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martes, 13 de septiembre de 2016

UNA MARGARITA EN EL CAMPO, UNA MARGARITA EN LA CIUDAD


Por: Laura Morales Mora.
UNA MARGARITA EN EL CAMPO

Soy Margarita, mujer indígena, de 42 años.  Vivo en el Sector La Montaña, en Riosucio, Caldas. Hago parte de la comunidad de los Embera chamí. Muchos hablan sobre nosotros, pero realmente muy pocos saben quiénes somos. La verdad es que no todos pueden venir a nuestro resguardo.

¿Qué qué opinamos sobre la guerra? Yo hablo por mí, la verdad… y pues si uno no es sapo a uno no le hacen nada: ni la guerrilla, ni los paracos, ni la misma policía.

Nosotros vivimos en medio del paso obligado entre Medellín y Manizales, entonces ya nos acostumbramos a que toda esta gente uniformada nos visite. Todos esos uniformes son iguales. La verdad es que muchos guerrillos son más decentes que la mayoría de policías que conozco… Y conozco muchos.

Sí, hay veces que se nos llevan las gallinitas o el café, que es de lo que vivimos pero, como le dije, si uno no va al pueblo a sapear, no le hacen nada.

Los caciques de mi comunidad se han encargado de que nuestra tierra esté libre de todas esas luchas políticas, y menos mal nunca ha pasado nada grave. Solo una vez vinieron los paras por don Julio, el que era mi vecino, pero fue que él se lo buscó… Se puso a hablar de más con la policía, se quejó porque le robaron unos pollos y, al otro día, la misma esposa lo encontró muerto allí en la esquina de la casa de doña Adri, donde aparecen las brujas… 

Desde hace tres años nos visita un doctor, él es un antropólogo que nos ha traído muchos regalos de donde él viene, él es de Bogotá. La semana pasada nos regaló una cosa lo más de impresionante, como se llamaba eso, era un aparato para ver películas. Nosotros no conocíamos eso. Eso tiene un nombre todo raro. Precisamente, antier fue la primera vez que vimos una película.

Por ahí, ese doctor nos anda comentando que cuando se firme el acuerdo de la Habana nos van a meter a los guerrilleros aquí en el resguardo, pero los caciques, que son los que se han metido más a analizar este asunto, nos han dicho que eso es mentira. Que el acuerdo ese entre la Guerrilla y el Gobierno no nos va a quitar ni a poner nada. Nosotros solitos hemos salido adelante y así va a seguir siendo por mucho tiempo.

La verdad es que yo no creo que este país se divida entre buenos y malos, yo mismita he sido testigo de que a veces lo que parece lo más bueno, puede ser en realidad lo más malo. Le voy a poner un ejemplo con lo que nos pasó aquí en el resguardo: Imagínese que nosotros hace más o menos diez años teníamos cultivo de todo: café, fresas, guayaba arazá, limones, pollos de engorde, gallinas, y todo lo que usted se imagine. Eso comíamos de todo y nos sobraba. Y pues en ese tiempo vinieron unos tipos, que de Nueva York, que de Nespresso, yo ni siquiera sé dónde queda eso… Y pues nos prometieron cielo, mar y tierra. Eso nos dijeron que para vivir bien teníamos que vender de su café, que el café colombiano era lo del momento, y que mejor dicho si cultivábamos en nuestras tierras, con las condiciones que ellos nos dieran, nos íbamos a tapar de la plata. A mí la plata no me interesaba en realidad, pero usted sabe, ellos vienen y ellos saben más que uno, y pues nos convencieron… Al principio, todo nos sonó muy bien, vino una gente toda elegante con unas máquinas que nosotros ni sabíamos para qué, y empezaron a tumbar todos los palos que no eran de café, y pues uno todo impresionado con tanta cosa como dice que no. Pero eso no fue todo, nos dijeron que ya no podíamos tener nuestros pollitos, que porque sino nuestro café no iba a ser de calidad, y pues después de que ya todo estaba casi hecho, nos tocó sacar a todos los animalitos, yo tenía un perro que se llamaba Luna, y pues me tocó dejársela a una conocida del pueblo… Pues le digo que esa “soberanía alimentaria”, como le dicen ustedes, que nos da la comidita a nosotros, se acabó gracias a eso y todo ese paraíso que nos pintaron no sirvió de nada, porque ya todos en el resguardo producimos el Café de Nespresso y sólo nos dan veinte mil pesitos de más por cada arroba, y pues eso no alcanza para mucho, para nada en realidad. Ya ni siquiera podemos ir a los domingos de trueque en el pueblo porque no tenemos nada que dar, excepto café, y el café aquí abunda, entonces ese intercambio no sirve mucho.

