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viernes, 13 de junio de 2014

CAPÍTULO 16: BUSCANDO RESPUESTAS*

(De la Serie: Experiencia de Vida en China)

No perder las esperanzas hasta llegar al río Huanghe. **
 Proverbio chino

Se agota el tiempo. No será suficiente, lo sé. Vine con muchas preguntas, me iré con otro montón. Las respuestas apuntan a su casi inexistencia en mi medio, no hay cómo concretarlas, solo puedo intentar ofrecerme algunas ideas a mí misma a partir de lo que observo y de lo que comparto con otros, y eso me da a entender que las zonas oscuras son fuertes, no se pueden palpar. Tanto así como algo de lo que me he hecho convencido todavía más desde hace un par de meses cuando lo intuí estando en otras ciudades: la percepción del misterio en el entorno, como si no pasara nada, como si faltara algo, una vida, una llama; a veces me da la impresión de que es una normalidad imperiosamente sospechosa, que fluctúa como por sinergia, insoportable a la curiosidad y a la necesidad de saber qué está sucediendo.

Desde mi llegada he tratado de comprender esta cultura, de contagiarme de su magia y grandeza; sin duda, ha significado un descubrir valioso todo lo recorrido hasta ahora. Sin embargo, desde antes de venir fijé mi mirada igualmente en una China luchadora, en otra de sus facetas que para mí sigue estando más viva en varios artículos de revista, películas e Internet que en la misma realidad que he podido percibir como estudiante extranjera.

Admiro a esa China construida por personas que quieren creer en otra sociedad posible, en la realización de sus sueños, en la justicia, en el respeto de los derechos, que le apuestan al triunfo del sentir humano y a la libertad. Los veo como un lucero en el firmamento oscuro que quisiera acobardarlos y tragárselos para que no brillara más. Es la otra China que quiero conocer, tan difícil de encontrar, de verla directo al rostro.

Pasa el tiempo y puedo dimensionar cada vez más los alcances del silencio y lo tanto que está costando que ello sea así en un país que sufre graves problemáticas sociales. El contexto que percibo contrasta con los secretos amargos que coexisten con una cultura tan especial. Quisiera tener respuestas a muchas inquietudes, por ejemplo, ¿qué está ocurriendo en este mismo segundo con las historias de persecución hacia los practicantes del Falun gong?, ¿cuál es su condición actual en los campos de trabajo forzado para aquellos ya retenidos?, lo que he consultado sobre el tema no me saca del asombro, son historias que a veces ni sé hasta dónde creérmelas porque parecen tomadas de una mente maquiavélica experta en la fabricación de cuentos de terror.  

Sigo en una atmósfera extraña que no termino de entender, pues sé que las cosas no se agotan en la situación que sufren los campesinos obligados a migrar a las ciudades para buscar un mejor sustento, como bien lo relataban alguna vez los personajes de uno de los diálogos de un texto de clase. Se trata también de las personas que tienen escasos recursos y habitan actualmente las zonas rurales, fenómeno que es invisible si la atención se centra únicamente en las ciudades.

Es también el miedo y el cuidado que deben acatar los ciudadanos antes de lanzar alguna pronunciación en cuanto al gobierno. Es la desinformación y el hecho de que los medios de comunicación en el exterior o las estrategias para poner en conocimiento experiencias turbulentas sean las únicas alternativas para que la población plasme sus esperanzas, sus visiones, sus preocupaciones y lamentos.

La sensación de impotencia al conocer del trasfondo doloroso que también se hace presente, y que al mismo tiempo es tan difícil de penetrar, fortalece mi intriga hacia la labor que ciudadanos, como lo son los documentalistas independientes de la sexta generación, llevan a cabo al empeñarse valientemente en crear canales para que las voces ahogadas puedan escucharse y para que el arte sea un poder activista a favor de los derechos sociales de este pueblo oriental.

Se agota el tiempo. Sigo con la mirada fija en ese lucero. Sigo buscando respuestas.   


Escrito por 玛利亚 (María Adelaida Galeano P.)



