En vísperas del segundo Foro de las Naciones Unidas sobre las
Empresas y los Derechos Humanos que tendrá lugar en Ginebra del 2 al 4 de
Diciembre de 2013, conviene reflexionar un poco sobre un fenómeno que se ha ido
generalizando en el campo mercantil, éste responde al nombre de Responsabilidad
Social Empresarial (RSE).
Anteriormente, bajo los postulados de la teoría clásica de la
economía, se entendía que la única responsabilidad social de las empresas era
de orden económico y consistía en generar beneficios de ésta índole, tales como
incrementar las utilidades, maximizar el beneficio, asegurar la rentabilidad o
generar riqueza[1].
No obstante, recientemente se ha ido expandiendo una nueva doctrina sobre la
razón de ser de las empresas, según la cual éstas, antes de perseguir
propósitos económicos, están llamadas a responder a finalidades sociales,
sirviendo como un medio encaminado al bienestar general y la justicia social.
Vista así, la RSE aparece como una corriente subversiva tendiente
a impulsar cambios estructurales en el orden social establecido. Sin embargo,
la reflexión que pretendemos plantear en este escrito, busca ahondar más en los
orígenes de esta nueva doctrina, para comprender, desde ellos, las
manifestaciones actuales de la RSE en medio de una innegable tensión entre
hegemonía y contrahegemonía.
De este modo, al auscultar dichos orígenes, encontramos que, a
partir de los años 90’s, varias empresas multinacionales o transnacionales (EM
o ET), tales como Gap, Nike, Levi Strauss
y Disney, se convirtieron en
objeto de una serie de escándalos perturbadores que denunciaban las pésimas
condiciones laborales que regían al interior de sus líneas de producción[2].
Como consecuencia de la indignación generalizada que esto produjo en los grupos
de consumidores, se empezaron a adelantar campañas de boicot para obligar a
dichas empresas a emprender cambios y dar primacía a los derechos humanos en
sus dinámicas productivas, con ello la imagen pública de las marcas quedo
rápidamente desacreditada.
Poco a poco, se fue reconociendo, cada vez más, que las EM son
autoras responsables de diversas tragedias sociales, entre ellas se encuentran
situaciones tales como el desarraigo masivo de poblaciones como consecuencia de
los proyectos para el desarrollo, la explotación directa e indirecta de la mano
de obra barata, la cooperación con regímenes opresivos, el empobrecimiento de
los hábitats y recursos naturales, y la destrucción de culturas indígenas[3].
Esta realidad fue estimulando el incremento de la presión de las protestas
sociales, y como resultado creció también el desprestigio de las reconocidas
empresas.
En este contexto, las empresas empezaron a crear códigos de
conducta para manifestar la buena voluntad de mejorar sus políticas[4]. Es
entonces cuando tiene lugar la aparición de la RSE como respuesta capitalista
frente al peligro de que se politice el dominio de lo privado y se convierta en
objeto de preocupación pública[5].
Alertadas por las presiones sociales, las EM empiezan a servirse
de un fenómeno que podemos llamar efecto
espejo, el cual consiste en absorber los discursos de sus críticos y
opositores para autolegitimarse y eliminar el contrapeso. Así, por ejemplo,
empiezan a crear o a financiar organizaciones de derechos humanos paralelas a
las de contrahegemonía[6],
para presumir del aval institucional y lograr la limpieza de su imagen.
En la misma línea, la RSE es adoptada por las empresas bajo la
idea de que “la caridad es buena para los negocios”[7],
de modo que las nuevas concepciones de responsabilidad empresarial se integran
en los viejos modelos sobre cómo administrar exitosamente un proyecto de
negocios y sobre cómo asegurar su reputación, haciendo de la RSE un nuevo medio
para asegurar la confianza de los inversores.
Una verdadera política de RSE implicaría reevaluar la idea de
Desarrollo vigente en el actual contexto de globalización neoliberal. Una de
las mayores dificultades radica en impedir que las denuncias sociales se
reduzcan a meros discursos simbólicos, incapaces de trascender a prácticas reales
de compromiso por cambios en las dinámicas de mercado. Pues, ocurrido esto, las
respuestas de las empresas no podrían tener otro carácter más que de
satisfacción de una demanda simbólica mediante una oferta igualmente simbólica.
Al final de cuentas, las preferencias que interesan más no son las suyas sino
las de sus clientes[8].
Los rasgos fundamentales de la responsabilidad social inspirada
por las empresas y orientada a sus intereses, radican en su significado
voluntario, su carácter de autorregulación y la ausencia de diálogo social; en
general, con ella lo que se busca es publicitar y promover la buena imagen de
la empresa para asegurar la fidelidad de los consumidores. Por esta razón, los
esfuerzos contrahegemónicos actuales están orientados a plasmar las exigencias
de la RSE en un marco normativo internacional democrático y con verdadero
carácter vinculante, pues la mayor deficiencia de las iniciativas que se han
intentado en este nivel es, precisamente, la falta de obligatoriedad de los
compromisos firmados que impide cualquier forma de control efectivo.
Dicho reto es complejo si se tiene en cuenta el enorme poder que
han ido acumulando las EM. Por esta razón, ante iniciativas como el foro
mencionado al iniciar este escrito, surgen dudas sobre las posibilidades de
reconocimiento que puedan significar para las voces de comunidades que padecen
la vulneración de sus derechos; se esperaría que eventos de tal magnitud generen
respuestas ante la posición de los empresarios que entienden el respeto por los
derechos humanos como meros actos de buena voluntad. Sin embargo, no es de
extrañar que resulte siendo un espacio de reproducción de las respuestas
capitalistas a las presiones sociales, y que, por lo tanto, resalten como
protagonistas las voces de los empresarios alardeando de sus buenas prácticas y
aumentando con cada segundo su ranking de popularidad.
Escrito por María Botero Mesa
[1] HANBURGER FERNÁNDEZ, Álvaro. Ética y
Responsabilidad Social Empresarial. Revista de la Universidad de la Salle.
Vol. 29. N° 45, Bogotá, 2008.
[2] SILVERMAN, Jana. La Responsabilidad
Social Empresarial más allá de lo voluntario. Cultura y Trabajo. N°67. Dic.
2005.
[3] SHAMIR, Ronen. La Responsabilidad Social
Empresarial: un caso de hegemonía y contrahegemonía. En el libro: El derecho y la globalización desde abajo.
Hacia una legalidad cosmopolita. Santos, Boaventura de Sousa y Rodríguez
Garavito, César A. Ed. Anthropos. 2007
[4] SILVERMAN, Jana. Op. Cit.
[5] Afirma Ronen Shamir: “El campo de la RSE funciona, por ello, no simplemente
como un amortiguador del hostigamiento hacia las empresas, sino más
generalmente como una fuerza constitutiva que conforma la relación entre las
empresas y la sociedad en el capitalismo global contemporáneo” Op. Cit. Pág. 88
[6] SHAMIR Ronen… Op. Cit. Pag. 98 ONG orientadas hacia el mercado.
[7] Ib. Ídem. Pág. 93
[8] LEAL CARRETER, Fernando. La
Responsabilidad Social Empresarial: una propuesta de Modelo. Revista
Mexicana de Sociología. Vol. 69 N°3. 2007
No hay comentarios.:
Publicar un comentario