Por: Semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas
Para muchos esta
historia habrá sido
la puerta de
bienvenida, para otros, un intento fallido. ¿A quiénes ha de dirigirse la
educación pública?, ¿cómo ha de acoger la Universidad a sus aspirantes?, ¿cómo
tener en cuenta sus sueños, sus miedos y sus realidades diversas? Que estos
relatos nos aproximen a sus voces y nos den luces para abordar el tema...
Me llamo Mariana,
soy una joven de 16 años, dicen que soy simpática, me gusta dibujar y comer
chocolates. Ahora está lloviendo, aunque no hace mucho frío. Menos mal alcancé
a tomar este bus, los de La Sierra a veces son demorados y no puedo llegar
tarde. Miro por la ventana, como de costumbre, y esta vez me estremezco
pensando en lo que podría ser, ¿lo lograré? Ayer mi jefe me dio la tarde libre
para descansar y llegar hoy con toda la energía necesaria, pero la verdad es
que aproveché el tiempo para ayudarles a mis padres a preparar lo de las ventas
de hoy, pues debemos recoger el dinero para el pago de los servicios y lo que
alcance de mercado. Ahora, mientras ellos van de casa en casa y deambulan por
los barrios de Medellín para conseguir un sustento, yo no puedo dejar de
repetirme la misma pregunta: ¿qué sucederá conmigo si no paso? No tengo los
recursos para estudiar en una institución privada, quizás mi única opción sea
el Sena, o lo peor, trabajar y renunciar a mis sueños. Siento miedo.
A
pesar del vaivén del bus y el estruendoso sonido del motor, me hago rápidamente
consciente de los latidos de mi corazón: siento como si se me quisiera salir
del pecho; son tan fuertes que puedo pasarme todo el trayecto contándolos uno
por uno. Sin embargo, debo seguir las insistentes recomendaciones de mamá:
“mija, nada de nervios porque ellos no van a responder las preguntas por
usted”; así que hago lo propio y me repito: Mariana, todo va a salir bien; Mariana,
todo va a salir bien; Mariana, todo va a salir bien. De esta manera logro irle
un pasito adelante a mis nervios.
El
bus frena sorpresivamente y recoge a algunas personas, entre las cuales está
una muchacha que estudia en la Universidad de Antioquia y me daba las clases en
el preuniversitario popular los fines de semana, entonces se me devuelve la
esperanza cuando me ve y me regala una sonrisa. Fue ella quien me dio ánimos
para creer en mis posibilidades de pasar el examen de admisión, pero también me
dejó claro que el éxito no estaría en ser una competidora fuerte, en ser la “#
1”. Entendí que la mayor injusticia de la educación era hacernos creer que unos
son capaces y los demás no, como si unos fueran menos personas que no merecen
crecer y soñar.
Al
llegar al paradero del Centro, me preparo para coger el otro bus que me llevará
hasta la universidad, el “Alma Mater”. Recuerdo perfectamente que sólo debo ir
hasta la próxima cuadra e identificar que el tablero del bus diga clarito:
UdeA. Al subir al bus veo muchas caras como la mía, me identifico con esos
rostros ansiosos, ávidos de responder preguntas en las que casi que te juegas
la vida. Me siento y vuelven a mí pensamientos que en los últimos días me han
rondado la cabeza; si en el primer trayecto pensaba en lo que podría ser, en
este momento vuelven preocupaciones sobre lo que pudo ser y no fue: ¿y si
hubiese estudiado más español que matemáticas?, ¿y si no hubiese tenido que
escoger entre una de las dos?, ¿y si hubiese estudiado más y trabajado menos?
Me bajo en la Universidad y en la entrada me pasan un boletín que dice que se
estrenará un nuevo tipo de examen con algo que llaman “componente específico”;
¡¿qué será eso?! No tengo ni la menor idea. Sigo caminando y no puedo evitar la
emoción, pensar que podría ser parte de esta Universidad tan bonita, tan
grande… incomparable con mi colegio tan pequeñito y humilde, eso sí, igual de
acogedor.
Al
fin llego al bloque que me corresponde. ¡Me lo aprendí de memoria! Bloque 14,
aula 220, silla 14089. El pasillo se llena con prisa y ya no aguanto los
nervios. Me siento insegura y vuelve a atormentarme el “y si”. Si a mis
profesores les hubiesen pagado su sueldo a tiempo y no les hubiesen empeorado
el servicio de salud, ellos no habrían tenido que protestar en la plaza pública
y parar las clases, entonces tendría más conocimientos de comprensión lectora y
razonamiento lógico. Al contrario de eso, mis últimos recuerdos son unos
salones vacíos en los que añoraba ocupar uno de los pupitres y aprender, compartir,
entender la vida, mas la soledad me dejaba la mente llena de incógnitas.
