, más aún cuando en este proceso, con la presión de la comunidad internacional y de las organizaciones de derechos humanos, se ha intentado tener en cuenta de manera mucho más seria el respeto por los estándares internacionales en materia de derechos de las víctimas?, ¿Cómo se puede entender el reciente interés del Uribismo por los derechos de las víctimas cuando anteriormente hubo tanta displicencia y hostilidad hacia ellas?, ¿Si es cierto y genuino el interés por las víctimas, por qué ha habido tanta presión por parte del Centro Democrático en defender la reforma al Fuero Penal Militar (Uribe, s.f.)?, finalmente ¿Cuál es la propuesta de paz real y sincera que Uribe y el “Centro Democrático” le ofrecen a la sociedad colombiana?


4) Una reflexión final

Luego más de tres años y medio desde que se iniciaron las negociaciones de paz, la sociedad colombiana debe comenzar a reconocer la relevancia social y política del proceso de paz, y de los avances que se han logrado hasta el momento. Si bien es cierto que ha habido momentos de crisis, o asuntos que generan inquietudes o malestares legítimos y comprensibles en la sociedad, también es cierto que ha habido notables avances, no solo en materia de los acuerdos hasta ahora anunciados, sino que han tenido impacto directo en la sociedad colombiana, como el desescalamiento del conflicto, la disminución de los combates, los procesos de desminado, el reconocimiento de la centralidad de las víctimas y la aceptación por parte de las FARC de unos mecanismos de Justicia Transicional. Frente a este último aspecto, el balance entre las exigencias internacionales en materia de rendición de cuentas y derechos de las víctimas, y la búsqueda de la paz, es supremamente difícil y complejo en una sociedad que ha padecido un conflicto armado tan destructivo y prolongado. No obstante, la opción de bloquear los diálogos y cerrar de una vez por todas, la posibilidad de un acuerdo de paz, sería una irresponsabilidad histórica frente a la sociedad colombiana y frente a las víctimas (ya no solo actuales sino también futuras).

Sin duda hay muchos aspectos que pueden ser sometidos al escrutinio crítico, ello es legítimo y necesario, pero ello debe hacer parte de un debate público constructivo y democrático. Menciono algunos aspectos que habrá que debatir con mayor detenimiento. En primer lugar, hasta ahora los debates sobre las negociaciones en La Habana y la construcción de paz en Colombia han estado fundamentalmente dominados por élites políticas e institucionales, sin dar mucho espacio a las voces de las comunidades, los movimientos sociales y las víctimas. En segundo lugar, se suele confundir tres asuntos diferentes: la Mesa de Negociaciones, el nivel de legitimidad del gobierno del presidente Santos y las posibilidades de construcción de paz en Colombia. Hay muchas razones por las cuales el gobierno de Santos cuenta con un nivel tan bajo de popularidad, entre ellos su política neoliberal que tanto dista del Castro-chavismo que le atribuye Uribe. Sin embargo, ello no implica que las negociaciones de paz deban fracasar, y mucho menos, que la sociedad colombiana se niegue la posibilidad de transformar su historia de violencias e injusticias. En tercer lugar, como lo han afirmado varios analistas, la realización de un acuerdo no implicará la terminación de los conflictos sociales y económicos en Colombia, pero por lo menos permitirá que las luchas en contra de la injusticia social se libren por vías pacíficas.  

Aun así, una es la suerte de un proceso de paz cuando existe al menos un consenso fuerte sobre la necesidad de la negociación, y otra la que se da en medio de una polarización social en la que sectores políticos rompen ese consenso fundamental. El discurso de oposición liderado por Álvaro Uribe Vélez y el “Centro Democrático”, a través de la construcción de nuevos enemigos y de escenarios apocalípticos que solamente pueden resolverse con la llegada de un nuevo orden redentor, termina confundiendo todos los aspectos anteriormente expuestos, es decir, termina haciendo una oposición al gobierno nacional, a las negociaciones y a la posibilidad de construir la paz en la sociedad colombiana. Pero además, somete a la sociedad a una polarización innecesaria para beneficio de unos grupos de interés. Al final, un escenario planteado en términos de relaciones entre amigos y enemigos absolutos, termina arrojando el peor de los resultados posibles: la prolongación indefinida del conflicto armado.

Finalmente, ojalá en poco tiempo podamos decir que estamos en proceso de cambiar los relatos necrofílicos que durante muchos años invitaron a la perpetuación de la guerra y aprendamos como sociedad a abrir los caminos para que, en lugar de expresiones armadas entre sectores radicales, haya propuestas, tanto de izquierda como de derecha, que acepten las reglas del juego democrático, que sean más responsables con sus lenguajes y acciones, más reflexivas frente a problemas que atañen a nuestra convivencia, y más dispuestas a promover acuerdos sobre asuntos fundamentales, en lugar de continuar construyendo “enemigos comunes” y odios perpetuos.



Referencias bibliográficas

Comisión Colombiana de Juristas, (2008). Colombia: El espejismo de la justicia y la paz. Balance sobre la aplicación de la ley 975 de 2005. Bogotá: Comisión Colombiana de Juristas.

El Espectador, (2013). “Oscar Iván Zuluaga suspendería el proceso de paz para poner “condiciones”. Disponible en: http://www.elespectador.com/noticias/politica/oscar-ivan-zuluaga-suspenderia-proceso-de-paz-poner-con-articulo-461901, visitada el 19 de mayo de 2016.

