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miércoles, 28 de octubre de 2015

DE CAMINO AL ALMA MÁTER...




Por: Semillero de Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas


Para muchos esta historia habrá sido 
la puerta de bienvenida, para otros, un intento fallido. ¿A quiénes ha de dirigirse la educación pública?, ¿cómo ha de acoger la Universidad a sus aspirantes?, ¿cómo tener en cuenta sus sueños, sus miedos y sus realidades diversas? Que estos relatos nos aproximen a sus voces y nos den luces para abordar el tema...



Me llamo Mariana, soy una joven de 16 años, dicen que soy simpática, me gusta dibujar y comer chocolates. Ahora está lloviendo, aunque no hace mucho frío. Menos mal alcancé a tomar este bus, los de La Sierra a veces son demorados y no puedo llegar tarde. Miro por la ventana, como de costumbre, y esta vez me estremezco pensando en lo que podría ser, ¿lo lograré? Ayer mi jefe me dio la tarde libre para descansar y llegar hoy con toda la energía necesaria, pero la verdad es que aproveché el tiempo para ayudarles a mis padres a preparar lo de las ventas de hoy, pues debemos recoger el dinero para el pago de los servicios y lo que alcance de mercado. Ahora, mientras ellos van de casa en casa y deambulan por los barrios de Medellín para conseguir un sustento, yo no puedo dejar de repetirme la misma pregunta: ¿qué sucederá conmigo si no paso? No tengo los recursos para estudiar en una institución privada, quizás mi única opción sea el Sena, o lo peor, trabajar y renunciar a mis sueños. Siento miedo.

A pesar del vaivén del bus y el estruendoso sonido del motor, me hago rápidamente consciente de los latidos de mi corazón: siento como si se me quisiera salir del pecho; son tan fuertes que puedo pasarme todo el trayecto contándolos uno por uno. Sin embargo, debo seguir las insistentes recomendaciones de mamá: “mija, nada de nervios porque ellos no van a responder las preguntas por usted”; así que hago lo propio y me repito: Mariana, todo va a salir bien; Mariana, todo va a salir bien; Mariana, todo va a salir bien. De esta manera logro irle un pasito adelante a mis nervios.

El bus frena sorpresivamente y recoge a algunas personas, entre las cuales está una muchacha que estudia en la Universidad de Antioquia y me daba las clases en el preuniversitario popular los fines de semana, entonces se me devuelve la esperanza cuando me ve y me regala una sonrisa. Fue ella quien me dio ánimos para creer en mis posibilidades de pasar el examen de admisión, pero también me dejó claro que el éxito no estaría en ser una competidora fuerte, en ser la “# 1”. Entendí que la mayor injusticia de la educación era hacernos creer que unos son capaces y los demás no, como si unos fueran menos personas que no merecen crecer y soñar.

Al llegar al paradero del Centro, me preparo para coger el otro bus que me llevará hasta la universidad, el “Alma Mater”. Recuerdo perfectamente que sólo debo ir hasta la próxima cuadra e identificar que el tablero del bus diga clarito: UdeA. Al subir al bus veo muchas caras como la mía, me identifico con esos rostros ansiosos, ávidos de responder preguntas en las que casi que te juegas la vida. Me siento y vuelven a mí pensamientos que en los últimos días me han rondado la cabeza; si en el primer trayecto pensaba en lo que podría ser, en este momento vuelven preocupaciones sobre lo que pudo ser y no fue: ¿y si hubiese estudiado más español que matemáticas?, ¿y si no hubiese tenido que escoger entre una de las dos?, ¿y si hubiese estudiado más y trabajado menos?



Me bajo en la Universidad y en la entrada me pasan un boletín que dice que se estrenará un nuevo tipo de examen con algo que llaman “componente específico”; ¡¿qué será eso?! No tengo ni la menor idea. Sigo caminando y no puedo evitar la emoción, pensar que podría ser parte de esta Universidad tan bonita, tan grande… incomparable con mi colegio tan pequeñito y humilde, eso sí, igual de acogedor. 

Al fin llego al bloque que me corresponde. ¡Me lo aprendí de memoria! Bloque 14, aula 220, silla 14089. El pasillo se llena con prisa y ya no aguanto los nervios. Me siento insegura y vuelve a atormentarme el “y si”. Si a mis profesores les hubiesen pagado su sueldo a tiempo y no les hubiesen empeorado el servicio de salud, ellos no habrían tenido que protestar en la plaza pública y parar las clases, entonces tendría más conocimientos de comprensión lectora y razonamiento lógico. Al contrario de eso, mis últimos recuerdos son unos salones vacíos en los que añoraba ocupar uno de los pupitres y aprender, compartir, entender la vida, mas la soledad me dejaba la mente llena de incógnitas. 