Observaba
la puerta, faltaban escasos minutos para que la espera terminara. En ese
momento llega una mujer, saca unas llaves de su bolsillo, y entonces la abre…
* * *
Desprendo
mi cuerpo de la pared en la que había permanecido recostado por varios minutos
frente al salón, entonces me doy cuenta de que las piernas me tiemblan del
susto, y pienso: ¡uy qué es esto! Sin embargo, me entro para el salón a buscar
la silla que tuviera ese número, la del 24875; es cuando me imagino que de
pronto iban a llamar a lista, pero pasan es pidiendo el documento de identidad.
Yo con él ya preparadito miro mi foto ahí y leo el nombre: Fredy Bailarín Casamá; se me encharcan los ojos, me acuerdo de mi familia
allá en el resguardo y la confianza que han depositado en mí para presentarme a
esta Universidad, me acuerdo de mis hermanos y hermanas que me ven como su
mejor ejemplo a seguir, su esperanza de vida. Soy el mayor de todos y trato de
divertirlos y enseñarles las labores de la tierra y lo importante que es para
nosotros, nuestra madre que nos lo da todo.
Tengo
el lápiz en mi mano derecha y como que se me olvida todo lo que había
estudiado. Después reparten el examen y empiezo a sudar por todos lados. Me
pongo a leer las preguntas de comprensión lectora y me preocupo porque las
letras se me confunden y a veces no entiendo de lo que me están hablando. Paso
a razonamiento lógico y dejo de sufrir, ¡eso sí es lo mío!, ¡qué pasatiempo tan
divertido! Ahora sólo me falta la última parte, que es el “componente
específico”, vamos a ver qué es esto… ¡ahora sí me dejaron confundido! Esta es
mi oportunidad, tengo que concentrarme, a ver, si respondo bien voy a venir a
vivir a esta ciudad que es tan grande y valdrá la pena, si no lo logro, mis
sueños y los sueños de quienes me apoyan en la comunidad se desvanecerán. Somos
pocos los que tenemos la oportunidad de asistir a una universidad. Siento
miedo.
Bueno,
leo la pregunta despacio para tratar de entenderla:
En
la época de La Violencia en Colombia, miembros de los partidos liberal y
conservador se enfrentaron, dejando una gran cantidad de víctimas y sangre por
doquier, sin calcular los costos políticos, económicos y sociales que estos
enfrentamientos conllevarían. La intensificación de los odios de quienes veían
en el pensamiento diferente a un enemigo que se debía eliminar, dejó para
nuestra historia una multiplicidad de episodios trágicos que no se podrán
borrar de la memoria. Sin embargo, estudios de los últimos años han demostrado
que las nuevas generaciones de jóvenes son poco cercanos a estos hechos que
marcaron el rumbo de la nación; los expertos afirman que la lectura de un
contexto que olvida sus raíces tiene un efecto perverso para las sociedades que
tratan de sanar heridas.
Podemos
decir que el autor del texto anterior es crítico de la realidad social
colombiana porque…
No
entiendo, ¿qué es eso de partidos liberal y conservador?, y ,¿por qué habla de
la violencia como si fuera algo vivido en años pasados en el país cuando a mi
comunidad indígena le ha tocado luchar con ella desde antes de que yo naciera y
todavía seguimos en lo mismo? Violencia la hemos vivido por los grupos armados
que han pasado por mi pueblo, por la construcción de esa represa y por la idea
de esas empresas extranjeras y del gobierno de hacer minería, que prometen
mucho pero lo único que han conseguido es que dejemos nuestros asentamientos
varias veces, que nuestra gente abandone sus territorios y salga desplazada
hacia la ciudad a vivir en condiciones lamentables, que se sequen nuestros
ríos, que se olviden nuestras costumbres con la llegada de trabajadores que
vienen de otras partes, que se viole a las mujeres de mi comunidad....
Violencia hemos vivido con las mentiras que dice el gobierno de nosotros,
cuando nos tratan de ignorantes, cuando nos discriminan por ser quienes somos,
cuando dicen que somos guerrilleros si salimos a protestar para defender
nuestra madre tierra, cuando le dicen a uno “mucho indio, se le nota que viene
de monte”. Todo eso es violencia y ¡eso es lo que no se puede borrar de la
memoria!
No
comprendo, ¿qué tiene que ver esto con trabajo social? Trabajo social para mí
es dedicarme a mi comunidad, defender el territorio de tantas amenazas,
proteger nuestras tradiciones y compartir con ancianos, mujeres, niños,
jóvenes, con todos, para construir una nueva realidad juntos, nuestro sueño.
Sigo leyendo las preguntas, los minutos corren, me preocupa no terminar a
tiempo y no responder correctamente ¡Hay muchas cosas que no sé, nunca me las
enseñaron! En una de las páginas está la imagen de un computador, esos son
lejanos para mí, no sé muy bien cómo se manejan. Me quedo mirando la pantalla
que se muestra, ¿qué será lo que significan esas imágenes?...
