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viernes, 29 de mayo de 2015

CAPÍTULO 19: UNA HISTORIA QUE SE QUIERE SEGUIR ESCRIBIENDO* **

(De la Serie: Experiencia de Vida en China)

No olvides los eventos del pasado, son maestros de los eventos del futuro.***
Proverbio chino


Hace poco menos de un año escribía lo que habría sido la conclusión de una historia. Ahora, durante la última semana antes de marcharme escribo otra vez, con la alegría de saber que en aquella ocasión no estaba contando un final sino que realmente cerraba un capítulo de vida que estaría por abrirse luego. No fueron en vano mis palabras, no quise despedirme con un “adiós” o un “hasta luego”, no quería desprenderme así de lo vivido, fueron mejor ese “hasta pronto” y ese “hasta siempre”, con la certeza de que no había sido una experiencia que quedase en el olvido, que en la distancia ese vínculo establecido se mantenía, y contemplando la viva esperanza de volver a ella algún día, desconociendo su lejanía en el tiempo... ¿años?, ¿décadas quizás?... ¿cuándo se puede volver a saborear una aventura así en la existencia?, ¿cuándo habrá otra oportunidad para palparla? 

Y la vida, en un acto de coherencia consigo misma, me demuestra una vez más que la magia habita, que sigue existiendo. Esa magia que envolvió tantos momentos alegres que llenaban el alma hasta un punto inimaginado, esa magia que llevaba a descubrir, a explorar, a atreverse, a ser en la libertad, a disfrutar de otras maneras, a disfrutar por otras razones; es una magia que no se ha perdido, que reposa y se mantiene despierta en el corazón, en el aire.

El ver tan próximo el regreso a casa, la del otro lado del mundo, me trae todo tipo de recuerdos, imágenes y sensaciones que se escondían en algún lugar de la memoria, mi mente recrea los sitios alguna vez frecuentados, se añoran muchas cosas, se quiere estar allá para ser otra vez parte de la cultura y la sociedad que no dudó en recibirme.

A todos con quienes he hablado, poco o mucho acerca de mi experiencia, les habré contado e ilustrado sobre diversas facetas y caras de su significado, parecerá que cada vez que me preguntan doy respuestas distintas, y quién sabe si hasta contradictorias, pero la verdad que subyace es que no se puede condensar en una palabra, en una frase o en un diálogo el cúmulo de impresiones, pensamientos, sentimientos y cada paso que se da en un transitar evolutivo. A veces fue la plenitud, a veces la incertidumbre, a veces la valentía, y otras, la soledad. Nada fue estable, tampoco pretendía que lo fuera.

La aventura enseña lo que había detrás de los límites, los corre, los amplía, casi los borra del mapa. Meses después, comprendo que desde ahí la vida deja de ser plana, se parte, ya no vuelve a ser la misma, aunque el entorno pareciera ser el mismo. Algo cambia. Ya no es uno y lo determinado, ahora soy yo y una inmensidad de posibilidades; el espacio es infinito, las probables maneras de vivir quebrantan lo que hasta el momento se tenía por conocido y aceptable. Hay algo que se abre. Esos límites son distantes y escasean, aunque no todo sea libertad realmente.

Y es que no solamente se sale y se amplía el mundo, al mismo tiempo se termina encerrado en otra esfera de realidad. La clave está en el giro de la rutina, el hecho de estar en la lejanía de lo que era propio y de que el entorno ofrezca a los sentidos otras formas de abordarlo, eso arranca identidades, y esa es la fortuna que alimenta el ejercicio de descubrir. Es lo que reconstruye y deconstruye.       

A ello se le suma el posterior proceso. El regresar a la tierra natal es otro momento, algo se despliega junto con uno, cada día que pasa es un tiempo para interpretar y entender qué sucedió, qué tanto marcó, qué está pasando, qué tanto me importó y me sigue importando, quién es uno después de todo. Todos los días se concluye de forma diferente, y después, se ve desde la lejanía, se divisa un pasado preciado, aunque pocas veces se echa de menos, y a pesar de que se quisiera estar allá otra vez.   

El espíritu aventurero no muere, se clava en el alma, jamás renunciaría a inspirar el camino, a ser su fuego y más fiel compañero. Nada es fijo, cualquier cosa puede pasar, tanto así que surge el llamado a seguir escribiendo esta historia paralela; porque precisamente así se siente, el viaje es como comenzar otra historia que empieza de repente en un punto específico y luego queda relativamente congelada en tanto la fluidez no desaparece, pero sí disminuye notablemente, el cuerpo ya no sigue allí. Puede ser entonces por el espacio, el lugar cobra protagonismo para uno ser, resultando ser éste más fuerte que quien navega.

Volver al punto congelado, al sitio donde se desenvuelve el relato para continuar, hacer que cobre vida y se siga moviendo. Es una invitación provocadora de emociones, de retos, de reencuentros, es una conexión de inmensas proporciones, y es cuando logro dimensionar de forma más clara su fuerte huella, el valor que ha alcanzado.  

La oportunidad de estar en ese oriente lejano nuevamente me parece única, digna de recorrerse como si fuera lo último por explorar. Volver a escribir en este espacio también es reconfortante, sólo queda seguir caminando para saber qué sucesos o contenidos podrían ocupar unas próximas líneas si así lo quisiera el “destino”, y seguir avanzando, en una corta travesía de verano que promete ser enriquecedora. 


                           


Escrito por 玛利亚 (María Adelaida Galeano P.)


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* Este escrito hace parte de la serie de relatos Experiencia de Vida en China, que a manera de diario de viaje comparte una de las integrantes del Semillero de Investigación en Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas a partir de su vivencia académica en ese país. Los demás capítulos se pueden encontrar en la sección Descubriendo China de este blog.
** En esta ocasión agradezco a Hanban, al Instituto Confucio de Medellín y a todas las personas que me han acompañado y han compartido conmigo su alegría para emprender un segundo viaje a tan lejanas tierras, pero que están tan cerca del corazón.
***前事不忘,后事之师。(qiánshì bù wàng hòushì zhī shī).

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