Y pues, le largué esa historia para que vea que las cosas nunca son lo  que parecen, y para mí, ni la guerrilla, ni los paras, ni la policía, ni nadie es lo que parece. Todos terminamos siendo lo mismo: gente que sobrevive y miente, así como usted o como yo. Yo no espero nada de este proceso, pero lo que sí espero es que, al menos, se firme para algo mejor. Para darle una oportunidad a nuestros hijos, que la historia no se repita con las comunidades indígenas, porque yo sé que nosotros hemos sido muy de buenas, con nosotros no se meten, pero por ejemplo, también sé que a los indígenas que viven en San Lorenzo aquí cerquita si les ha tocado duro y les han matado a su gente, y pues yo no conozco nada más que este resguardo, que es mi paz.

Fuente: Flickr. Imagen de oSKÄr
En: https://www.flickr.com/photos/oscaredu/3474514619


UNA MARGARITA EN LA CIUDAD

Soy Margarita Aristizábal, tengo 42 años, soy una abogada egresada de la Universidad Externado de Colombia. Muy pocos somos lo suficientemente capaces como para graduarnos de allá, y yo me gradué con honores. Vivo en el Norte de Bogotá, a una cuadra del Parque de la 93, no sobra decir que es el sector más exclusivo de la ciudad. Tengo que decir que me llena de orgullo decir dónde vivo, porque mi familia ha trabajado mucho por lo que tengo.

Soy bisnieta de uno de los grandes presidentes que tuvo nuestro país, mi abuelo fue Consejero de Estado y mi papá hace parte de uno de los grandes buffet de abogados en Estados Unidos… ¡Que amor el que tengo por ese país! Precisamente, casi toda mi infancia y parte de mi juventud viví allá. Nos tocó salir porque por esa época, por allá en los 80, fue que los malnacidos de las FARC empezaron a secuestrar políticos y empresarios, y pues en mi familia hay de los dos, entonces nos tocó salir. La verdad eso no fue un problema, menos mal mi familia ha sido solvente en lo económico toda la vida, entonces llegamos a una casa en Estados Unidos, que más parecía una mansión.

¿Qué qué opino yo sobre la guerra? Pues la verdad me parece que los guerrilleros son unos bastardos, muertos de hambre, peste de la sociedad. En serio, todavía no entiendo por qué cuando rescataron a Íngrid y a los gringos no les lanzaron una bomba desde el helicóptero a ese montón de guerrilleros. Esa liberación fue en el Gobierno del presidente Uribe ¿cierto? Ah! Qué tiempos aquellos. Fue el único momento donde nos sentíamos a gusto para ir a una de las finquitas que tenemos en Coveñas y hasta podíamos ir a la haciendita que tenemos en Ayapel.

Vea, yo no sé usted, pero yo creo que si seguimos así vamos a terminar como Cuba o como Venezuela. ¿Se imagina a Timochenko en el Congreso? Yo la verdad sería incapaz de votar por alguien que asesinó, violó y que hasta reclutó niños. Ellos están allá porque quieren, están tapados de la plata de cuenta de las drogas y han vivido toda su vida a partir del daño que le hacen a los otros con la guerra y el narcotráfico.

A mí la verdad no me interesa ni siquiera leerme los acuerdos, porque es que nadie cambia de un día para otro, y menos con el calibre de atrocidades y delitos que comete esta gente.

Yo me considero una víctima de la violencia por el hecho de que, como le conté, mi familia se vio obligada a viajar a Estados Unidos, y nadie debería ser obligado a hacer cosas a la fuerza. A mi marido le encantan las armas, el tema militar y pues conoce mucho sobre el tema, y él me ha dicho que cuando se formaron las Convivir y las bandas paramilitares se estaban limpiando las ciudades, y yo  también creo que es así ¿se imagina uno no poder ir un fin de semana tranquilo al Parque de la 93 porque hay un marihuanero encima o un indigente o un indígena o un campesino? Para mí, eso no tiene presentación.

Yo que viví la mitad de mi vida en el exterior me he dado cuenta de lo que podríamos llegar a tener como país. Pero no. Estamos atascados en estas ideas comunistas que no nos dejan avanzar. Para mí esas ideas son un reflejo del desgobierno de este señor… ¿Cómo es posible que después de que los teníamos de rodillas ahora le vayamos a regalar el país a las FARC en bandeja de plata?

Por ahí los trabajadores de la finca dicen que ellos se beneficiarían mucho con el acuerdo, que porque a ellos los desplazaron de sus tierras y no sé qué… Pero la verdad es que ellos están bien trabajando en la finquita de nosotros. Aunque no les pagamos la Seguridad Social porque ellos para qué eso y porque nos tocaría contratar menos trabajadores... La verdad es que les damos un paguito que es decente apenas para ellos, y también les damos casa, alimentación y pues ven a sus familias cada una o dos semanas ¿Qué más quieren? No entiendo ellos para qué quieren ese acuerdo. Es que la gente definitivamente es muy conchuda. 

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