* Este escrito hace parte de la serie de relatos Experiencia de Vida en China, que a manera de diario de viaje comparte una de las integrantes del Semillero de Investigación en Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas a partir de su vivencia académica en ese país. Los demás capítulos se pueden encontrar en la sección Descubriendo China de este blog.
**不到黄河不死心。(bù dào huáng hé bù sǐ xīn). 

domingo, 1 de junio de 2014

CAPÍTULO 15: UNA INVITACIÓN PARA CONTAR OTRA HISTORIA*

(De la Serie: Experiencia de Vida en China)

Las cosas parecidas se juntan, las personas similares se distribuyen en grupo. **
 Proverbio chino

Pasan los días, las semanas, los meses, y el tren de las emociones y los acontecimientos que se pasea por las laderas y cascadas orientales sigue fijo en su marcha; no sólo los asombrosos paisajes que me ofrece a través de sus ventanas son los que llenan esta experiencia, también la cultura, la cotidianidad y los demás pasajeros que se suben, que se bajan, y terminan por convertirse en compañeros de viaje.

Pues bien, dedicaré este capítulo a uno de esos pasajeros que por circunstancias de la vida se enteró de mi gusto por la escritura, y en esas, de la existencia de este blog. Fue quien me sugirió el escribir sobre sus retos en una China que había soñado, pero que terminó por identificar luego como el sitio de los sucesos extraños, de las maldiciones, y donde habría de nutrirse para el crecimiento personal; sin dudar en compartir su historia, me abrió sus puertas para tener un acercamiento a su mundo y así darle forma a lo que no es más que el resultado de narrativas que se encuentran, pasajes cruzados que alimentan visiones y ayudan a ampliar el panorama más allá de lo que un par de ojos pueden captar.     

La protagonista de este relato, a quien llamaré Sabrina[1], es una mujer joven, que como yo, vino desde el extranjero para profundizar sus estudios de chino-mandarín en este país. No sabiendo a dónde había venido a parar, y sin imaginar la cadena de sucesos que se le vendrían encima, se intentaba adaptar entonces a una nueva experiencia de vida.

Acostumbrada en su país natal a desenvolverse en el medio urbano, a una familia, a una vida llevadera, andando con su carácter fuerte a todas partes dispuesta a desplegarlo ante cualquiera que se le pusiese en frente, a contar con un servicio de Internet que le diera la talla a sus trajines cibernéticos, Sabrina tendría que adaptarse a los asuntos consuetudinarios en una zona costera de China, en un puntito bien alejado del centro de la ciudad de Dalian, donde la residencia, las aulas, los mini mercados, la vecindad y la vida social estarían comprimidas en el espacio, todo, en un mismo lugar: Dawai.

Así, el bullicio de las calles, el comercio, la educación, las amistades, la gente del barrio y hasta cosas tan sencillas como gozar de un cuarto para sí sola, le fueron cambiadas y se concentraron dando lugar a una figura unitaria que supliría en adelante sus variadas facetas que tomaban ya su propia forma, una muy diferente, para dar comienzo a otro día a día. 

Junto a personalidades que fue identificando como terriblemente problemáticas y excéntricas, significándole un abrupto cambio desde su llegada, teniendo como compañeros de clase a quienes fueran sus vecinos que ocupan los apartamentos del bloque de al lado, del primer piso, o hasta del quinto… apartamentos en los que también viven sus amistades y enemistades, los conocidos, medio conocidos y hasta desconocidos; tomaron todos ellos el lugar de coloridos personajes que marcarían y siguen rodeando su estancia aquí.

Una de sus mayores provocaciones, sin duda, no es otra cosa entonces que la convivencia. Rodeada de otras cinco extranjeras en los dormitorios de su casa fue lo que se constituyó en uno de sus primeros desafíos que la llevaban a enfrentarse a otras costumbres y maneras de ser, teniendo que soportar muchas veces las elocuentes y estridentes voces al escuchar uno de esos idiomas que tanto disgusto le generan.

Rápidamente Sabrina se integró a los hábitos establecidos entre los estudiantes extranjeros, una población de adultos jóvenes, en su gran mayoría, y conformada principalmente por asiáticos, que cargaban igualmente con el reto de relacionarse en un entorno completamente nuevo, sin jerarquías y bajo una aparente autoridad institucional cuasi invisible para los discentes foráneos.

Las clases, las demás habitantes de la casa, los encuentros en los pasillos, y los amigos de los amigos, eran las nacientes vías para conocer a esta comunidad estudiantil. Muy pronto, las fiestas, los bailes, las salidas a altas horas de la noche y las llegadas a la madrugada, fotografías, videos, licor, pasteles de cumpleaños, etcétera, etcétera… fueron moldeando un vaivén en el cual se dejó envolver de apariencias que no le permitían ser ella misma, fingiendo un estilo de vida que no le pertenecía realmente, incompatible con su esencia, y que fue marcando de a poco un tramo de su historia.  