Gómez, Gabriel Ignacio, (2014). Justicia transicional en disputa. Una perspectiva constructivista sobre las luchas por la verdad, la justicia y la reparación en Colombia, 2002-2012. Medellín: Universidad de Antioquia.

Hoyos, Guillermo, (Ed.) (2007). Las Víctimas en Colombia. Frente a la búsqueda de la verdad y la reparación. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Goethe-Institut, Pensar.

Romero, Mauricio. (2003) Paramilitares y autodefensas 1982-2003. Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales IEPRI.

Schmitt, Carl. (2009). El concepto de lo político. Madrid: Alianza Editorial. Disponible en: https://arditiesp.files.wordpress.com/2012/10/schmitt-carl-el-concepto-de-lo-policc81tico-completo.pdf

Semana (2013). “Oscar Iván Zuluaga insiste en terminar “ya” el proceso de paz”. Disponible en:  http://www.semana.com/nacion/articulo/oscar-ivan-zuluaga-insiste-en-terminar-el-proceso-de-paz/362726-3, visitado el 19 de mayo de 2015.

Semana (2014). “Los aliados de Oscar Iván Zuluaga”. Disponible en: http://www.semana.com/nacion/elecciones-2014/articulo/conservadores-los-aliados-de-zuluaga/391637-3, visitado el 19 de mayo de 2016.

Uprimny, Rodrigo & Saffon, Maria Paula. (2007). Usos y abusos de la justicia transicional. Bogotá: Dejusticia.

Uribe, Álvaro. (S.F.) “El fuero vuelve tranquilidad a los militares”. Disponible en: http://www.alvarouribevelez.com.co/es/content/el-fuero-devuelve-tranquilidad-los-militares-dice-alvaro-uribe, visitado el 19 de mayo de 2016.


domingo, 24 de mayo de 2015

DIÁLOGOS CON CESE BILATERAL AL FUEGO (COMUNICADO PÚBLICO)


Colombia, 22 de mayo de 2015

Las plataformas y movimientos nacionales abajo firmantes, quieren manifestar su profunda preocupación por los hechos de guerra que se vienen presentando entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las Farc-Ep en los que han perdido la vida 10 soldados y 26 guerrilleros en el departamento del Cauca, todos hijos de nuestro país, hechos que han abocado la decisión del gobierno de reactivar los bombardeos y de parte de las Farc-Ep la decisión de suspender el cese unilateral al fuego.

Si bien se ha dialogado en medio de la confrontación armada, el cese unilateral decretado por las Farc-Ep en diciembre pasado y la respuesta que en su momento diera el Gobierno nacional de cesar los bombardeos por un mes prorrogable, además del acuerdo de "desminado", han sido signos concretos de avances en el desescalamiento de la confrontación, con el efecto directo de confianza por parte de las comunidades más afectadas por el conflicto armado interno.

Ante estos dos graves hechos de guerra, que afectan la esperanza de paz en nuestro país, queremos insistir con vehemencia al gobierno de Colombia y a la guerrilla de las Farc-Ep, en nuestro reclamo de un cese bilateral al fuego, lo que incidirá de modo directo en la confianza en el proceso por parte de las comunidades y de las mujeres y hombres de buena voluntad de nuestro país.

No más soldados ni guerrilleros muertos, no más afectaciones a la población civil. Las acciones unilaterales o bilaterales que redunden en la protección de la vida y la integridad personal de combatientes y no combatientes es un signo de amor a la vida, de respeto a Colombia, de aprecio a las comunidades indígenas, afrodescendientes, mestizas, que habitan los territorios, de reconocimiento a los sectores de la sociedad que apuestan por un país que garantice el bienestar de todas y todos. No es un signo de debilidad.

Recordamos que la sociedad que quiere la paz fue la que posibilitó la reelección del presidente Santos para su segundo mandato, contra los discursos que avivaban la violencia por parte del otro candidato con altas posibilidades de ganar las presidenciales. Esas mayorías reclaman la generosidad de las partes. El cese bilateral al fuego será una justa respuesta a ese llamado a la paz que masivamente se ratificó el pasado 9 de abril en las calles de las principales ciudades de Colombia.

De no avanzarse hacia un cese bilateral, cada muerte evitable seguirá hiriendo la conciencia moral de la sociedad y seguirá sumando a la responsabilidad de quienes pudiendo desescalar la confrontación, no tienen la voluntad de hacerlo.

Llamamos a los medios de información a no incentivar los odios entre colombianos con el uso de un lenguaje que expresa desprecio por los muertos de la guerrilla y exalta los del Ejército Nacional, cuando todos son colombianos y colombianas, cuyas vidas son invaluables y sus muertes se habrían podido evitar con el cese bilateral.

Con profunda preocupación,

Comunidades Construyendo Paz en los Territorios –CONPAZ– constituida por 130 organizaciones de base.

Coordinación Colombia Europa Estados Unidos –CCEEU–, constituida por 260 organizaciones defensoras de derechos humanos.

Plataforma Colombiana de Derechos Humanos Democracia y Desarrollo, constituida por 76 organizaciones defensoras de derechos humamos.

Diálogo Intereclesial por la Paz en Colombia –DIPAZ– constituida por 42 organizaciones nacionales y dialogantes internacionales.

Clamor Social por la Paz constituida por 50 organizaciones.

Alianza de Organizaciones Sociales y Afines, constituida por 165 organizaciones sociales.