* * *
Con
mi mirada fija en esa pantalla no puedo pensar en nada diferente a mi futuro,
lo que allí se muestre será definitivo; se me cruzan ideas de todo tipo, me
tiemblan las manos y en la sala de internet, como cosa rara, todos me miran,
¡qué nervios! Ya hace días que presenté ese examen de la Universidad, lo más
difícil fue razonamiento lógico y ni hablar del “componente específico”. Vamos
a ver… ¡Ay, este computador se dañó o qué! Por qué cuando uno más los necesita
se vuelven tan lentos. Ya no puedo esperar más para ver el resultado: ¿pasé o
no pasé?...
Bueno,
se va cargando la página de la Universidad y ahora pienso en el pasado, en lo
duro que ha sido todo esto, no me compadezco de mí, pero sí que ha sido difícil
mi paso por esta vida. Sentirme diferente, completamente sola y sin que los
demás reconozcan mi identidad por mucho tiempo; ser juzgada, señalada,
maltratada por querer dejar de ser Daniel, vestirme y comportarme como él, para
ser lo que siempre quise: Alexandra, una mujer, sí, una mujer fuerte, llena de sueños y
deseos por cumplir. ¡Por Dios! ¿Será… que tomé la decisión correcta?, ¿será que
presentarme a la Universidad fue una buena idea? Siento miedo.
Otra
vez salir de mi casa y tener que enfrentar esa desagradable sensación cuando
todas las personas me señalan, murmuran e insultan, como si fuera un bicho raro
por mis preferencias sexuales, como si fuera anormal, como si hubiera cometido
un delito por haber decidido ser feliz en coherencia con quien siempre he sido
y con lo que he sentido, por ser quien soy realmente. Pero, bueno, creo que
finalmente es lo que debo hacer, no tengo por qué esconderme más, los maltratos
en el colegio de mi ciudad natal, allá en el Pacífico, me hicieron irme y me
llevaron a ocultarme, al encierro, pero ya no quiero más eso, ya me cansé,
tengo derecho a construir mi futuro, a salir al mundo y realizar mis
sueños.
La
dueña de la sala me dice que ya van a cerrar, yo le pido otros cinco minutos,
si no me entero del resultado, fijo no duermo esta noche. Afortunadamente ella
es tan amable que me da un tiempito más y hasta me hace recordar a una
compañera del centro de validación en el que terminé mi bachillerato, igual de
dulce y paciente, aunque no puedo negar que fue ella quien me hizo temer para
presentarme, pues me contaba que pasar a la Universidad era casi que imposible
por la cantidad de gente que hacía el examen, que no había casi cupos para los
pobres y que sólo pasaban quienes habían podido estudiar mucho y aprender un
montón de cosas. Ante sus propios miedos, ella decidió matricularse en un curso
preuniversitario: eso le daba más seguridad, yo también quería, pero no me
alcanzaba la plata, entonces estudié por mi cuenta.
Cierro
los ojos por un momento y respiro profundo, pienso en lo que elegí: trabajo
social ¿Esa si fue la mejor decisión?, ¿podré con estos estudios ayudar a
mejorar las condiciones de vida de quienes se encuentran en mi misma
situación?, ¿como a mis ex compañeros de colegio que tuvieron que salir como yo
por tantos maltratos? Pensé que esa prueba específica podría ayudarme a disipar
todas estas dudas, pero ¡qué va!, ni que saber sobre geografía o historia
pudieran definir todas las capacidades y los potenciales que como persona tengo
por explorar y desarrollar.
Otra
vez estas dudas, otra vez mis miedos. ¿Y si paso y luego no puedo mantenerme?,
¿qué será de mí si no me alcanza para comprar los libros y sacar fotocopias?,
¿pedirán mucho material?, ¡y los pasajes! No estoy muy segura de… Ya cargó la
página, veamos, ingresar el número de documento, esperar a que cargue otra vez
y… Ahí, frente a mis ojos, EL RESULTADO. Sin lugar a dudas, se está definiendo
el resto de mi vida, la posibilidad de adquirir mayores fortalezas para la
defensa de mis derechos, la posibilidad de luchar mejor contra los atropellos
en el trabajo y en los colegios, algunos de los lugares en los que sufrimos
muchos por no ser como la mayoría; todo mi futuro dependiendo de un puntaje que
nunca podré olvidar.
Relato crítico para
pensar nuestra educación universitaria
Ilustraciones de ELENI
KARLOKOTI
Tomadas de : http://www.elenikalorkoti.com/NYT-Letters-Page-3
Que trabajo tan riguroso, conmovedor, estético, sentido y analítico. Vinieron a mi cabeza los rostros de algunos de los estudiantes que asisten a mis clases. Muchas gracias, tal vez los datos cuantitativos o los argumentos académicos y políticos no han sido suficientes para darle un viraje a esta discusión, esta mirada a la subjetividad de quiénes están en el centro de este debate: los miles de estudiantes que sueñan con estudiar en la Universidad de Antioquia hace una gran contribución. Estos son los argumentos!
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