Siguiendo la rutina como lo es para todos, el levantarse temprano, acudir a las clases en la mañana y almorzar, para ocupar la tarde en los estudios y demás actividades que resulten. Toda una travesía que fue implicando para ella un proceso de adaptación desde asuntos tan cotidianos como aprender a desenvolverse en el manejo del idioma para comprar la comida y desplazarse hasta la zona de lavadoras para asear su ropa. Era algo sobre lo que era consciente anticipadamente, es decir, sabía que al llegar debía hacerse cargo de sí misma y ser independiente.   

Viviendo en una Universidad donde las opciones de dispersión y entretenimiento lo constituyen el área deportiva y el teatro, con escasos espacios o prácticas para la congregación cultural u otro tipo de disfrute que atrajese a la masa estudiantil, para Sabrina las mínimas opciones de diversión eran superadas con el establecimiento de una vida social entre amigos de diversas nacionalidades que le fueron trayendo conflictos y paulatinas decepciones. 

Choques culturales, incomprensión entre personalidades, el darse cuenta de una superficialidad e inmadurez de la gente que le rodeaba en aquél movido círculo, se convirtieron en motivos suficientes para ir abandonando ese agitado mar en el que había navegado. Tenía que volver a ser ella, tenía que regresar y esa dimensión externa ya no tenía que importarle más. Se convirtió entonces en todo un acto de incomodidad el tener que sonreírle en los corredores, en las escalas y en los caminos a aquellos apenas conocidos, conformados por quienes así lo habían sido todo el tiempo y por quienes habían sido sus amigos alguna vez. 

Aprendió paciencia, aprendió serenidad, a volver a ser fiel a lo que había sido, a ver bondad y a ver otro de los múltiples lados de la vida, y todavía sigue aprendiendo. Replanteó su camino, fortaleció sus metas y continúa adelante. Claramente, no es el idioma el único componente a conquistar, su viaje a China le ha estado demostrando diversos prismas desde los cuales abordar un camino espinoso y rico a la vez.

A pesar de las tantas disparidades que separan sus vivencias de las mías, quizás por el hecho de que nuestras historias se han desarrollado en el mismo ámbito, las tomo como una fuente de conocimiento, una oportunidad para penetrar otra visión del mundo y lectura del entorno que permiten comprender otra forma de abordar las situaciones y la elaboración de una apreciación y un sentir distinto que va profundamente ligado a quien se es, a un sujeto ya moldeado social y culturalmente, y que finalmente termina en jaque por cuenta de la sumersión en otra civilización, para Sabrina, una que como aquellos antagonistas, tampoco ha logrado generarle una impresión lo suficientemente confortable.  

Le agradezco a ella, por haberme invitado a contar un pedacito de su historia, aunque a muy grandes rasgos y dejando de lado un cúmulo de detalles y situaciones que no podría abarcar en un solo escrito, pero que gracias a ellos, he intentado construir una descripción de manera general, y partiendo de otro ángulo, de una atmósfera que también se vive, que hace parte de la aventura y termina aportando para entender sujetos, mentalidades, pasajeros de un tren que igualmente anhelan ser felices.


Escrito por 玛利亚 (María Adelaida Galeano P.)




* Este escrito hace parte de la serie de relatos Experiencia de Vida en China, que a manera de diario de viaje comparte una de las integrantes del Semillero de Investigación en Sociología del Derecho y Teorías Jurídicas Críticas a partir de su vivencia académica en ese país. Los demás capítulos se pueden encontrar en la sección Descubriendo China de este blog.
**物以类聚,人以群分(wù yǐ lèi jù , rén yǐ qún fēn).
[1] Las apreciaciones y los sucesos que se narran a continuación son fieles a lo que ella me ha relatado y a lo que he percibido de su historia. Este capítulo está publicado bajo su autorización y aprobación. Sus datos personales, como la nacionalidad y el verdadero nombre, son confidenciales. A ella le agradezco el haberme compartido sus anécdotas que son un valioso aporte para entender de forma más amplia, y desde otro plano, esta experiencia.