(De la Serie: Experiencia de Vida en China)
Cuando
estés en Roma haz lo que los romanos hacen. **
Proverbio
chino
Dirán
que las coincidencias son manipulaciones calculadas del destino, que son los
riesgos más finos del azar, o que simplemente no son más que eso, casualidades
vagas sin más. Sea como sea, me siento halagada por la vida al haberme regalado
una de esas, de la forma menos esperada y en el lugar más remotamente imaginado.
El último cofre del baúl tenía rubíes, perlas, esmeraldas, diamantes, plata y
oro que se habían ensamblado en perfecta exactitud y bajo un toque de pureza
inigualable para esculpir el mayor de los tesoros: una familia china que vivía por
unos días su mejor tradición, la anhelada por todos, la hermosa Fiesta de la
Primavera con la que se le daba la bienvenida al año nuevo, esta vez el del
caballo, justamente mi signo zodiacal que me brindaba como por hechizo el
privilegio de celebrar en sus llanuras la hora en que arribaría, al hacerme
parte de aquél encuentro familiar al que yo también estaba invitada.
Chizhou 池洲 |
El
entorno por donde quisiera que se lo mirara no podía hablar de otra cosa, el
rojo, color por excelencia de esta cultura oriental, engalanado con el dorado y
figuras alusivas a la felicidad y la prosperidad, y acompañado de frases, empapelaban
las puertas y las entradas de las casas y llenaban a veces alguna mirada
despistada al posarse en los faroles suspendidos hasta en las ramas de altos
árboles. El bullicio y la animación fue creciendo día tras día, se estaba
terminando una anualidad y anticipadamente se unían las personas
regocijadamente en los hogares, los anfitriones de hoy eran los asistentes de
mañana, se intercalaban los roles para compartir deliciosos platos, risas y
deseos.
En
la primer cena a la que asistí los dueños de la casa habían preparado todo con un
notable esmero, adecuaron la mesa que estaba en la sala, dispusieron las sillas
y ubicaron en el centro y a su alrededor los alimentos para que cada uno se
sirviera paulatinamente y a su antojo, como es de costumbre cuando se comparte
el menú con un numeroso grupo de gente. Observando su particular estilo para
comer con los palitos y una agitación amable de conversaciones inacabables de
pronto se inició una cadena espontánea de brindis que me llamó la atención.
Cualquiera
se levantaba de su asiento, y con la bebida en la mano, se dirigía a alguien
más para manifestarle positivas aspiraciones sobre su porvenir. Fue cuando mi
amiga me indicó en secreto que lo más adecuado era acoplarme a esta práctica e
intentarlo también; ya me esperaba algo así, sumergirse en la cultura
implicaría ceder o abrirse un poco para actuar respetuosamente y acorde a ella.
Aprendí entonces la fórmula verbal con la que debía comenzar y el orden jerárquico
que debía seguir para llevarlo a cabo, e igualmente los demás miembros del
banquete me incluyeron al ofrecerme un brindis. Los agradecimientos y las
palabras bondadosas parecían no tener final, era algo natural y estupendo.
Este
tipo de descubrimientos desprevenidos se habían convertido en una constante, y así,
siguiendo tal parámetro, en una tarde se armó un plan familiar imprevisto que
no entendía de qué se trataba, pero sin querer averiguar y esperando a que el
destino lanzara su próxima carta sorpresa, abordamos el auto para dirigirnos hacia
la dirección incógnita.
El
recorrido por la carretera despejada y solitaria sembró un aire de tranquilidad,
después alcanzamos el objetivo, y entonces nos dispusimos a caminar por un
espacio amplio en el que solo se veía un cielo gris, esqueletos de árboles a lo
lejos con sus ramas entrecruzadas y secas mangas y sembrados que abarcaban
metros de distancia, parecíamos haber llegado a uno de los confines del mundo.
Un
paso tras otro, la mirada expectante y la mente casi en blanco alistándose para
dejarse envolver por la maravilla que en instantes se le aparecería: el río
Yangtsé. Sencillamente desbordante, impensado
y conmovedor, su inmensidad lo hacía semejante al mar, desvanecido en el
horizonte por una neblina espesa que cubría a los barcos alejados de un blanco
ceniza; el suelo resquebrajado y el montón de piedras dispersas en su orilla se
prestaban para hacerse la idea de que se paseaba a lo largo de una tierra perdida,
sitio predilecto del poeta enamorado que habría de dejar que su inspiración volara
tanto como el viento que se recreaba en aquel momento.
Así
fueron transcurriendo los días que antecedían a la grandiosa fecha. Yo seguiría
con el alma abierta para respirar más cultura, más naturaleza, más serenidad…
seguiría marchando por ese túnel de otra dimensión, en la que me guiaba la vida
con los brazos abiertos y en el que no era capaz de imaginar cuál sería la
fortuna que me depararía el mañana.
Escrito por 玛利亚 (María Adelaida Galeano P.)
*
Este escrito hace parte de la serie de relatos Experiencia de Vida en China, que a manera de diario de viaje
comparte una de las integrantes del Semillero de Investigación en Sociología
del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas a partir de su vivencia académica en
ese país. Los demás capítulos se pueden encontrar en la sección Descubriendo China de este blog.
**入乡随俗。(rù
xiāng suí sú).
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