Observaba la puerta, faltaban escasos minutos para que la espera terminara. En ese momento llega una mujer, saca unas llaves de su bolsillo, y entonces la abre…


* * *


Desprendo mi cuerpo de la pared en la que había permanecido recostado por varios minutos frente al salón, entonces me doy cuenta de que las piernas me tiemblan del susto, y pienso: ¡uy qué es esto! Sin embargo, me entro para el salón a buscar la silla que tuviera ese número, la del 24875; es cuando me imagino que de pronto iban a llamar a lista, pero pasan es pidiendo el documento de identidad. Yo con él ya preparadito miro mi foto ahí y leo el nombre: Fredy Bailarín Casamá; se me encharcan los ojos, me acuerdo de mi familia allá en el resguardo y la confianza que han depositado en mí para presentarme a esta Universidad, me acuerdo de mis hermanos y hermanas que me ven como su mejor ejemplo a seguir, su esperanza de vida. Soy el mayor de todos y trato de divertirlos y enseñarles las labores de la tierra y lo importante que es para nosotros, nuestra madre que nos lo da todo.

Tengo el lápiz en mi mano derecha y como que se me olvida todo lo que había estudiado. Después reparten el examen y empiezo a sudar por todos lados. Me pongo a leer las preguntas de comprensión lectora y me preocupo porque las letras se me confunden y a veces no entiendo de lo que me están hablando. Paso a razonamiento lógico y dejo de sufrir, ¡eso sí es lo mío!, ¡qué pasatiempo tan divertido! Ahora sólo me falta la última parte, que es el “componente específico”, vamos a ver qué es esto… ¡ahora sí me dejaron confundido! Esta es mi oportunidad, tengo que concentrarme, a ver, si respondo bien voy a venir a vivir a esta ciudad que es tan grande y valdrá la pena, si no lo logro, mis sueños y los sueños de quienes me apoyan en la comunidad se desvanecerán. Somos pocos los que tenemos la oportunidad de asistir a una universidad. Siento miedo.

Bueno, leo la pregunta despacio para tratar de entenderla:


En la época de La Violencia en Colombia, miembros de los partidos liberal y conservador se enfrentaron, dejando una gran cantidad de víctimas y sangre por doquier, sin calcular los costos políticos, económicos y sociales que estos enfrentamientos conllevarían. La intensificación de los odios de quienes veían en el pensamiento diferente a un enemigo que se debía eliminar, dejó para nuestra historia una multiplicidad de episodios trágicos que no se podrán borrar de la memoria. Sin embargo, estudios de los últimos años han demostrado que las nuevas generaciones de jóvenes son poco cercanos a estos hechos que marcaron el rumbo de la nación; los expertos afirman que la lectura de un contexto que olvida sus raíces tiene un efecto perverso para las sociedades que tratan de sanar heridas. 

Podemos decir que el autor del texto anterior es crítico de la realidad social colombiana porque…


No entiendo, ¿qué es eso de partidos liberal y conservador?, y ,¿por qué habla de la violencia como si fuera algo vivido en años pasados en el país cuando a mi comunidad indígena le ha tocado luchar con ella desde antes de que yo naciera y todavía seguimos en lo mismo? Violencia la hemos vivido por los grupos armados que han pasado por mi pueblo, por la construcción de esa represa y por la idea de esas empresas extranjeras y del gobierno de hacer minería, que prometen mucho pero lo único que han conseguido es que dejemos nuestros asentamientos varias veces, que nuestra gente abandone sus territorios y salga desplazada hacia la ciudad a vivir en condiciones lamentables, que se sequen nuestros ríos, que se olviden nuestras costumbres con la llegada de trabajadores que vienen de otras partes, que se viole a las mujeres de mi comunidad.... Violencia hemos vivido con las mentiras que dice el gobierno de nosotros, cuando nos tratan de ignorantes, cuando nos discriminan por ser quienes somos, cuando dicen que somos guerrilleros si salimos a protestar para defender nuestra madre tierra, cuando le dicen a uno “mucho indio, se le nota que viene de monte”. Todo eso es violencia y ¡eso es lo que no se puede borrar de la memoria! 

No comprendo, ¿qué tiene que ver esto con trabajo social? Trabajo social para mí es dedicarme a mi comunidad, defender el territorio de tantas amenazas, proteger nuestras tradiciones y compartir con ancianos, mujeres, niños, jóvenes, con todos, para construir una nueva realidad juntos, nuestro sueño. Sigo leyendo las preguntas, los minutos corren, me preocupa no terminar a tiempo y no responder correctamente ¡Hay muchas cosas que no sé, nunca me las enseñaron! En una de las páginas está la imagen de un computador, esos son lejanos para mí, no sé muy bien cómo se manejan. Me quedo mirando la pantalla que se muestra, ¿qué será lo que significan esas imágenes?...

