Llegado el carro a la montaña seguramente encuentra el
camino.**
Proverbio
chino
Una de las primeras cosas de las que tuve que ocuparme
al llegar a este país fue el establecer comunicación con mis allegados en Colombia.
Justamente antes del viaje me preocupaba el tema del acceso a los sitios en
internet, debido a la restricción por parte del gobierno sobre este tipo de
medios masivos; por lo que una vez instalada en la Universidad no tardé mucho
en enterarme de la manera en que podía acceder a la red informática e
intentarlo, para salir de dudas.
Compré entonces una tarjeta amarilla, introduje el
número y la clave que esta contenía, y a manera de celular prepago pude
conectarme otra vez con “el mundo”. Fue así como pude corroborar lo que sabía
acerca del bloqueo de páginas web.
Efectivamente, la entrada a famosísimos sitios como lo
es YouTube parece ser una misión imposible en China, y para quienes tienen
Facebook, algo más por lamentar. Las caritas tristes, los avisos de “Esta página
web no está disponible”, la lentitud para cargar algunas de ellas, un buscador de
Google sospechoso y el impedimento para acceder incluso a este mismo blog, son
sucesos cotidianos cuando uno está frente a la pantalla del computador.
Por fortuna, y gracias a una compañera, logré instalar
en mi ordenador lo que debe ser usual para los extranjeros que estamos
acostumbrados a navegar por sitios aquí “no debidos”: un programa informático
que, aunque a veces con dificultades, permite romper esas barreras a la
información.
Definitivamente el tema de la comunicación es uno de
los puntos álgidos en esta sociedad. Ha sido interesante para mí leer y
enterarme de primera mano un poco sobre el asunto. ¿Qué medios virtuales han
establecido los chinos para agruparse y crear puentes entre ellos?, ¿Cómo es el
manejo de las redes sociales?, ¿Al fin y al cabo el internet que tanto permite
o qué tanto restringe?
Seguramente parte de la respuesta está en populares
nombres como QQ, Weixin (微信) y Renren (人人网), pues son estos avances tecnológicos los encargados de
que muchos puedan intercambiar mensajes, enterarse de noticias, tener
conversaciones a distancia y compartir fotos. Quizás esa sea la razón por la
que llama la atención en ocasiones ver a la población joven “pegada” a los
celulares.
¿Se puede decir que estas son vías por las que se
materializa la libertad de expresión?, ¿Hasta qué punto se puede llegar con
esta?, ¿A qué actores sociales acogen estos inventos y a quiénes deja de lado?,
¿Cómo es la intervención del gobierno? Son muchas las preguntas que surgen, y
claro está, aquí no se agota el tema.
Pensar en todo esto me recuerda un documental que vi
hace un tiempo, que más allá del manejo que se le da a sus elementos narrativos
y su sentido artístico, ayuda a hacerse una idea de la dinámica de lo que he venido
comentando.
A continuación comparto entonces una obra dirigida por
Alison Klayman sobre Ai Weiwei, un activista chino arriesgado, atrevido, un
desafiante del arte y del poder, ubicándolo en los límites de lo permitido y del
peligro, y como el nombre del filme en español lo indica, sin pena.
Aquí está, Ai Weiwei: Never Sorry. Y si se quiere ver a este artista cantar, hay que
verlo, literalmente, hasta el último minuto.
Escrito por 玛利亚 (María
Adelaida Galeano P.)
* Este escrito
hace parte de la serie de relatos Experiencia
de Vida en China, que a manera de diario de viaje comparte una de las
integrantes del Semillero de Investigación en Sociología del Derecho y Teorías
Jurídicas Críticas a partir de su vivencia académica en ese país. Los demás
capítulos se pueden encontrar en la sección Descubriendo
China de este blog.
**车到山前必有路。(chē dào
shān qián bì yǒu lù).
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