* * *


Con mi mirada fija en esa pantalla no puedo pensar en nada diferente a mi futuro, lo que allí se muestre será definitivo; se me cruzan ideas de todo tipo, me tiemblan las manos y en la sala de internet, como cosa rara, todos me miran, ¡qué nervios! Ya hace días que presenté ese examen de la Universidad, lo más difícil fue razonamiento lógico y ni hablar del “componente específico”. Vamos a ver… ¡Ay, este computador se dañó o qué! Por qué cuando uno más los necesita se vuelven tan lentos. Ya no puedo esperar más para ver el resultado: ¿pasé o no pasé?...

Bueno, se va cargando la página de la Universidad y ahora pienso en el pasado, en lo duro que ha sido todo esto, no me compadezco de mí, pero sí que ha sido difícil mi paso por esta vida. Sentirme diferente, completamente sola y sin que los demás reconozcan mi identidad por mucho tiempo; ser juzgada, señalada, maltratada por querer dejar de ser Daniel, vestirme y comportarme como él, para ser lo que siempre quise: Alexandra, una mujer, sí, una mujer fuerte, llena de sueños y deseos por cumplir. ¡Por Dios! ¿Será… que tomé la decisión correcta?, ¿será que presentarme a la Universidad fue una buena idea? Siento miedo.

Otra vez salir de mi casa y tener que enfrentar esa desagradable sensación cuando todas las personas me señalan, murmuran e insultan, como si fuera un bicho raro por mis preferencias sexuales, como si fuera anormal, como si hubiera cometido un delito por haber decidido ser feliz en coherencia con quien siempre he sido y con lo que he sentido, por ser quien soy realmente. Pero, bueno, creo que finalmente es lo que debo hacer, no tengo por qué esconderme más, los maltratos en el colegio de mi ciudad natal, allá en el Pacífico, me hicieron irme y me llevaron a ocultarme, al encierro, pero ya no quiero más eso, ya me cansé, tengo derecho a construir mi futuro, a salir al mundo y realizar mis sueños. 

La dueña de la sala me dice que ya van a cerrar, yo le pido otros cinco minutos, si no me entero del resultado, fijo no duermo esta noche. Afortunadamente ella es tan amable que me da un tiempito más y hasta me hace recordar a una compañera del centro de validación en el que terminé mi bachillerato, igual de dulce y paciente, aunque no puedo negar que fue ella quien me hizo temer para presentarme, pues me contaba que pasar a la Universidad era casi que imposible por la cantidad de gente que hacía el examen, que no había casi cupos para los pobres y que sólo pasaban quienes habían podido estudiar mucho y aprender un montón de cosas. Ante sus propios miedos, ella decidió matricularse en un curso preuniversitario: eso le daba más seguridad, yo también quería, pero no me alcanzaba la plata, entonces estudié por mi cuenta. 

Cierro los ojos por un momento y respiro profundo, pienso en lo que elegí: trabajo social ¿Esa si fue la mejor decisión?, ¿podré con estos estudios ayudar a mejorar las condiciones de vida de quienes se encuentran en mi misma situación?, ¿como a mis ex compañeros de colegio que tuvieron que salir como yo por tantos maltratos? Pensé que esa prueba específica podría ayudarme a disipar todas estas dudas, pero ¡qué va!, ni que saber sobre geografía o historia pudieran definir todas las capacidades y los potenciales que como persona tengo por explorar y desarrollar. 


Otra vez estas dudas, otra vez mis miedos. ¿Y si paso y luego no puedo mantenerme?, ¿qué será de mí si no me alcanza para comprar los libros y sacar fotocopias?, ¿pedirán mucho material?, ¡y los pasajes! No estoy muy segura de… Ya cargó la página, veamos, ingresar el número de documento, esperar a que cargue otra vez y… Ahí, frente a mis ojos, EL RESULTADO. Sin lugar a dudas, se está definiendo el resto de mi vida, la posibilidad de adquirir mayores fortalezas para la defensa de mis derechos, la posibilidad de luchar mejor contra los atropellos en el trabajo y en los colegios, algunos de los lugares en los que sufrimos muchos por no ser como la mayoría; todo mi futuro dependiendo de un puntaje que nunca podré olvidar.


Relato crítico para pensar nuestra educación universitaria


Ilustraciones de ELENI KARLOKOTI




1 comentario:

  1. Que trabajo tan riguroso, conmovedor, estético, sentido y analítico. Vinieron a mi cabeza los rostros de algunos de los estudiantes que asisten a mis clases. Muchas gracias, tal vez los datos cuantitativos o los argumentos académicos y políticos no han sido suficientes para darle un viraje a esta discusión, esta mirada a la subjetividad de quiénes están en el centro de este debate: los miles de estudiantes que sueñan con estudiar en la Universidad de Antioquia hace una gran contribución. Estos son los argumentos!

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